Marcelo Javier de los Reyes

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La inteligencia estratégica en función de un mundo cambiante

LA INTELIGENCIA ESTRATÉGICA EN FUNCIÓN DE UN MUNDO CAMBIANTE.

Marcelo Javier de los Reyes (*)

Septiembre de 2020

El pesimista se queja del viento;
el optimista espera que cambie;
el realista ajusta las velas.
William