José-Miguel Palacios

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Inteligencia y democracia (clar i català)

La iniciativa signada reclama «l’adopció urgent per part de l’estat de les mesures per erradicar l’espionatge polític antidemocràtic, i garantir així que cap persona pugui ser víctima d’espionatge i persecució per defensar un projecte polític»[i].

 

 

 

¿Es o no lícito en una democracia “espiar” a personas y organizaciones a causa de sus actividades políticas? Esta cuestión ha sido planteada en diversas ocasiones en medios políticos catalanes y vuelve a serlo durante estas últimas semanas. Desgraciadamente, mucho de lo que leemos y oímos está más orientado a provocar emociones que a contribuir al perfeccionamiento de nuestro estado de derecho.

 

Y, sin embargo, otro debate es posible. Quizá sea, incluso, deseable. Lo que sigue es mi modesta aportación.

 

Espionaje e inteligencia

Empecemos con un poco de claridad terminológica y conceptual. En los últimos meses, se ha hablado mucho de “espionaje”, cuando, en realidad, se tendría que haber hablado de “inteligencia”. ¿Cuál es la diferencia?

 

a) El Diccionario LID de Inteligencia y Seguridad[ii] define (pg. 126) “espionaje” como la actividad encaminada a “obtener información secreta o crítica de naturaleza militar, política, económica, ideológica, industrial o científico tecnológica”. En el lenguaje común, sin embargo, la palabra “espionaje” tiene a menudo un sentido peyorativo. Así, por ejemplo, el Diccionario de la RAE, define espionaje (tercera acepción) como la “actividad dedicada a obtener información fraudulenta en diversos campos”[iii]. Quizá, por ello, en nuestro lenguaje administrativo contemporáneo no se habla de “espionaje”, sino de “inteligencia”[iv].

 

b) En lenguaje técnico, la “inteligencia” es un producto, es un proceso y es también una organización. Como explica Rafael Jiménez Villalonga (pg. 98)[v]:

 

La inteligencia como producto es el resultado que se obtiene al someter los datos, la información y el conocimiento a un proceso intelectual que los convierte en informes adecuados para satisfacer las necesidades de los decisores políticos, militares, policiales, empresariales, etc., así como para proteger a aquellos mediante las tareas de contrainteligencia.

 

La inteligencia como proceso comprende los procedimientos y medios que se utilizan para definir las necesidades de los decisores, establecer la búsqueda de información, su obtención, valoración, análisis, integración e interpretación hasta convertirla en inteligencia, y su difusión a los usuarios. También incluye los mecanismos y medidas de protección del proceso y de la inteligencia creada por medio de las actividades de contrainteligencia necesarias.

 

La inteligencia como organización se refiere a los organismos y unidades que realizan las anteriores actividades de transformar la información en inteligencia y la protegen.

 

Traduciendo al lenguaje técnico nuestra formulación inicial, intentaremos responder a la pregunta de si en una democracia avanzada como la española se pueden realizar acciones de inteligencia (entendida como proceso) sobre objetivos políticos.

 

¿Puede un gobierno democrático realizar/encargar/beneficiarse del trabajo de la inteligencia?

Por supuesto que sí. Cualquier gobierno, como cualquier organización o cualquier empresa, puede (debe) disponer de la información necesaria para adoptar decisiones correctas. Decidir sin estar correctamente informado es una insensatez. Hacerlo con dinero público, un fraude a los ciudadanos.

 

Es algo tan claro que todas las democracias avanzadas lo entienden así. Por ello, todas disponen de servicios de inteligencia (tercera acepción de Rafael Jiménez Villalonga), que realizan acciones de inteligencia (segunda acepción) para producir inteligencia (primera acepción). La más antigua de las democracias existentes (y, probablemente, una de las de mayor calidad), Estados Unidos, posee el sistema de inteligencia más sofisticado del mundo.

 

Es también lo que dispone la legislación española. En el artículo 1 de la Ley 11/2002 se establece que “el Centro Nacional de Inteligencia es el Organismo público responsable de facilitar al Presidente del Gobierno y al Gobierno de la Nación las informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones”.

 

Objetivos de la inteligencia: ¿solo actos ilegales?

Claramente, no. La inteligencia que necesita el Gobierno (y volvemos al artículo 1 de la Ley 11/2002) se refiere a peligros, amenazas o agresiones “contra la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado”. Se trata siempre de hechos (reales o posibles) que perjudican los intereses nacionales, aunque no tienen por qué ser ilegales. Por ejemplo:

 

a) La toma de control de una empresa estratégica española por parte de un rival geopolítico es (en general) perfectamente legal, aunque el gobierno la pueda considerar dañina para los intereses nacionales y esté interesado, en consecuencia, en recibir información previa sobre cualquier intento en este sentido[vi].

 

b) Las actividades de lobby realizadas en Estados Unidos para perjudicar las exportaciones de un determinado sector español y beneficiar las de un competidor son también perfectamente legales, aunque sería normal que nuestro gobierno quisiera estar bien informado sobre ellas para, en su caso, contrarrestarlas.

 

Cuando se trata de acciones ilegales, estamos hablando ya del campo de acción de las fuerzas y cuerpos policiales (Policía Nacional, Guardia Civil y policías regionales), que tienen obligación de prevenirlas y perseguirlas. La inteligencia (tercera acepción, organización) puede también colaborar, pero su actuación será siempre complementaria de la de aquellos que tienen la responsabilidad principal.

 

Para resumir este apartado: la inteligencia (organización) sí puede actuar en cuestiones que no son ilegales. De hecho, su terreno privativo, aquel en el que no funciona en apoyo de los cuerpos policiales, es el de las acciones no ilegales.

 

Medios de la inteligencia: ¿siempre son legítimos?

En una democracia avanzada, la inteligencia (organización), como cualquier otro organismo público, solo puede utilizar medios legítimos.

 

La inteligencia real se parece muy poco a las películas de James Bond. De hecho, una parte muy importante de los medios y técnicas de obtención de información son “blancos”. Es decir, no se trata de actividades legalmente prohibidas, ni reguladas, ni que afectan a los derechos y libertades protegidos por nuestras leyes. Algunas de estas técnicas:

 

a) El seguimiento sistemático de las publicaciones (por ejemplo, en medios de comunicación o redes sociales) de determinados objetivos, así como de su entorno. Estudios de origen norteamericano sugieren que, dependiendo de los temas, entre el 35% y el 95% de la información procesada por la inteligencia gubernamental procede de fuentes abiertas[vii].

 

b) El uso de fuentes humanas con acceso a información de interés (siempre que no se haya utilizado ningún medio ilegal para captarlas).

 

Hay también técnicas de gran potencia que, por afectar a derechos protegidos, no se pueden utilizar sino de manera excepcional, con permiso de un juez y bajo control judicial[viii]. Estamos hablando, en particular, de la interceptación de las comunicaciones en todas sus modalidades (correo tradicional, correo electrónico, llamadas telefónicas, etc.). Todas las democracias avanzadas disponen de mecanismos legales para el uso controlado de estas técnicas en casos excepcionales.

 

A modo de conclusión

Como en cualquier actividad humana, en la labor de inteligencia se pueden cometer errores y se puede también violar las normas (de manera consciente o inconsciente). En los casos en que sea así, debe investigarse y corregirse. Desde luego, sin poner en duda la necesidad de la inteligencia como función imprescindible para la existencia de los estados y el buen funcionamiento del proceso de toma de decisiones. Una inteligencia que, en un estado de derecho, siempre debe actuar a las órdenes del gobierno y controlada por los jueces.

 

Feci, quod potui, faciant meliora potentes.

 

[i]      https://www.publico.es/public/parlament-reclama-govern-espanyol-investigacio-transparent-catalangate.html (acceso: 02.02.2024).

[ii]      Elaborado bajo la dirección del Prof. Antonio Díaz Fernández y editado por la Editorial LID en 2013.

[iii]     https://dle.rae.es/espionaje (acceso: 01.02.2024).

[iv]    La Ley 11/2002, de 6 de mayo, reguladora del Centro Nacional de Inteligencia no menciona el espionaje. Véase https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2002-8628 (acceso: 01.02.2024). Sí se habla de espionaje en el Código Penal (artículo 584), y precisamente en sentido peyorativo: como una actividad reprobable que un español puede realizar en beneficio de potencias extranjeras.

[v]    Rafael Jiménez Villalonga (2019). Tipos de Inteligencia. En Julián López Muñoz (coord.), Manual de Inteligencia. Valencia, Tirant lo Blanch. Pp. 97-122.

[vi]     Durante los últimos veinte años han sido recurrentes las discusiones públicas (políticas y técnicas) sobre la conveniencia o no de favorecer la existencia de una serie de empresas calificadas de “campeones nacionales”.

[vii]    Stephen C. Mercado (2005). Reexamining the Distinction Between Open Information and Secrets. Studies in Intelligence Vol. 49 No. 2. https://www.cia.gov/static/5d8a8df615f1bb014e49bb1452991991/Difference-Open-Info-Secrets.pdf (acceso: 03.12.2014).

[viii]   Según la legislación española. Cada país regula de manera diferente la siempre difícil cuestión de la autorización y control de la intervención de las comunicaciones.

Ucrania: ¿un fallo de la inteligencia estratégica norteamericana?

Strategic intelligence analysis frequently does not influence the creation and implementation of American foreign policy. This is contrary to an expectation that intelligence analysis should matter in the making of foreign policy and national security. Better intelligence analysis should lead to better policy. Ideally, independent and objective intelligence analysts provide the information and assessments that decisionmakers use to make the best possible decisions. 

Stephen Marrin[1]

 

En un artículo publicado a mediados de diciembre de 2023 en The National Interest, David C. Hendrickson[2] sostenía que la falta de comprensión de la resiliencia del régimen político ruso, así como del sistema productivo de ese país, había sido un “enorme fallo de inteligencia” (massive intelligence failure), compartido por Estados Unidos y Ucrania.

Existe una amplia literatura científica sobre los fallos de inteligencia, que siempre parecen más interesantes que los aciertos. A un nivel más de andar por casa, es un tema que también se ha tratado con frecuencia en blogs especializados. Por ejemplo, en este, centrando la atención sobre los fallos de la inteligencia estratégica rusa en el conflicto de Ucrania[3].

 En este post discutiremos la polémica afirmación de Hendrickson. ¿Es verdad que no solo la inteligencia rusa se ha equivocado con Ucrania, que también la norteamericana lo ha hecho?

 

¿Debe la inteligencia predecir el futuro?

Tom Fingar escribió en su momento que “el objetivo último de la inteligencia es darle forma al futuro, no predecir lo que ocurrirá”[4]. Y es así. Nadie conoce el futuro y, en la mayor parte de los casos, no se puede exigir a la inteligencia estratégica que lo prediga. Lo que sí se le puede y se le debe pedir es que ayude a los decisores a comprender mejor el presente de tal manera que el futuro no les sorprenda. En particular, que comprendan cómo puede ser el futuro si sobre el presente (a ser posible, bien conocido y comprendido) se actúa con determinadas palancas (es decir, con determinadas políticas)[5].

 Y aquí, tenemos que dar razón a Hendrickson y aceptar que sí ha habido fallos importantes:

 1) Sobre la solidez del régimen ruso. O bien se tenía una mala comprensión del actual régimen ruso y de las bases del poder de Vladimir Putin, o bien no se han entendido los efectos que podrían tener sobre él las acciones de presión decididas por Estados Unidos y secundadas por sus aliados. Era un “futuro” que habría sido posible de prever, porque todos los factores importantes que contribuían a conformarlo eran conocidos (o deberían serlo).

 2) Sobre la solidez de la economía rusa. El mismo comentario vale. Un buen trabajo de inteligencia estratégica debería haber sido capaz de adelantar los posibles efectos de las sanciones sobre la economía rusa, las contramedidas que los rusos adoptarían y su efectividad. En un plano más bajo, deberían haber permitido comprender la posible evolución de la producción militar rusa y sus efectos sobre el nivel de vida de la población. Como en el caso anterior, la mayor parte de los factores relevantes eran, o deberían ser, conocidos, por lo que la inteligencia estratégica prospectiva tendría que haber ofrecido un pronóstico bastante preciso.

 En ninguno de los casos, la inteligencia se enfrentaba a la caótica interacción de numerosas fuerzas mal conocidas. Se trataba de un experimento estrictamente controlado, en el que a una situación de partida que la inteligencia hubiera debido comprender bien se aplicó una serie de estímulos, también perfectamente conocidos. Si el trabajo hubiera estado bien hecho, la reacción del sistema no habría tenido que ser una sorpresa.

 Hubo un fallo, pues. Pero, ¿fue un fallo de inteligencia?

 

¿De verdad la inteligencia es culpable?

Pues quizá no. Quizá la inteligencia no sea la culpable. Porque, en realidad, no tenemos constancia de que las decisiones del Presidente Biden hayan ido en línea con la inteligencia que recibía.

 Estados Unidos ha hecho durante años un gran esfuerzo para vender la idea de la “omnisciencia” de su comunidad de inteligencia, lo que resultaba útil para presionar a posibles adversarios, pero también para dar un peso adicional a las decisiones que adoptaba el ejecutivo. Desde este punto de vista, el enfoque clásico de que las decisiones se toman sobre la base de la inteligencia disponible (evidence-based policy) es perfectamente lógico[6]. Aunque inexacto.

 Como nos recuerda Stephen Marrin (Marrin, 2017) y muchos otros autores, en Estados Unidos (y, posiblemente, también en otros países), las grandes decisiones no se toman sobre la base de los informes de inteligencia. De hecho, la influencia de la inteligencia sobre ellas puede ser bastante modesta. Hay todo tipo de explicaciones para ello y el excelente trabajo de Marrin explora muchas de ellas.

 Fallo, sí. De inteligencia, quizá no.

 

[1]     Marrin, S. (2017) Why strategic intelligence analysis has limited influence on American foreign policy, Intelligence and National Security, 32:6, 726, DOI:10.1080/02684527.2016.1275139.

[2]     David C. Hendrickson (12.12.2023). No, The U.S. Did Not Sabotage Russia-Ukraine Peace. The National Interest. https://nationalinterest.org/feature/no-us-did-not-sabotage-russia-ukraine-peace-207902 (acceso: 16.12.2023). Para datos biográficos de Hendrickson, puede consultarse su website personal: https://davidhendrickson.org/ (acceso: 18.12.2023).

[3]     La inteligencia estratégica rusa en el conflicto de Ucrania. 3 de marzo de 2022. http://serviciosdeinteligencia.com/la-inteligencia-estrategica-rusa-en-el-conflicto-de-ucrania/ (acceso: 18.12.2023).

[4]     «The ultimate goal is to shape the future, not to predict what it will be». Véase T. Fingar (2011). Reducing Uncertainty: Intelligence Analysis and National Security.  Stanford University Press. P. 53.

[5]     Es obvio que el problema analítico es totalmente distinto en el caso de grandes potencias (cuyas políticas contribuyen a definir o condicionar la evolución del conjunto del sistema) y las pequeñas (las demás). En este texto tratamos el problema de la principal gran potencia, Estados Unidos.

[6]     Para una breve descripción reciente de cómo debería funcionar la inteligencia en el proceso de toma de decisiones, véase Martínez Isidoro, R. (2024, 10 de enero). Decisión, inteligencia y responsabilidad. El Debate. https://www.eldebate.com/opinion/en-primera-linea/20240110/decision-inteligencia-responsabilidad_165795.html (acceso: 10.01.2024).

ACH: posibilidades y limitaciones

Let me tell you about these intelligence guys. When I was growing up in Texas we had a cow named Bessie. I’d go out early and milk her. I’d get her in the stanchion, seat myself and squeeze out a pail of fresh milk. One day I’d worked hard and gotten a full pail of milk, but I wasn’t paying attention, and old Bessie swung her s[..]t-smeared tail through the bucket of milk. Now, you know that’s what these intelligence guys do. You work hard and get a good program or policy going, and they swing a s[..]t-smeared tail through it. 

Lyndon Johnson[1]

 

Todos hemos escrito alguna vez que la inteligencia permite reducir la incertidumbre asociada al proceso de toma de decisiones[2]. Así que cualquier inversión en inteligencia debería tener como finalidad última conseguir una mayor reducción de esa incertidumbre. Y por “cualquier inversión” me refiero no solo a las orientadas a dotarse de mejores equipos técnicos o a incrementar la plantilla de personal, sino también aquellas otras que persiguen mejorar la cualificación de los que trabajan en el servicio de inteligencia.

Hace unas pocas décadas, la mayor parte de los analistas de inteligencia practicaban lo que podríamos llamar “análisis natural” (es decir, aplicaban  su sentido común al procesamiento intuitivo de la información disponible). En los últimos tiempos, sin embargo, los servicios han hecho un esfuerzo importante para formar a sus analistas en las técnicas estructuradas de análisis. ¿Debemos entender que el uso sistemático de esas técnicas permite mejorar sustancialmente la calidad de los productos de inteligencia, es decir, reducir la incertidumbre a la que se deben enfrentar los “clientes”?

La reina de las técnicas estructuradas es el ACH, el analysis of competing hypotheses[3], expresión que se suele traducir como “análisis de hipótesis en competencia”[4]. En la práctica, se ha convertido en parte fundamental de la enseñanza de técnicas de inteligencia, tanto en las escuelas internas de los servicios como en los programas universitarios. Podemos preguntarnos si es cierto que el uso de ACH reduce la incertidumbre, como se supone que debe hacer la inteligencia.

Y la respuesta es negativa. Según la experiencia recogida en entornos docentes[5], el resultado,  a menudo, es el contrario. Del uso sistemático de ACH es frecuente que se derive una mejor comprensión de posibilidades alternativas a la que se había en un principio considerado como principal, pero muy raro que una hipótesis cualquiera se vea confirmada con un alto grado de confianza.

Intentaremos explicar por qué es así. Asumiremos, para ello, que el analista está utilizando ACH con la ayuda de un sencillo programa, como es PARC ACH[6]. Siguiendo la lógica de este programa, el propio analista puede construir una alternativa utilizando software de hoja de cálculo.

 

Primer problema. Muchas de las informaciones son ambiguas

El primer problema que se nos plantea al utilizar ACH es que muchas de las informaciones que debemos utilizar son ambiguas. Y ello es así por dos motivos principales[7]:

1) En todos los asuntos de los que se ocupa la inteligencia, existe siempre un adversario que persigue objetivos distintos de los nuestros y que intentará “embarrar” el terreno de juego para que nos resulte más difícil comprender la realidad de su situación o de sus intenciones.

2) Las técnicas de obtención son imperfectas. Producen “agujeros negros”, “ruido” y errores.

Un ejemplo ilustrativo. En el terreno de la inteligencia estratégica es frecuente que tomemos como piezas de evidencia las declaraciones de actores políticos relevantes. Lo que pasa es que no siempre resulta fácil decidir si estas declaraciones traducen un mensaje real (a sus propios ciudadanos, a las audiencias exteriores) o son simples actos de desinformación, destinados a confundir a observadores externos. Dependiendo de la decisión que en cada caso tome el analista, el resultado final de aplicar el programa (es decir, la probabilidad relativa de las hipótesis que se consideran) puede cambiar mucho.

Podemos pensar que una alternativa válida sería excluir todas aquellas piezas de evidencia sobre las que no haya seguridad total acerca de su significado y valor. El problema es que, entonces, nos quedaríamos con tan pocas evidencias que su conjunto resultaría insuficientes para inclinar la balanza hacia una hipótesis u otra.

 

Segundo problema: el problema de las hipótesis prioritarias

Si los medios de obtención están orientados en una dirección, el número de informaciones, correctas o no, que se reciben de esa dirección será superior al de las que llegan de otras. Si utilizamos un programa como PARC ACH, la reiteración de noticias en un determinado sentido reforzará artificialmente ciertas hipótesis en perjuicio de otras. Algo parecido nos ocurrirá si no utilizamos ningún tipo de asistente informático para computar las informaciones que recibimos: la reiteración de noticias puede convencernos de que ciertas hipótesis son más creíbles.

Y aquí, el analista se encontrará ante un dilema:

1) Si no toma ninguna medida de compensación, su ACH funcionará en la práctica como “análisis de una sola hipótesis”, la preferida.

2) Si quiere evitar este problema, alterará el “peso” que da a diferentes informaciones, o eliminará noticias que entienda pueden ser “redundantes”. Al hacerlo así, sin embargo, reducirá la sensibilidad del sistema e incrementará la probabilidad de que el resultado final del análisis no sea concluyente.

 

Tercer problema: el problema de los “pesos”

En principio, con ACH intentamos encontrar evidencias que invaliden hipótesis, Y, como decía Sherlock Holmes, “una vez que has eliminado lo imposible, lo que queda, por improbable que nos parezca, debe de ser la verdad”[8]. El problema es que, si tenemos en cuenta los factores ya expuestos, resulta raro encontrar información de la que podamos fiarnos al 100% y que resulte incompatible con alguna hipótesis. Mucho más, disponer de informaciones que nos permitan invalidar todas las hipótesis menos una.

Esta es la lógica básica de ACH, pero, si no podemos aplicarla, tenemos que recurrir a un cálculo alternativo, como el que nos ofrece PARC ACH o cualquier otro instrumento informático similar. Aquí, cada una de las hipótesis acaba teniendo una determinada puntuación y, en principio, asumimos que la más probable es aquella que obtiene la puntuación más alta.

Un problema importante es que, a efectos de cálculo, estamos asignando “pesos” distintos a las informaciones que computamos (o a diferentes categorías de informaciones). Esa asignación es arbitraria y solo se justifica por la bondad de los resultados que con ella se obtenga. Pesos diferentes nos conducirían a resultados finales distintos, debilitando, de esta manera, nuestra fe en la calidad global del proceso.

 

Recapitulando: virtudes y limitaciones de ACH

Como hemos anticipado en una nota, en la inteligencia estratégica, de carácter político o militar, ACH no se suele utilizar. El motivo es que requiere mucho tiempo y trabajo, sin que los resultados que se obtienen de su aplicación compensen el esfuerzo que exige.

Por ello, en la práctica se empieza con la obtención de información y se espera que el propio sentido de lo que se recibe vaya apuntando en una cierta dirección (hipótesis básica). Como dicen en las películas de juicios, facts speak for themselves (los hechos hablan por sí mismos). Una vez que se ha generado esta primera hipótesis, el resto de nuestra tarea (si hay tiempo) consiste en intentar validarla. En general, solo cuando resulte evidente que no es correcta se puede intentar generar una segunda hipótesis. Es un proceso relativamente rápido y nos conduce a producir un mensaje claro para el cliente. Que es lo que la inteligencia le promete: reducir su incertidumbre.

Un uso más riguroso de las técnicas analíticas estructuradas (en primer lugar, de ACH), “incrementa la incertidumbre y complica la adopción de decisiones”[9]. Algo que no necesariamente será bien recibido por los clientes. Lo mejor que ACH ofrece (la generación de hipótesis alternativas, con la conciencia de que la realidad puede ser más complicada de lo que a primera vista parece) no es lo que ellos buscan: seguridad, certidumbre.

¿Hay solución? Sí y no. Sí la hay si los clientes llegan a tener una actitud sofisticada ante el proceso de toma de decisiones y utilizan no solo lo que saben, sino también lo que ignoran. Los known unknowns[10]. La conciencia de sus lagunas de conocimiento los hará, en muchos casos, ser más prudentes, lo que no necesariamente es una mala opción.

Y esa sería la valiosa contribución de la inteligencia (ACH mediante) al proceso de toma de decisiones. No es de extrañar que políticos como el que fuera presidente de Estados Unidos, Lyndon Johnson, la comparen con su vaca Bessie, echando a perder con su sucio rabo un cubo lleno de leche.

 

[1]     Jervis, R. (2010). Why Intelligence and Policymakers Clash. Political Science Quarterly, vol. 125, no. 2. P. 185.

[2]     «The primary purpose of intelligence is to reduce uncertainty». Véase Fingar, T. (2011). Reducing Uncertainty: Intelligence Analysis and National Security. Stanford University Press. P. 35.

[3]     Según se explica en Heuer, R.J, Jr. (1999). Psychology of Intelligence Analysis. Center for the Study of Intelligence (CIA). Disponible en

[4]     Por ejemplo, en Díaz Fernández, A.M. (2013). Diccionario LID Inteligencia y Seguridad. Madrid, LID Editorial Empresarial. P, 36-37.

[5]     Evidencia anecdótica sugiere que los analistas de inteligencia utilizan raramente ACH en situaciones reales, probablemente por falta de tiempo. Quizá también (al menos, en parte) porque esta técnica no ofrece los resultados que los clientes desearían.

[6]     Puede encontrarse un tutorial en la siguiente dirección: https://www.youtube.com/watch?v=c16QDwLk53o.

[7]     Para una explicación más sofisticada, véase Pillar, P. (2011). Intelligence and U. S. Foreign Policy. Columbia University Press. P. 7.

[8]     Conan Doyle, A. (1890). The Sign of the Four, Capítulo 6.

[9]     Marrin, S. (2017). Why strategic intelligence analysis has limited influence on American foreign policy. Intelligence and National Security, 32,6. P. 730. https://doi.org/10.1080/02684527.2016.1275139.

[10]     «También sabemos que hay incógnitas conocidas; es decir, sabemos que hay cosas que ignoramos”. Brifin del Secretario de Defensa norteamericano Donald Rumsfeld el 12 de febrero de 2002. https://archive.ph/20180320091111/http://archive.defense.gov/Transcripts/Transcript.aspx?TranscriptID=2636 (acceso: 12.11.2023).

 

 

Un proyecto ruso de revista sobre estudios de inteligencia

Building a significant body of research on intelligence outside of the Anglosphere has the potential to create new ‘black holes’ driving the evolution of the wider universe of Intelligence Studies away from cultural biases. This diversification will require skilled and driven researchers who understand non-Anglophone cultures and are ready to explore intelligence practices and cultures in countries where their research may not be particularly welcome.

 

Damien Van Puyvelde y Sean Curtis (2016)[1] 

 

 

Hace pocas semanas, se publicaba en Rusia el número piloto de Невидимое Измерение (Nevidimoie Izmerenie, La Dimensión Invisible), que aspira a ser un referente de calidad entre las revistas en lengua rusa sobre temas de inteligencia. El promotor de esta iniciativa es el Laboratorio Intelligence Express (LIEKS), que en su página web (https://www.intelligence-express.ru/) explica sus propósitos de la siguiente manera:

El LIEKS surge con el objetivo de analizar y sistematizar información abierta relacionada con las actividades de los servicios de inteligencia en todo el mundo, resumiendo experiencias, problemas, fortalezas y debilidades, así como errores de cálculo en diferentes etapas históricas. En el extranjero, esta actividad se denomina “Estudios de Inteligencia”.

Desde un punto de vista práctico, nos parece interesante y útil:

  • estudiar las transformaciones históricas de los servicios de inteligencia, tanto activos como aquellos que han desaparecido o han perdido importancia, a lo largo de sus diversas trayectorias históricas;
  • evaluar el impacto de los cambios en la actuación de los servicios de inteligencia tanto en el éxito como en el de las políticas exteriores e interiores de los diversos estados.

Como primer paso, LIEKS planea comenzar a publicar un almanaque trimestral con el objetivo de publicar en sus páginas electrónicas materiales históricos y analíticos de interés, en general no publicados anteriormente en el espacio informativo ruso. También está previsto publicar investigaciones de autores propios e invitados sobre la inteligencia y sus áreas de empleo.

Los codirectores de LIEKS y de la revista son Ruslan Nikolaievich Pujov y Rustam Zagidullovich Churiakov. Pujov es un conocido periodista especializado en asuntos de defensa, director del CAST (Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías) de Moscú y, en calidad de tal, moderador de la conferencia anual The Ogarkov Readings. En medios occidentales, se le considera próximo al GRU, el servicio militar ruso[2]. Churiakov, por su parte, es un ingeniero militar, coronel retirado (desde 1992), que se ha dedicado durante las últimas décadas a trabajos de consultoría en el marco de la defensa. Ninguno de ellos es conocido por publicaciones relacionadas con la teoría o la práctica de la inteligencia.

 

Revistas sobre inteligencia

En uno de los artículos del número piloto (Исследования разведки: специализированные издания и экспертное сообщество, El estudio de la inteligencia: publicaciones especializadas y comunidad de expertos, pp. 63-66), la redacción hace un repaso de las revistas más importantes que se publican en el mundo sobre temas de inteligencia. Traducimos literalmente[3]:

Los estudiosos de la inteligencia tienen hoy a su disposición un gran volumen de literatura científica, incluidas decenas de revistas, que se pueden dividir en cuatro grupos principales:

  1. Revistas científicas revisadas por pares publicadas por grandes editoriales. Por ejemplo:

 – Intelligence and National Security;

 – International Journal of Intelligence and CounterIntelligence;

 – Journal of Intelligence History;

 – The International Journal of Intelligence, Security, and Public Affairs;

 – Journal of Policing, Intelligence and CounterTerrorism.

  1. Revistas científicas revisadas por pares publicadas por universidades y organizaciones privadas. Por ejemplo:

– Central European Journal of International and Security Studies (Universidad Metropolitana de Praga).

– Texas National Security Review (Universidad de Texas).

– Journal of European and American Intelligence Studies (Instituto de Investigación para Estudios Europeos y Americanos, RIEAS, de Grecia).

– The Scandinavian Journal of Military Studies, publicado conjuntamente por el Colegio Universitario de la Defensa de Noruega, la Universidad de la Defensa de Suecia, el Centro de Estudios Militares de la Universidad de Copenhague, el Centro Sueco para el Estudio de las Fuerzas Armadas y la Sociedad, y el Real Colegio Danés de Defensa.

– American Intelligence Journal, publicado por la Fundación Nacional de Inteligencia Militar (Estados Unidos).

–  Journal of Intelligence and Analysis, de la Asociación Internacional de Analistas de Inteligencia Criminal (IALEIA).

  1. Revistas publicadas por think tanks, como por ejemplo:

– RUSI Journal (The Royal United Services Institute – Reino Unido);

– Jane’s Defense and Intelligence Review (Reino Unido).

  1. Revistas publicadas por agencias de inteligencia u organizaciones afiliadas a ellas. Por ejemplo:

– Studies in Intelligence (CIA).

– Romanian Intelligence Studies Review (SRI).

La mayoría de las revistas mencionadas comenzaron a publicarse en los últimos veinte años. Entre todas estas publicaciones, dos revistas líderes han tenido un impacto significativo en el campo de los estudios de inteligencia: Intelligence and National Security y el International Journal of Intelligence and Counterintelligence. Entre ambas, han publicado alrededor de 2.300 artículos. Curiosamente, las dos se fundaron en 1986 para dar respuesta a la creciente necesidad de estudiar la comunidad de inteligencia.

Intelligence and National Security, fundada por el historiador Christopher Andrew (Universidad de Cambridge) y Michael Handel (U.S. Army War College), ha representado un papel importante en el desarrollo de la disciplina académica de los estudios de inteligencia al proporcionar una plataforma para fomentar el debate académico y la investigación seria sobre la inteligencia y su papel en las relaciones internacionales. Según los estándares académicos de la revista, los editores utilizan una revisión «doble ciego» con la participación de dos a cuatro revisores externos para justificar las decisiones sobre la publicación posterior de los artículos recibidos.

International Journal of Intelligence and CounterIntelligence también se centra en el desarrollo de la disciplina académica de los estudios de inteligencia, pero sus orígenes y evolución han estado marcados por un deseo más pronunciado de dar servicio a los profesionales de esta materia. (…) La audiencia de la revista incluye profesionales de la comunidad de inteligencia, investigadores de inteligencia y el público en general. La revista no utiliza el método de revisión “doble ciego”. En sustitución de él, un consejo editorial formado por oficiales de inteligencia en servicio y retirados, así como expertos académicos, revisa los artículos recibidos y decide si se publican.

A pesar de estas diferencias editoriales, ambas revistas han representado y siguen representando un papel importante en el desarrollo de los estudios de inteligencia en Occidente.

A lo largo de casi cuarenta años de actividad, en torno a estas revistas se ha formado y desarrollado una comunidad de expertos, cuyos miembros imparten estudios de inteligencia en instituciones de educación superior, publican periódicamente artículos y libros y tienen una amplia presencia en las redes sociales.

Además, las numerosas conferencias y seminarios organizados bajo los auspicios de estas revistas son acontecimientos emblemáticos para muchos expertos en inteligencia.

 

Panorama en la URSS y en la Rusia actual

Ni en Rusia ni la antigua URSS se han publicado nunca revistas abiertas que traten de asuntos de inteligencia con niveles de calidad similares a los de las revistas occidentales. Las publicaciones que han existido en el pasado y existen en estos momentos son las siguientes:

  • Сборник КГБ СССР (Recopilación del KGB de la URSS), publicada en la URSS a partir de 1959. Clasificada alto secreto.
  • Труды высшей школы КГБ (Actas de la Escuela Superior del KGB), publicada también en la URSS desde 1970 y, al igual que la anterior, clasificada alto secreto. Según el artículo que estamos siguiendo, estas dos revistas, “por la profundidad de los análisis y por las cuestiones que en ellas se trataban, (…) eran muy superiores a Studies in Intelligence, la revista de la CIA».
  • Служба безопасности — новости разведки и контрразведки (Servicio de Seguridad: noticias de inteligencia y contrainteligencia), publicada entre septiembre de 1991 y marzo de 1999, inicialmente bajo égida del Centro de Relaciones Públicas del KGB de la URSS y, más tarde, del FSB de Rusia. Era una revista de divulgación y, en sus ocho años de existencia, llegó a publicar diecinueve números.
  • Экспорт вооружений (Eksport vooruzhenii, Exportación de armamento)[i], revista publicada por el Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías (CAST). En alguno de sus artículos, aborda temas relacionados con la inteligencia, aunque no es una revista especializada en este terreno. El que sea mencionada obedece, probablemente, al hecho de que Ruslan Pujov, uno de los promotores de Nevidimoie Izmerenie, sea también el director de CAST.
  • Разведчик (Razvedchik, El Oficial de Inteligencia)[ii], publicada por el SVR (servicio exterior ruso), desde diciembre de 2022. Tiene carácter de divulgación y está particularmente interesada en cuestiones históricas.

Como vemos, en Rusia (como, anteriormente, en la URSS) faltan publicaciones que traten de una manera moderna cuestiones como las técnicas de inteligencia o el papel de la inteligencia en proceso de toma de decisiones. Investigadores académicos y apparatchiki suplen esta carencia recurriendo a publicaciones occidentales. Como señala Nevidimoie Izmerenie. “según el sitio web Intelligence Online, en 2018 la Administración Presidencial se suscribió a la revista del Royal United Services Institute (RUSI) y a Jane’s».

 

Conclusiones: tres ideas para retener

1) En la tradición rusa y soviética, la inteligencia consiste, sobre todo, en el descubrimiento de hechos (importantes) que el adversario quiere mantener ocultos. El análisis no tiene en este esquema un papel importante. Más que de análisis, deberíamos hablar de “procesamiento” de la información[4].

2) El propio Putin comparte este enfoque clásico rusosoviético de la inteligencia. En su tradicional conferencia de prensa navideña de 2013 (19.12.2013), afirmó: “De todos modos, es imposible leer un volumen así [de noticias de inteligencia], y resulta inútil leer extractos. De nada sirve leer las notas analíticas de los servicios de inteligencia[5], porque no son hechos, sino opiniones de analistas. (…) O bien se tiene una absoluta confianza en estos analistas y se conoce personalmente al que escribe, sus opiniones, sus puntos de vista… (…) O bien hay que leer los documentos originales. Pero es imposible leer todos los originales de estas interceptaciones, en miles de millones de copias. Resulta obvio”[6].

3) Todas las revistas que se citan en este artículo están en lengua inglesa y, de una u otra forma, son tributarias de la gran literatura sobre inteligencia surgida en países anglosajones. El problema es que esa literatura surge en un contexto muy concreto y presupone una forma (una serie de formas emparentadas entre sí) de organizar el proceso de toma de decisiones y de definir el papel de la inteligencia dentro de él. En una Rusia que apuesta por la multipolaridad efectiva, quizá sería más natural abrirse a otras perspectivas. Por ejemplo, siguiendo de cerca lo que se se publica en lenguas diferentes del inglés.

 

[1]     Van Puyvelde, D. & Curtis, S. (2016) ‘Standing on the shoulders of giants’: diversity and scholarship in Intelligence Studies, Intelligence and National Security, 31:7, 1040-1054, DOI: 10.1080/02684527.2016.1185323. P. 1048.

[2]     Allegedly GU-linked Ruslan Pukhov launches new intelligence magazine. Intelligence Online, 29.08.2023. https://www.intelligenceonline.com/government-intelligence/2023/08/29/allegedly-gu-linked-ruslan-pukhov-launches-new-intelligence-magazine,110036952-art (acceso: 11.10.2023).

[3]     En lo sucesivo, todo el texto en cursiva es traducción del original ruso que comentamos.

[4]     Resulta muy instructivo leer el artículo dedicado al análisis de inteligencia en la versión rusa de Wikipedia. Анализ разведывательной информации. (2023, 17 de marzo). Wikipedia, the free encyclopedia. https://ru.wikipedia.org/?curid=2953692&oldid=129280788 (acceso: 11.10.2023).

[5]     En léxico ruso y soviético, “servicios especiales” son los que en léxico occidental se llamarían “servicios de inteligencia y seguridad”.

[6]     Пресс-конференция Владимира Путина 19 декабря 2013 года, 17:00 Москва (Conferencia de prensa de Vladimir Putin, 19 de febrero de 2013, a las 17:00 hora de Moscú). http://www.kremlin.ru/news/19859 (acceso: 19.12.2014).

[i]      http://cast.ru/products/zhurnal-eksport-vooruzheniy/

[ii]     http://svr.gov.ru/zhurnal-razvedchik.htm

 

Inteligencia sobre Rusia: los viejos analistas nunca mueren (¿o sí?)

Mr. Powers: I don’t want any more economists, sages, or oracles bombinating over our cables. I want a reporter! Somebody who doesn’t know the difference between an -ism and a kangaroo. A good, honest crime reporter. That’s what the Globe needs. That’s what Europe needs!.

Foreign Correspondent, Alfred Hitchcock (1940)

 

José Miguel Palacios, 18 de septiembre de 2023

La comunidad occidental de inteligencia llegó al final de la Guerra Fría con una buena comprensión del mundo soviético y un importante número de analistas especializados en su estudio. El llamado “dividendo de la paz”[1] la afectó y, poco a poco, el conocimiento acumulado durante décadas, la sobresaliente capacidad analítica alcanzada, se fueron degradando. Con el tiempo, los analistas sovietólogos se fueron retirando o se reconvirtieron hacia otros temas o regiones (por ejemplo, la exYugoslavia en los años noventa; Afganistán, Iraq, Siria y el terrorismo en la década siguiente).

 

En los últimos años, Rusia ha vuelto a ser un objetivo importante para la comunidad occidental de inteligencia[2]. Y esta tiene que hacerle frente con unos medios humanos e intelectuales mucho más modestos que los que poseía hace tres décadas. Probablemente, ha sido posible recuperar a algún viejo kremlinólogo. Probablemente, un cierto número de analistas expertos en otras áreas o temáticas ha pasado a trabajar sobre temas rusos. Irremediablemente, una parte sustancial de los analistas que están encargándose del trabajo deben de ser jóvenes con escasa experiencia.

 

En las próximas líneas, ofrezco una breve discusión (personal y, por tanto, discutible) de las ventajas e inconvenientes de estos tres grandes grupos de analistas.

 

Los viejos kremlinólogos (Cold War Warriors)

Algunas de las ventajas asociadas con una larga experiencia como analistas, con décadas dedicadas al conocimiento de Rusia y del mundo postsoviético son:

 

  • Memoria: excelente conocimiento de los antecedentes.
  • Contexto: buena comprensión del entorno en que viven y actúan los líderes que investigamos, del espacio en el que desarrollan los procesos que nos interesan.
  • Capacidad para seguir líneas de investigación muy variadas en temas que, a primera vista, no resultan obvios.

 

No todo son ventajas, sin embargo. Algunos problemas de los que frecuentemente adolecen analistas de este tipo son:

 

  • Resistencia a reconocer señales de cambio. Tienden a interpretar todos los hechos que observan de acuerdo con los esquemas explicativos que su larga experiencia les ha hecho adoptar. Esquemas que, con frecuencia, se resisten a modificar.
  • Tendencia a invadir el campo de acción del cliente político. Convencidos de que saben más y/o mejor que otros participantes en el proceso de toma de decisiones, algunos de ellos caen en la tentación de dar el siguiente paso: desarrollar una preferencia marcada por determinadas líneas de acción y valerse de su conocimiento especializado para intentar imponerlas.

 

Analistas experimentados, sin buen conocimiento de la zona

El uso de este tipo de analistas experimentados suele estar asociado a importantes ventajas:

 

  • El haber tenido que enfrentarse a lo largo de su carrera con temas diversos les ha hecho (al menos, en muchos casos) prestar más atención a la metodología del análisis, a perfeccionar el uso de una serie de técnicas que les permiten abordar con éxito cuestiones muy distintas. Por el contrario, los superespecialistas, dedicados durante décadas al mismo tema, pueden tener una tendencia excesiva al uso de métodos intuitivos, no sistemáticos.
  • La experiencia en diversos temas les puede permitir establecer conexiones transregionales o utilizar las lecciones aprendidas en uno de ellos para mejorar la comprensión de otro[3].

 

Su principal desventaja es producto de su larga experiencia (exceso de confianza en su propia capacidad), unida a su insuficiente conocimiento del tema concreto que están analizando. Esta combinación puede llevarlos a minusvalorar lo que cada país, región o tema, tienen de específico y a intentar reconducir el análisis de personajes, decisiones y situaciones hacia esquemas ya conocidos, que les han dado buenos resultados en otras circunstancias.

 

Analistas noveles

En una disciplina como la inteligencia, en la que la experiencia suele considerarse una parte importante del bagaje intelectual de los analistas, pueden obviarse algunas de las ventajas comparativas que poseen los más noveles. Por ejemplo:

 

  • Entrenamiento más reciente y moderno.
  • Mayor familiaridad con técnicas y herramientas actuales (en particular, con las proporcionadas por la inteligencia artificial).
  • Humildad: en la mayor parte de los casos, no creerán que “se las saben todas”.
  • Ímpetu: tienen que luchar para “hacer carrera”.
  • Facilidad para reconocer elementos de cambio, novedades en la actuación de líderes o en la evolución de temas. 

 

En la parte negativa, resulta obvio que la escasa profundidad de su conocimiento específico del tema objeto de análisis, así como la falta general de experiencia, pueden llevarles en algunas ocasiones a cometer errores analíticos graves[4].

 

 

¿Qué hacer?

 

Al final, el trabajo hay que hacerlo con los medios (humanos y materiales) de los que se dispone. En el caso concreto del actual conflicto de Occidente con Rusia, los gestores de organizaciones y equipos de inteligencia se enfrentan al reto de optimizar el uso de los recursos que tienen en sus manos (o que pueden movilizar en un plazo de tiempo necesariamente breve) a fin de ofrecer el mejor producto posible. Algunas ideas:

 

  • Para aquellas cuestiones de inteligencia estratégica en las que resulte fundamental poseer (y ser capaz de transmitir) una buena compresión del contexto, así como de las motivaciones de los actores principales, siempre es bueno contar con analistas veteranos que posean un amplio y profundo (también en el tiempo) conocimiento del tema. Y si la organización no posee (o no posee ya) este tipo de analistas, tendrá que buscarlos en las llamadas “reservas de inteligencia”.
  • Para inteligencia estratégica, cuando se trata de ver el “juego global” y trascender el problema concreto que nos ocupa, es bueno confiar en analistas veteranos con experiencia en varias regiones o temas. Aquellos que, además, hayan trabajado en estrecho contacto con los clientes políticos (o dentro de estructuras políticas) estarán particularmente bien preparados para ofrecer un buen producto de este tipo.
  • Cuando se trata de formular predicciones acertadas, tanto a nivel estratégico como operacional o táctico (alerta temprana), hay que contar con “superpronosticadores”, es decir, con analistas con una capacidad especial y probada para prever la evolución de la situació. No siempre los analistas expertos son buenos pronosticadores[5].
  • Para análisis táctico y operacional, particularmente cuando se realiza sobre la base de un potente sistema de obtención, los grandes expertos de área tienen pocas ventajas; el trabajo se puede hacer perfectamente con generalistas bien entrenados (incluso noveles), sobre todo si tienen una buena comprensión de los medios y técnicas más modernos.

 

La inteligencia, como disciplina, puede compararse a una buena paella. Admite todo tipo de ingredientes, siempre que se combinen con arte y se añadan a una base sólida. Un buen “coupage”, con aportaciones de origen muy diverso, es a menudo la solución óptima para dar una respuesta adecuada a los problemas con los que la inteligencia debe enfrentarse.

 

[1]     De hecho, la aparición de este concepto es anterior a la desintegración del bloque soviético. Las discusiones sobre el “dividendo de la paz” eran ya muy populares en 1989, tanto en publicaciones académicas como en otros textos especializados. Véase, por ejemplo, Treverton, G.F. (1989/1990). The defense debate. Foreign Affairs, Vol. 69, No. 1. Pp. 183-196. https://doi.org/10.2307/20044294.

[2]     Aquí, estamos dando por supuesto que la “comunidad occidental de inteligencia” existe. Quizá se trate de una cuestión que merezca una consideración más detallada, sobre la base de una sólida definición de “comunidad de inteligencia”.

[3]     El Embajador norteamericano Robert C. Frasure, enviado especial a Bosnia-Hercegovina en 1995 (falleció el 19 de agosto, en un accidente de automóvil cerca de Sarajevo), había desarrollado gran parte de su carrera en diversos países de África. Por aquellos meses, se decía en Belgrado (medio en broma, medio en serio) que quizá no fuese mala idea que un experto en cuestiones tribales africanas intentara encontrar una salida al conflicto de la antigua Yugoslavia.

[4]     Durante el conflicto de la antigua Yugoslavia, una parte sustancial de los funcionarios internacionales desplegados en la zona rotaba rápidamente, lo que se traducía en una pérdida casi irrecuperable de “memoria histórica”. En 1995-96, se comentaba en Belgrado que algunos personajes locales habían utilizado este continuo cambio de interlocutores para “reinventarse”, alterando partes importantes de su biografía (en particular, de sus ideas, conexiones y posturas pasadas). Un ejemplo bastante jocoso puede encontrarse en la película Gori Vatra, de Pjer Žalica, una versión bosnia del Bienvenido Mister Marshall de García Berlanga. Véase https://es.wikipedia.org/wiki/Gori_vatra.

[5]     Philip Tetlock ha demostrado empíricamente que en algunas cuestiones, buenos analistas con una gran experiencia ofrecen predicciones que apenas son mejores que las que ofrecería un juego puro de azar. Véase Tetlock, P. E. (2005). Expert political opinion, how good is it? How can we know. Princeton, NJ: Princeton University Press. También Scoblic, J. P.; Tetlock, P. E. (2020). A Better Crystal Ball. Foreign Affairs. Vol. 99 Issue 6. Pp. 10-18.

 

 

 

El lenguaje de los informes de inteligencia

 

José Miguel Palacios, 1 de junio de 2023

Cuando consideran las diferentes fases del ciclo de inteligencia[1], académicos y profesionales suelen centrar su atención en las dos centrales, la obtención y la elaboración. Algunos autores, sobre todo aquellos más sensibles a los problemas de planeamiento, discuten también la primera fase, la de dirección. Más raramente encontramos referencias a la cuarta fase, la de difusión, “mediante la cual se hace llegar oportunamente el producto de inteligencia al usuario”[2].

Y, sin embargo, la fase de difusión tiene una importancia fundamental. Si queremos que la inteligencia sirva de verdad, si pretendemos que sea una contribución válida dentro del proceso de toma de decisiones, deberemos prestar una gran atención a lo que llegan a asimilar los destinatarios finales. Lo que la inteligencia-organización ha sido capaz de producir, pero no es bien comprendido por los clientes y, por ello, no se incorpora a su memoria operativa”, no sirve de nada[3].

Por ello, la forma en que el producto de inteligencia (es decir, el resultado del trabajo de la organización) se presenta a los destinatarios finales tiene una enorme importancia. Los informes de inteligencia no son obras literarias y con ellos no se espera alcanzar un determinado nivel de belleza formal. El objetivo básico es que sean fáciles de entender y que su contenido se retenga sin dificultad y pueda ser utilizado por los destinatarios en el momento en que lo necesiten. Y sobre este problema es sobre lo que vamos a hablar en esta entrega del blog.

 

Escribir como para la radio

A menudo, los productos de inteligencia son presentados en forma oral a los clientes y demás consumidores[4], lo que obliga a que sean breves y tengan una estructura sencilla. Pero incluso los informes escritos se enfrentan con problemas similares. La edición 2014 del libro de estilo de la inteligencia europea indicaba en su primera página que “nuestros lectores son personas ocupadas y nuestros informes tienen que competir por su atención con muchos otros documentos”[5]. Por ello, los productos de inteligencia, tanto orales como escritos, se enfrentan a problemas similares a los que afectan a las noticias de la radio: consumidor (oyente) a menudo distraído, cuya atención hay que conseguir, e imposibilidad de volver atrás para oír de nuevo una frase o párrafo que no se haya entendido bien.

En lo que sigue, se exponen algunos consejos que el formador colombiano Tito Ballesteros[6] ofrece para mejorar la redacción de los programas de radio. Todos ellos son aplicables a los productos de inteligencia:

1) “Las oraciones deben seguir la estructura simple de “sujeto + verbo + predicado” y ser lo más cortas posibles”.

2) “Cada oración deberá estar separada de la otra por un punto y seguido”.

3) “Lo más recomendable es que cada oración tenga 20 palabras como máximo”.

4) “Los párrafos deben tener cuatro líneas como máximo y deben tener al menos dos oraciones separadas por punto y seguido”.

5) “Cuando en un párrafo existen oraciones subordinadas lo mejor es usar puntos y seguido y convertirlas en oraciones simples (sujeto+verbo+predicado). (…) Cuando las utilizamos (…) es más probable que las personas que nos escuchan no entiendan el mensaje. Por esta razón es mejor eliminarlas por completo”.

6) “El primer párrafo de una nota debe resumir el enfoque o la noticia, pues de esto depende si se despierta o no el interés [del consumidor] (…). En ocasiones suele ocurrir que lo más importante de la nota se menciona en los últimos párrafos, lo que puede convertirse en un grave error, tomando en cuenta que la atención debe captarse desde el primer instante”.

7) “Cuando sea necesario, debemos dedicar en la redacción al menos un párrafo al contexto o los antecedentes, con el fin de asegurar una comprensión de la noticia”.

8) Hay que evitar los gerundios. “Son una forma del verbo que indica acción, pero que no está definida por el tiempo ni por el número. No lo usamos porque siempre va acompañado de otro verbo “estar”, así que lo más recomendable es buscar una forma más breve y sencilla de decir nuestra idea”.

9) Hay que evitar también los adverbios terminados en mente”. “Estas terminaciones siempre se pueden sustituir por palabras simples, cortas y más fáciles de pronunciar”.

10) Tampoco debemos introducir varios verbos en la misma oración. “Nuestra redacción y locución serán más claras, breves y sencillas si evitamos usar varios verbos seguidos en una sola oración”.

 

Lenguaje inclusivo

En los últimos años, la creciente popularidad del llamado “lenguaje inclusivo” y otras formas de lenguaje políticamente correcto hace que nos planteemos en qué medida debemos utilizarlo en los informes de inteligencia. Y, por desgracia, es un problema sin ninguna buena solución.

En principio, en los informes de inteligencia debería evitarse el lenguaje políticamente correcto. Por dos motivos, el primero, porque su uso hace que los escritos sean más largos y difíciles de comprender, algo que va directamente en contra de lo que hemos propugnado en el párrafo anterior. El segundo, porque un lenguaje políticamente correcto presupone la existencia de una cierta cosmovisión que trasladaremos al cliente/consumidor, lo que introducirá un sesgo que, quizá, ninguno de ninguno de los que participamos en el proceso seamos capaces de detectar.

Por otra parte, las organizaciones clásicas de inteligencia forman parte de la administración del estado y están obligadas a seguir las normas de estilo que la administración haya adoptado. En la gran empresa, ocurre algo similar. Además, algunos clientes/consumidores están muy sensibilizados y reaccionarán con irritación ante casos de uso de las formas tradicionales del lenguaje (con lo que se perderá el mensaje que la inteligencia quiere transmitir).

La Real Academia Española se ha referido recientemente a algunos de los problemas que plantea el “lenguaje inclusivo”: “Algunos autores y guías de lenguaje no sexista reducen la obligación de utilizar los desdoblamientos de género al lenguaje administrativo, así como a contextos de cierta solemnidad. Este intento de limitación es loable, pero también se ha de practicar con tiento. En estos momentos, el lenguaje administrativo se halla en un proceso que persigue la sencillez, la inteligibilidad, la claridad, la aproximación al lenguaje llano. Los documentos jurídicos y administrativos difícilmente soportarían más complejidades.”[7]

Lo dicho. No hay solución posible y no queda otra que dejarse guiar por el sentido común y aceptar la solución que en cada momento y lugar parezca la menos mala.

 

Conclusión

Tres ideas principales que deberíamos retener:

1) La difusión (transmisión al cliente/consumidor final) es una fase clave del ciclo de inteligencia. Solo lo que el cliente/consumidor final llega a asimilar tiene importancia.

2) Como regla general, los productos de inteligencia deben redactarse en lenguaje claro y simple.

3) Los modernos lenguajes políticamente correctos plantean un problema importante en la redacción de productos de inteligencia. No es posible (al menos, no lo es en estos momentos) dar ideas claras y de validez universal sobre la medida en que estos lenguajes deben ser utilizados en la redacción de productos de inteligencia.

 

[1]              Para una descripción general del ciclo de inteligencia y una discusión en detalle de sus cuatro fases, véase Jiménez Villalonga, Rafael (2020, 2 de abril). El ciclo de Inteligencia: una explicación didáctica. Global Strategy Report 22/2020. https://global-strategy.org/el-ciclo-de-inteligencia-una-explicacion-didactica/ (acceso: 11.04.2023). El ciclo es un modelo ideal y no representa más que de manera aproximada el funcionamiento real del proceso de inteligencia. Para detalles sobre las insuficiencias del ciclo clásico y posibles formas de contrarrestarlas, véase Jordán, Javier (2016, 18 de enero). Una revisión del ciclo de inteligencia. Análisis GESI 2/2016. https://www.ugr.es/~jjordan/2-2016.pdf (acceso: 11.04.2023).

[2]              Jiménez Villalonga. Op.cit.

[3]              No sirve de nada en el esquema simplificado que traduce el ciclo. En la realidad, la organización también trabaja para acrecentar su conocimiento y su destreza, algo que le ayudará a proporcionar productos de mayor calidad en el futuro. Desde este punto de vista (no recogido de manera explícita en el ciclo clásico), resultados no bien asimilados por los clientes pueden también tener cierto valor.

[4]              Pueden encontrarse numerosas referencias en la obra publicada por la CIA A Consumer’s Guide to Intelligence. https://es.scribd.com/document/16981173/CIA-Publication-A-Consumer-s-Guide-to-Intelligence (acceso: 31.05.2023).

[5]              EEAS (2014). SIAC Style Manual, 2014 edition. Ref. Ares(2014)3709683 – 07/11/2014. Disponible en el Registro General del Servicio Europeo de Acción Exterior.

[6]              Ballesteros López, T. (2023, 10 de Marzo). Manual de redacción para radios. Blog Radio en América (El Tiempo). https://blogs.eltiempo.com/radio-en-america/2023/03/10/manual-de-redaccion-para-radios/ (acceso: 15.03.2023).

[7]              Real Academia Española (2020). Informe de la Real Academia Española sobre el  lenguaje inclusivo y cuestiones conexas. P. 57. https://www.rae.es/sites/default/files/Informe_lenguaje_inclusivo.pdf (acceso: 27.03.2023).

 

 

 

La guerra de Ucrania: ¿hacia una nueva inteligencia?

From a purely pragmatic point of view, this predictive strategy is a win-win. If the predicted event occurs, it validates the initial analysis a posteriori (that being said, the possibility of a self-fulfilling prophecy cannot be ruled out). If the event does not occur, the deterrent effect is deemed effective – instead of leading to the conclusion that the initial prediction was based on a flawed analysis.

Yvan Lledo-Ferrer[1]

 

José Miguel Palacios, 3 de mayo de 2023

Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la serie de conflictos que, directa o indirectamente, derivaron de ellos (Irak, Afganistán, Siria, etc.), la inteligencia occidental ha estado orientada preferentemente hacia temas de seguridad[2]. Para los gobiernos, la lucha contraterrorista se convirtió en una prioridad absoluta y los servicios de inteligencia de todas las “familias” temáticas (exteriores, interiores, militares y técnicos) intentaron poner una parte substancial de los medios y recursos de que disponían al servicio de este objetivo común. Nuevas amenazas que a lo largo de estas dos últimas décadas fueron cobrando importancia (lucha contra el crimen organizado, ciberseguridad, contraproliferación, etc.) tienen también un carácter preferentemente securitario.

Pero nada es eterno. Nuevos desafíos inducen cambios importantes en las organizaciones. Yvan Lledo-Ferrer[3], un experto francés en cuestiones de inteligencia, acaba de compartir con los interesados en estas cuestiones una reflexión sobre la forma en que la guerra de Ucrania está afectando a nuestra visión de la disciplina. Lo ha hecho en un artículo corto que vale la pena leer con atención.

 

Mis dos peniques

Con independencia de que Yvan Lledo-Ferrer nos ofrezca algunas respuestas, su artículo es, ante todo, una invitación a que participemos en el debate que él nos propone, a que pongamos encima de la mesa nuestros dos peniques, que dirían los ingleses. Se trata de pensar cómo puede/debe ser la inteligencia en ese futuro que ya está aquí[4]. A la luz de la experiencia del conflicto de Ucrania, podemos avanzar algunas tendencias:

  1. a) La inteligencia militar, táctica y operacional, tendrá mayor importancia y en los países más avanzados absorberá una parte sustancial de los recursos económicos disponibles. Las modernas armas de alta precisión pueden marcar la diferencia en el campo de batalla, pero para que ello sea así el sistema debe ser alimentado con informaciones precisas (sobre localización de objetivos y amenazas), obtenidas y difundidas en tiempo real. En este terreno, estar a la altura de los tiempos terreno exige una altísima inversión en tecnología avanzada, que, además, hay que renovar de manera periódica.
  2. b) La inteligencia política clásica volverá a primer plano, tras dos décadas en que muchos servicios de inteligencia adoptaron un perfil casi policial. Cuestiones como las intenciones de líderes clave, el comportamiento de la población y la evolución de la economía (en los países objetivo) volverán a ser vistas como extremadamente relevantes.
  3. c) Mucha de la inteligencia de mayor interés para los decisores tendrá carácter prospectivo. Esto creará una paradoja insoluble para los interesados en el “control de calidad”: por la propia naturaleza de la prospectiva, será muy difícil determinar si el trabajo de la inteligencia es correcto o no, ya que las medidas preventivas que nuestro liderazgo político adopte modificarán necesariamente el futuro que la inteligencia había previsto[5]. Sin una gran confianza de los decisores en sus servicios de inteligencia, los productos de estos no tendrán más peso en el proceso político que las opiniones de fuentes alternativas de valoraciones estratégicas, como son asesores o periodistas.
  4. d) El apoyo a la comunicación estratégica (o “propaganda”) del propio bando pasa a ser una de las funciones principales de la inteligencia estratégica. Para que sea efectiva, para que la postura del servicio resulte convincente para la población, es importante que el gobierno realice un gran esfuerzo para cuidar el perfil público de su inteligencia, es decir, su prestigio profesional ante la sociedad a la que sirve[6]. Ello requeriría la reorientación, al menos parcial, de las prioridades de la llamada “cultura de inteligencia”: en lugar de centrarse en conseguir que los ciudadanos apoyen los presupuestos que se asignan a los servicios, debería buscar que acepten como buenas las informaciones y análisis que proceden de ellos.

 

¿Vamos en esa línea?

En una comparecencia pública desarrollada el 17 de abril de 2023, el Director de Inteligencia del CNI “explicó las cuatro áreas en las que se centra actualmente la inteligencia: inmigración ilegal, contraterrorismo, contrainteligencia y contraproliferación de armas no convencionales”[7]. Se trata de cuatro objetivos de carácter parapolicial que encajan perfectamente en el paradigma de inteligencia surgido tras los atentados del 11 de septiembre. No son reflejo de la inteligencia que viene, sino de la que hemos conocido durante las dos últimas décadas.

En cualquier caso, hay que tener en cuenta que, por la propia naturaleza de la inteligencia, las directivas y otras órdenes que los servicios reciben del gobierno no pueden ser conocidas en todos sus detalles. Y, como en la mencionada comparecencia se indicaba, “la pandemia de la covid-19, (…) y la ‘agresión’ a Ucrania por parte de la Federación Rusa han intensificado el ritmo de los cambios en los tres últimos años”[8].

 

En cualquier caso…

El gran problema de cualquier ejercicio, formal o informal, de “lecciones aprendidas” es que está enfocado a ganar la última guerra, no la próxima. Y podemos estar seguros: cualquier conflicto futuro será diferente del creado por la guerra de Ucrania (y, por cierto, también de la llamada “guerra contra el terror”, desencadenada a raíz de los atentados de las Torres Gemelas). Seguir ciegamente las lecciones del conflicto actual nos conducirá a estar mal preparados para el próximo.

Como ha ocurrido tantas veces a lo largo de la historia, la clave del éxito está en estudiar lo que ocurre, pero hacerlo con objetividad, desapasionamiento y, también, imaginación. Porque de este estudio debería surgir una reforma de nuestra inteligencia que la prepare no solo para hacer frente a los desafíos de ayer y de hoy, sino también para los que puedan surgir en el futuro.

[1]             Lledo-Ferrer, Y. (2023, 21 de marzo). The transformation of intelligence services in light of the war in Ukraine. IRSEM Strategic Brief 57, 

[2]             “Seguridad” en sentido estricto, es decir, lo que en algún momento se ha llamado “seguridad interna”, un concepto que no se adapta bien a las realidades del mundo globalizado. En un sentido amplio, todo el trabajo de los órganos policiales, militares y de inteligencia está orientado a garantizar la seguridad.

[3]             Para una corta biografía profesional, véase https://be.linkedin.com/in/yvan-lledo-ferrer-868a5bb.

[4]             Radio Futura, 1980.

[5]             Yvan Lledo-Ferrer hace referencia a este problema en el texto que abre este post.

[6]             Por desgracia, es frecuente en medios de prensa de las más variadas tendencias políticas comparar a los miembros de la inteligencia española con Mortadelo y Filemón, lo que sirve para minar la fe del público en el producto que elaboran. Véase, por ejemplo, el encuentro digital del diario El Mundo con Manuel Cerdán y Antonio Rubio, 18 de septiembre de 2001. https://www.elmundo.es/encuentros/invitados/2001/09/114/ (acceso: 02.05.2023).

[7]             Ver Heraldo de Aragón, 18.04.2023. https://www.heraldo.es/noticias/nacional/2023/04/18/cni-culmina-reorganizacion-interna-reforzar-seguridad-nacional-1645602.html (acceso: 29.04.2023).

[8]             Ibídem.

 

 

Ley de información clasificada: un debate público de bajo nivel

 

 

 

José Miguel Palacios, 14 de marzo de 2023

En agosto de 2022, el Gobierno hizo público al anteproyecto de la futura Ley de Información Clasificada[1], llamada a reemplazar a la vieja Ley de Secretos Oficiales de 1968 (ligeramente enmendada en 1978 para adaptarla al nuevo marco constitucional)[2]. A partir de ese momento, y durante varias semanas, se desarrolló un vivo debate público sobre el papel de los secretos oficiales en una sociedad democrática avanzada, así como sobre la mejor forma de compatibilizar la protección de los intereses del estado con la necesaria transparencia.

Con el tiempo, el debate fue languideciendo. Las dificultades para alcanzar acuerdos dentro de la mayoría parlamentaria han ido retrasando un proyecto que, en cualquier caso, nunca ha parecido prioritario[3]. En estos momentos, cuando parece probable que las Cortes no lleguen a abordarlo durante la actual legislatura, puede ser un buen momento para reabrir el debate y valorar algunos de los argumentos que más se han venido utilizando.

Vaya por delante que creo que se trata de un buen proyecto. Diseña un sistema plenamente compatible con los que existen en la OTAN, en la UE y en los principales países occidentales, no rompe con la práctica de las últimas cuatro décadas y ofrece soluciones a todos los problemas que la regulación provisional de los años ochenta no había conseguido resolver. Quizá el debate público en torno al proyecto no haya estado a la misma altura, aunque ello no es por culpa de los expertos que intervinieron en la redacción del anteproyecto.

Cinco argumentos falaces

Un buen texto, como es el del Anteproyecto de Ley, debería haber estimulado un debate público de calidad, un debate que permitiera mejorarlo. Por desgracia, no ha sido así. Por diversos motivos, muchos de los argumentos que más se han utilizado en favor o en contra de la reforma parecen poco consistentes. Por ejemplo, estos cinco:

a) Con la ley actualmente en vigor (la de 1968), no se puede tener acceso a determinados documentos que la opinión pública (o los especialistas) tienen derecho a conocer[4]. El problema con este argumento es que, en contra de lo que muchos han dicho, sí se puede. Nada impediría al Gobierno aprobar cada semana la desclasificación de una serie de documentos. Nada impediría tampoco que se aprobara en el primer Consejo de Ministros del año la desclasificación de todos los documentos con más de 25 años de antigüedad (por ejemplo, que en enero de 2023 se hubieran desclasificado todos los documentos clasificados de 1997). La Ley de 1968 no impone que sea así, pero nada en ella lo impide. Si hubiera voluntad política y se adoptaran las medidas organizativas oportunas, podría hacerse.

b) La ley es un ataque a la libertad de expresión, ya que permite al gobierno clasificar cualquier asunto que quiera mantener oculto y castigar con multas altísimas a los que osen informar sobre él[5]. Siempre son posibles los abusos, por supuesto, pero ello no implica que la normativa haya sido diseñada para favorecerlos. El que existan conductores temerarios que circulen a más de 200 km/h no significa que el Código de la Circulación ampare este tipo de conductas. Muy al contrario.

c) Con la ley, el control de los secretos oficiales pasa de Defensa a Presidencia[6]. Supone olvidar tres puntos importantes. 1) Que en la Ley de 1968, cada departamento ministerial era responsable del control de sus propios secretos oficiales. 2) Que a raíz del ingreso de España en la OTAN se creó una Autoridad Nacional de Seguridad, ejercida conjuntamente por los Ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa. 3) Que la Autoridad Nacional de Seguridad Delegada, que ha sido siempre ejercida por el Director del CESID/CNI, ha dependido ya de Presidencia cuando el servicio de inteligencia lo hizo.

d) Organizaciones internacionales exigían de España que actualizara su Ley de Secretos Oficiales[7]. A falta de detalles sobre quién, cómo y con qué autoridad ha exigido de España la reforma de su legislación sobre información clasificada[8], solo podemos constatar que entre los países miembros de la UE y los de la OTAN existen modelos muy diferentes y niveles de clasificación distintos, por lo que hasta ahora los esfuerzos han ido encaminados a que los sistemas nacionales resultaran compatibles. Ello se ha conseguido, fundamentalmente, de dos maneras: aprobando tablas de equivalencias de los grados nacionales de clasificación[9] y adoptando el principio de que cada país acordará a la información clasificada cedida por otros países u organizaciones una protección no inferior a la que recibiría la información nacional con clasificación equivalente. Adicionalmente, mediante la firma de acuerdos bilaterales para la protección de la información clasificada[10].

e) Había que modificar la anterior ley, porque era “franquista”[11]. Argumento que supone no comprender cómo funcionan los regímenes autoritarios y totalitarios. Para quien desea ejercer sin trabas un poder absoluto, la falta de ley es siempre la mejor opción, ya que cualquier ley implica una regulación (una limitación, pues) de su capacidad de actuar. De hecho, durante más de tres décadas (entre 1936 y 1968) el franquismo no necesitó ninguna legislación sobre secretos oficiales.

El problema de quién clasifica

Para algunos comentaristas, dado que la clasificación supone una excepción al criterio general de transparencia, debe hacerse, al menos, con las máximas garantías. Que no pueda cualquier mindundi clasificar lo que le venga en gana. Por ello, aplauden que el anteproyecto elimine las competencias que en la Ley vigente tiene la Junta de Jefes de Estado Mayor, órgano que, por cierto, hace casi veinte años que no existe. Y lamentan que en las categorías inferiores (confidencial y restringido) la competencia de clasificación “se dispersa en una gran variedad de altos cargos con ninguna garantía en cuanto al procedimiento de clasificación”. Y, continúan con sus quejas. “para colmo, se prevé expresamente en el art. 5 que estas facultades sean delegables”[12].

El problema que se genera es de tipo puramente práctico:

a) Una parte importante de la información de nivel secreto y alto secreto sería inteligencia política o estratégica destinada a la Presidencia del Gobierno o a miembros del Gobierno. Paradójicamente, esta información particularmente sensible no podría ser clasificada hasta que el Consejo de Ministros conociera su contenido. Es decir, hasta después de que ya hubiera sido transmitida a sus destinatarios finales.

b) Información de carácter militar o policial. ¿Queremos que el Consejo de Ministros conozca, discuta y clasifique el plan de seguridad de un determinado acuartelamiento, la orden de operaciones de una Brigada desplegada en zona de combate, datos operativos sobre una acción policial contra un peligroso terrorista?

La reacción normal del sistema consistiría en renunciar en la práctica a los dos niveles superiores de clasificación y concentrar la producción en los niveles Confidencial y Restringido, adoptando para ellos a nivel reglamentario las medidas de protección más estrictas que resultara posible. El problema es que, con los plazos de desclasificación automática que prevé el Anteproyecto (máximo de diez años no prorrogables para la información confidencial; máximo de seis para la restringida), esta reacción sería insensata. La divulgación de análisis de inteligencia relativos a líderes extranjeros puede resultar embarazosa en aquellos casos en que dichos líderes sigan siendo políticamente importantes. Documentos estableciendo medidas de seguridad pueden dar indicaciones sobre vulnerabilidades que, en alguna medida, pueden seguir existiendo, así como sobre la forma en que nuestras organizaciones hacen frente a los problemas con los que se enfrentan. 

La alternativa más práctica sería que el originador fuera el encargado de asignar el nivel inicial de clasificación, sin perjuicio de que órganos superiores pudieran alterar dicho nivel con posterioridad.

Los niveles de clasificación

Los niveles tradicionales de clasificación, que son los que el anteproyecto utiliza, surgieron en la época en que la documentación clasificada se producía, se transmitía, se utilizaba y se almacenaba en formato papel. Cuatro niveles de clasificación suponían, en principio, cuatro sistemas (crecientemente complejos) de conservación, transmisión y acceso, cuatro niveles de habilitación de seguridad, cuatro tipos de “zonas clasificadas”, etc. En la práctica, todo esto resultó ser excesivamente complejo, de manera que:

a) En algunos países, no existe el nivel “restringido”, que se confunde con el “de uso oficial”. Es el caso de Bélgica, Francia, Alemania, Bulgaria, etc.

b) En la práctica, organizar zonas de trabajo distintas para documentación Confidencial y documentación Secreta resultó ser muy engorroso, con lo que el primero de estos niveles, si bien se utilizó bastante en la producción de documentos, tuvo un uso muy limitado en la organización de espacios y en la concesión de habilitaciones. Por ello, cuando en la OTAN o la UE se publicaba una oferta de trabajo con exigencia de habilitación de seguridad, esta era, al menos, de nivel NATO (EU) SECRET.

En las condiciones que reinan en la actualidad, el sistema tradicional de cuatro niveles de clasificación tiene aún menos sentido. Por una parte, cada nivel de clasificación debería corresponder a una red informática distinta, con posibilidades mínimas (y muy controladas) de transferir información entre ellas. Es complicado y poco práctico. Por otra, la determinación de la necesidad de conocer, que era compleja en los viejos tiempos de la documentación en soporte papel, es ahora mucho más fácil de implementar mediante la creación de perfiles diferentes para los distintos usuarios.

Como consecuencia, es factible reducir la información que se procesa a dos únicos niveles, la “clasificada” (digamos, “Secreta”) y la de “uso interno”. A ellos, se podría añadir un supernivel, el “alto secreto”, que, por las garantías adicionales de seguridad que requeriría, solo podría implementarse para un número muy reducido de documentos/informaciones y de usuarios[13].

Es lo que está haciendo el Reino Unido a partir de 2014[14].

 

Algunas pregunta al lobo (Aauuu…)

a) Si la protección de la información clasificada se configura en el anteproyecto de ley como una excepción al principio general de transparencia, ¿no sería más sencillo reformar la Ley 9/2013 de 9 de diciembre y remitir todos los detalles prácticos al desarrollo reglamentario posterior?[15]

b) Dado que la legislación española reconoce otros tipos de “secretos” que limitan la transparencia (deliberaciones del Consejo de Ministros, sesiones de la llamada Comisión de Secretos Oficiales, secreto del sumario, etc.), ¿no sería mejor, para evitar ambigüedades, tratar todos ellos de una manera uniforme, dentro del mismo texto legal?

c) Dado que en la actualidad existe una clara tendencia a que la información clasificada se transmita de forma oral, en reuniones o brífines, ¿no sería bueno regular explícitamente estas modalidades? Aunque el anteproyecto se habla de “información clasificada”, en él se presupone que está registrada sobre un soporte permanente, bien clásico (papel), bien electrónico.

d) ¿Hay una idea clara del volumen de trabajo que la puesta en práctica de esta ley requeriría? Esto se refiere, en particular, a la revisión de la información de nivel “secreto” y “alto secreto” para valorar la conveniencia de prorrogar su plazo inicial de clasificación, pero también de los documentos de cualquier nivel de clasificación en cuya elaboración se hayan tenido en cuenta informaciones facilitadas por otros países o por organizaciones internacionales y entes supranacionales.

 

[1]              https://www.mpr.gob.es/servicios/participacion/Documents/APL%20Informacio%CC%81n%20Clasificada.pdf (acceso: 11.03.2023).

[2]              Texto original y revisado en https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-1968-444 (acceso: 11.03.2023).

[3]              El pasado 29 de enero (de 2023), El Confidencial titulaba: “La ley de secretos acaba en el cajón por los retrasos y la falta de consenso”. Véase https://www.elconfidencial.com/espana/2023-01-29/ley-secretos-oficiales-descuelga-legislatura_3565435/ (acceso: 10.03.2023).        

[4]              Según el diario 20 minutos, la Ministra de Defensa, Margarita Robles, declaraba a principios de agosto de 2022 que  la nueva ley era «absolutamente necesaria» porque «es bueno que la sociedad pueda conocer hechos de su pasado». https://www.20minutos.es/noticia/5037570/0/robles-partidaria-de-la-desclasificacion-de-los-documentos-sobre-el-gal-y-el-23f-con-la-nueva-ley-de-secretos/ (acceso: 28.08.2022).

[5]              El digital El Debate titulaba así uno de los muchos artículos que ha dedicado al tema: «La profesión periodística se planta ante la nueva Ley de Secretos: “Lucharemos contra los que quieren recuperar la censura’». https://www.eldebate.com/espana/20220816/profesion-periodistica-contra-nueva-ley-secretos-oficiales-xxx_54734.html (acceso: 28.08.2022).

[6]              El Confidencial titulaba el 27 de mayo de 2022: “Sánchez entrega a Bolaños el control de los secretos oficiales que Robles pidió para el CNI”. https://www.elconfidencial.com/espana/2022-05-27/sanchez-entrega-bolanos-control-secretos-oficiales-robles-pidio-cni_3431769/ (acceso: 10.03.2023).

[7]              También según 20 minutos, la Ministra Robles ha sostenido que la reforma de la Ley de 1968 «era una reclamación de la OTAN y la Unión Europea». https://www.20minutos.es/noticia/5037570/0/robles-partidaria-de-la-desclasificacion-de-los-documentos-sobre-el-gal-y-el-23f-con-la-nueva-ley-de-secretos/ (acceso: 28.08.2022).

[8]              En la Exposición de Motivos del Anteproyecto de Ley se dice: “Desde hace varias décadas existe una preocupación generalizada en el ámbito de la Unión Europea (UE), de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de la Agencia Espacial Europea (AEE) en relación con la información clasificada que se produce en sus Estados miembros. Esto ha motivado la firma de diversos Tratados Internacionales que han perseguido establecer unos estándares uniformes de tratamiento de esta información, procurando que los intercambios que se produzcan gocen del máximo nivel de seguridad posible”. No es lo mismo que lo que algunos comentaristas han señalado.

[9]              Puede, por ejemplo, encontrarse una tabla de equivalencia de los niveles de clasificación de los países miembros de la UE en la página 17 de Les documents classifiés à la lumière du traité de Lisbonne, producido por la Dirección General de Políticas Internas del Parlamento Europeo en 2010. https://www.europarl.europa.eu/meetdocs/2009_2014/documents/libe/dv/pe425616_/pe425616_fr.pdf (acceso: 10.03.2023).

[10]            Véase, por ejemplo, el Acuerdo entre el Reino de España y el Reino de los Países Bajos para el intercambio y la protección mutua de la Información Clasificada, de 23 de septiembre de 2021. Incluye una tabla de equivalencia de los respectivos niveles de clasificación (artículo 4), así como el compromiso de la parte receptora de otorgar “a la Información Clasificada facilitada por la Parte de Origen el mismo nivel de protección que se da a su Información Clasificada nacional con un Grado de Clasificación de Seguridad equivalente” (artículo 6). Disponible en https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2022-14273 (acceso: 12.03.2023).

[11]            Un artículo publicado por El Independiente el 29.01.2020 se titulaba, de manera muy significativa, “La norma franquista que invoca el Gobierno para no dar información”. https://www.elindependiente.com/espana/2022/01/29/la-norma-franquista-que-invoca-el-gobierno-para-no-dar-informacion/ (acceso: 28.08.2022).

[12]            Véase, por ejemplo, Elisa de la Nuez Sánchez-Cascado (24.10.2022). El Anteproyecto de Ley de información clasificada: Un retroceso para la transparencia y rendición de cuentas. Blog Hay Derecho. https://www.hayderecho.com/2022/10/24/el-anteproyecto-de-ley-de-informacion-clasificada-un-retroceso-para-la-transparencia-y-rendicion-de-cuentas/ (acceso: 10.03.2023).

[13]            Hace unos años, el observatorio Statewatch solicitó al Consejo de la Unión Europea información sobre el número de documentos clasificados que habían sido producidos o utilizados por el Consejo entre 2001 y 2012. Entre ellos, no había ninguno de nivel EU TOP SECRET. https://www.statewatch.org/media/documents/analyses/no-240-restricted-documents.pdf (acceso: 13.03.2023).

[14]            Wikipedia contributors. (2022, January 22). Government Security Classifications Policy. En Wikipedia, The Free Encyclopedia. https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Government_Security_Classifications_Policy&oldid=1067202052 (acceso: 13.03.2023).

[15]            Como acabamos de ver, en el Reino Unido los niveles de clasificación no están regulados por ley, sino a nivel reglamentario (Policy).

 

Oferta preelectoral del PP: ¿hacia una verdadera  comunidad de inteligencia?

“Como me alertaba uno de los asesores más veteranos, yo no era el primero que tenía la osadía de poner a trabajar de forma coordinada a los diferentes organismos de información e inteligencia del Estado”.

 

Antonio M. Díez Fernández[7]

 

 

 

José Miguel Palacios, 27 de enero de 2023

Cuando un partido lleva ya varios años en el poder, su capacidad de innovación es limitada. Y es que la realidad de la lucha política lo pone a la defensiva, obligado como está a asumir y defender la labor realizada hasta entonces.

Muy distinta, y más agradecida, es la situación del partido que lleva varios años en la oposición. Con frecuencia, a su frente ya no se encuentra el mismo liderazgo que lo conducía cuando estuvo por última vez en el poder y, en cualquier caso, la memoria humana (a pesar de las hemerotecas digitales) es frágil. Para ese teórico partido opositor, el pasado ya no existe, al menos en términos de política real. Se encuentra, pues, en el momento ideal para proponer reformas valientes. Algunas de las cuales (y esto es lo paradójico) podrían haber sido propuestas por el otro partido si las posiciones relativas estuvieran cambiadas.

En el Plan de Calidad Institucional que el PP presentó el pasado 23 de enero de 2023 se incluyen sesenta propuestas con las que ese partido pretende acometer la “regeneración democrática de nuestro país”[1]. Una de ellas, la 34, se refiere al CNI y trata con cierta extensión varias cuestiones importantes que afectan al trabajo del servicio, pero también al funcionamiento del sistema de inteligencia español en su conjunto. Entre ellas, las que se refieren a la nonata comunidad de inteligencia: “Se desarrollará legislativamente la misión del Secretario de Estado como Autoridad Nacional de Inteligencia y Contrainteligencia y, consecuentemente, se pondrá en marcha la Comunidad de Inteligencia de España”[2].

 

¿Por qué se crean (para qué sirven) las comunidades de inteligencia?

Existen cuatro razones principales para que un país constituya una “comunidad de inteligencia”:

1) mejorar la coordinación entre los servicios cuando existe un grado notable de superposición de competencias entre algunos de ellos;

2) garantizar la complementariedad del trabajo de los servicios de inteligencia cuando el solape entre sus competencias es pequeño;

3) producir inteligencia estratégica sobre la base de toda la información de la que disponen los diferentes servicios;

4) ningún motivo en particular; simplemente, porque otros países de nuestro entorno y nivel también lo han hecho.

La constitución de una comunidad de inteligencia no es el único modo de coordinar el trabajo de los servicios. La Presidencia (Presidencia del Gobierno, Oficina del Primer Ministro), que en la mayor parte de los países es el cliente último de todos los servicios de inteligencia, puede ser la que asuma la tarea de la coordinación (básicamente, controlando los escalones superiores de los mecanismos de planeamiento y priorización), distribuya los recursos y resuelva posibles conflictos. Es el sistema que siguen países como Alemania o Rusia, entre las grandes potencias de inteligencia, y la mayor parte de los países medianos y pequeños.

 

Estado de la cuestión en España: ¿hay margen para mejorar?

La impresión general de los observadores externos es que la comunidad de inteligencia española (por el momento, puramente informal) no funciona adecuadamente[3]. O, lo que es lo mismo, que se trata de un “concepto” (o una “aspiración”), más que de una realidad.

Si analizamos los diversos componentes de la mayor parte de las “comunidades de inteligencia” bien organizadas, vemos que en España:

a) Sí existe una dirección común, pero está situada fuera de la “comunidad” (la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos de Inteligencia). En cualquier caso, no se trata de un órgano demasiado efectivo, ya que carece de una estructura permanente que apoye su trabajo. Aunque en la ley existe también una Autoridad Nacional de Inteligencia y Contrainteligencia, carece de los medios y de las competencias necesarios para desempeñar funciones de coordinación.

b) No existe una lista de los servicios que constituyen la comunidad. En general, se suele considerar que son el CNI, el Servicio de Información de la Guardia Civil y la Comisaría General de Información (Ministerio del Interior), así como el CIFAS (Ministerio de Defensa). Algunos incluyen también los servicios de información de los Mossos d’Esquadra y de la Ertzantza.

c) No se dispone de una legislación común, aplicable al conjunto de la comunidad de inteligencia. La que existe es de carácter general (no específica de la inteligencia) o se refiere en exclusiva al CNI.

d) Aunque se cuenta con un centro sectorial de coordinación (el CITCO, sobre crimen organizado y terrorismo), depende del Ministro del Interior, no de la comunidad de inteligencia.

e) Hay también un elemento que puede considerarse común a toda la comunidad de inteligencia, el Centro Criptológico Nacional. Orgánicamente, forma parte del CNI.

Si nuestro país decidiera en un futuro no muy lejano constituir una comunidad formal de inteligencia, tendría que cubrir las lagunas del actual sistema, así como acabar con sus ineficiencias. En un mundo ideal, habría que:

a) Enmendar la ley del CNI (o elaborar una nueva) para que la legislación sobre inteligencia afecte al conjunto de la comunidad y a todos los servicios componentes.

b) Otorgar a la Autoridad Nacional de Inteligencia y Contrainteligencia las competencias que necesita para ejercer la coordinación del trabajo de los servicios, sin perjuicio de la autonomía de cada uno de ellos. Crear un órgano de apoyo lo suficientemente potente como para que la Autoridad Nacional pueda ejercer en la práctica esas funciones de coordinación.

c) Volver a situar el CNI y a su Director bajo la dependencia de la Presidencia del Gobierno. Es muy difícil coordinar el trabajo de organismos dependientes de diversos ministerios cuando no se está situado en el lugar idóneo dentro del organigrama de la administración.

d) Subordinar el CITCO a la Autoridad Nacional de Inteligencia.

e) Crear estructuras comunes que puedan trabajar en beneficio del conjunto de la comunidad de inteligencia. En particular, podríamos pensar en una “oficina de análisis estratégico”, que hiciera su labor sobre la base de la inteligencia facilitada por todos los servicios, una “oficina nacional de clasificación y desclasificación” encargada de gestionar el sistema de información clasificada, una “academia de inteligencia” que cubriera las necesidades de formación de todos los servicios componentes y una “oficina de relaciones externas”, que gestionara de manera unificada las de todos los servicios que componen la comunidad[4].

 

A modo de conclusión

La inteligencia está siempre al servicio del sistema de toma de decisiones y se adapta a él. La peculiar organización de nuestro sistema de inteligencia está muy relacionada con las particularidades de nuestro proceso de toma de decisiones, que, por lo que se refiere al nivel estratégico, se desarrolla casi exclusivamente en círculos políticos, con una participación reducida (y, sobre todo, formal) de los funcionarios. Los llamados “papeles de Manglano”[5] sugieren que, al menos hasta 1995, lo que sus jefes políticos más apreciaban del Director del CESID (y por extensión, del servicio) era la lealtad y la discreción. Para ellos, el CESID se veía más como un “servicio secreto” que como un “servicio estratégico”.

Han pasado muchos años y otra forma de organizar el trabajo de la inteligencia española es, desde luego, posible y, quizá, también deseable. Requeriría, en cualquier caso, que se produjeran cambios profundos en la forma en que nuestros responsables políticos adoptan decisiones y en las expectativas que tienen sobre el trabajo de la inteligencia. Por el momento, y como comentaba hace pocos años Fernando Velasco, “la clase política, al menos la española, tiene un profundo desconocimiento del papel de la inteligencia, de sus competencias, de su valor añadido y de su funcionamiento”[6].

La verdadera cultura democrática supone la existencia de una amplia zona de consenso en aquellos temas (Interior, Exteriores, Seguridad y Defensa y Economía) en los que debe existir una “política de estado” que sobreviva a los lógicos cambios al frente del ejecutivo. Si es así, si esos grandes temas se sustrajeran a la “pequeña política”, aumentaría el valor del asesoramiento experto que nuestros dirigentes reciben de las estructuras especializadas de la administración del estado. Por ejemplo, de la inteligencia. La conformación de una comunidad de inteligencia funcional pasaría a ser una necesidad prioritaria.

 

 

1]      Véase https://www.pp.es/sites/default/files/documentos/plan_de_calidad_institucional_pp.pdf (acceso: 25.01.2023).

[2]      Formalmente, el Secretario de Estado Director del CNI ya es Autoridad Nacional de Inteligencia y Contrainteligencia, según el artículo 9, apartado 2.f, de la Ley 11/2002, de 6 de mayo, reguladora del Centro Nacional de Inteligencia.

[3]      Véase, por ejemplo, Rodríguez, Jesús. “La guerra silenciosa del espionaje”. El País Semanal, 28.05.2016. https://elpais.com/elpais/2016/05/30/eps/1464559223_146455.html (acceso: 25.01.2023).

[4]      Cuando no están coordinadas las relaciones externas, es inevitable que servicios extranjeros estimulen la rivalidad entre los diversos servicios propios e intenten sacar beneficio de ella.

[5]      Fernández-Miranda, J., & Chicote Lerena, J. El jefe de los espías: El archivo secreto de Emilio A. Manglano, Consejero del Rey y Director del CESID del 23F a la caída del felipismo [Kindle iOS version]. Rocaeditorial, 2021.

[6]      Velasco, Fernando. “Política y servicios de inteligencia ante el 20D”. Huffington Post, 02.12.2015. https://www.huffingtonpost.es/fernando-velasco-fernandez/politica-y-servicios-de_b_8689128.html (acceso: 02.12.2015).

[7]      Díaz Fernández, Antonio M. Espionaje para políticos. Valencia:Tirant Humanidades, 2016. P. 107.

La inteligencia estratégica rusa en el conflicto de Ucrania

“This is an unworkable concept of operations. It seems they tried to win quickly and cheaply via ‘thunder runs’…”

 

Michael Kofman[i]

 

José Miguel Palacios, 2 de marzo de 2022

[i]Los primeros análisis del desarrollo de la guerra de Ucrania sugieren que los dirigentes rusos (es decir, el presidente Putin y su círculo más próximo) se han equivocado. Que han infravalorado la solidez del liderazgo ucraniano y la capacidad de resistencia de su ejército. En un análisis publicado en Izvestia el 2 de marzo de 2022, el comentarista militar Vladislav Shurygin afirmaba que “durante muchos años, se ha difundido en medios de comunicación rusos la falsa creencia de que las fuerzas armadas de Ucrania eran un ejército atrasado, dotado de armas soviéticas obsoletas, mal equipado e incapaz para el combate moderno”[ii]. Sin duda, el liderazgo militar ruso estaba mejor informado, pero surge la cuestión de hasta qué extremo la dirección política del país ha escuchado el asesoramiento que recibía o bien ha seguido sus propias intuiciones. Tampoco los rusos parecen haber tenido una idea clara de cómo conseguir alcanzar sus objetivos últimos. Ya el segundo día de la guerra, otro comentarista de Izvestia, Anton Lavrov, señalaba que “para acabar con el conflicto de la manera menos dolorosa para todas las partes es importante quebrar lo antes posible la moral del enemigo y, sobre todo, del liderazgo del país”[iii]. Este hundimiento moral del liderazgo de Kiev, en el que probablemente confiaba Putin, no se ha producido.

Nos encontramos, pues, ante lo que parece haber sido un error (grave) de inteligencia estratégica.

La inteligencia estratégica en la tradición rusosoviética

En la tradición rusosoviética, la inteligencia se ocupa “de lo concreto”, de descubrir secretos ajenos y de ocultar propios, de realizar operaciones clandestinas en beneficio de los intereses del estado. En consecuencia, el análisis no recibe la misma atención que en algunos países occidentales (por ejemplo, en Estados Unidos). 

El propio Putin lo explicaba durante la masiva conferencia de prensa del 19 de diciembre de 2013[iv]: “De nada sirve leer las notas analíticas de los servicios de inteligencia, porque ya no se trata de hechos, sino de las opiniones de los analistas. (…) Hay que tener confianza en esos analistas y conocerlos personalmente, saber quién escribe, conocer su opinión, sus puntos de vista”. Aunque Putin no llega a decirlo expresamente, transmite la impresión de que, mientras que los hechos son siempre bienvenidos, los análisis solo tienen un valor complementario y serán mejor o peor aceptados dependiendo de lo próximos que se encuentren a las percepciones de los dirigentes.

El bajo valor que Putin concede a la inteligencia estratégica (necesariamente analítica) se vio confirmado por la humillación pública dispensada al director del Servicio de Inteligencia Exterior, Sergei Naryshkin, durante la sesión del Consejo de Seguridad del pasado 22 de febrero de 2022[v]. Naryshkin no es un profesional de la inteligencia, sino un protegido político de Putin, y demostró no tener una comprensión clara de la situación y carecer del valor suficiente para decir al presidente lo que este no quiere oír.

La personalidad de Putin

Si uno de los problemas clave de la inteligencia estratégica es prever las posibles decisiones de los adversarios, en sistemas tan personalistas como el ruso la clave del éxito consiste en la capacidad para comprender adecuadamente la personalidad de los principales actores.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) norteamericana encargó la realización del perfil psicológico de Hitler a psicólogos de primer nivel, como Henry A. Murray[vi] y Walter C. Langer[vii]. En aquel momento, los autores del perfil hubieron de trabajar con un material muy escaso (principalmente, textos de discursos), a pesar de lo cual los resultados obtenidos fueron increíblemente precisos[viii]. Con la información que está disponible en estos momentos sobre cualquier líder político (sobre casi cualquier líder), la probabilidad de elaborar un buen perfil psicológico que nos ayude a comprender sus decisiones futuras es mucho más elevada.

El propio Putin ha facilitado enormemente la tarea al haberse expuesto reiteradamente a la atención pública a lo largo de los más de veinte años en que se encuentra al frente del estado (como presidente o como primer ministro). Las grandes conferencias de prensa (en el mes de diciembre) y sus sesiones de respuestas a preguntas de ciudadanos (primavera), así como las numerosas entrevistas que ha concedido son fuentes valiosísimas de datos sobre la personalidad del líder ruso.

El propio Putin, con una candidez sorprendente, ha llegado a revelar algunos de los rasgos más problemáticos de su carácter, rasgos que podrían convertirse en vulnerabilidades. Así, en la entrevista concedida a la agencia TASS en noviembre de 2014, el periodista A. Vandenko le dice que en su libro De primera mano había hablado de su escaso sentido del peligro y le pregunta si eso no es un defecto para un oficial de inteligencia. La respuesta de Putin fue: “Sí; es lo que en mi informe de calificación escribió el psicólogo”[ix]

A modo de conclusión (provisional): una reivindicación de la inteligencia estratégica

La inteligencia estratégica es la cenicienta de las ramas de la inteligencia. Hasta tal punto que hay quien considera que no es en absoluto necesaria, que el análisis político puede sustituirla con ventaja. Pues bien, la experiencia de lo que hemos visto hasta ahora en el conflicto ucraniano sugiere que los que así piensan no tienen razón: sin una buena inteligencia estratégica la probabilidad de cometer errores fatales aumenta de manera considerable.

 

[i]       El análisis de Kofman puede encontrarse en el siguiente hilo en Twitter: https://twitter.com/kofmanmichael/status/1498381975022940167?s=21 (acceso: 01.03.2022).

[ii]      SHURYGIN, V. (2022, 2 de marzo). Готовились основательно (Se prepararon a conciencia). Izvestia. Disponible en https://iz.ru/1299016/vladislav-shurygin/gotovilis-osnovatelno (acceso: 02.03.2022).

[iii]     LAVROV, A. (2022, 25 de febrero). Котел до переговоров (Caldera antes de las negociaciones). Izvestia. Disponible en https://iz.ru/1296494/anton-lavrov/kotel-do-peregovorov (acceso: 02.03.2022).

[iv]     PUTIN, V.V. (2013, 19 de diciembre). Пресс-конференция Владимира Путина (Conferencia de prensa de Vladimir Putin). Prezident Rossii. Disponible en http://www.kremlin.ru/news/19859 (acceso: 19.12.2014).

[v]      Ver https://www.youtube.com/watch?v=S6K_uiaXaE4 (acceso: 02.03.2022).

[vi]     WIKIPEDIA CONTRIBUTORS (2022, 12 de febrero). Henry Murray. Wikipedia, The Free Encyclopedia. Disponible en https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Henry_Murray&oldid=1071472077 (acceso: 02.03.2022).

[vii]    WIKIPEDIA CONTRIBUTORS. (2021, 17 de junio). Walter Charles Langer. Wikipedia, The Free Encyclopedia. Disponible en https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Walter_Charles_Langer&oldid=1029015788 (acceso: 02.03.2022).

[viii]   DYSON, S.B. (2014) Origins of the Psychological Profiling of Political Leaders: The US Office of Strategic Services and Adolf Hitler. Intelligence and National Security, 29:5. Pp. 654-674.

[ix]     TASS (2014, 24 de noviembre). Интервью информационному агентству ТАСС (Entrevista a la agencia de prensa TASS). Prezident Rossii. Disponible en http://news.kremlin.ru/transcripts/47054 (acceso: 25.11.2014).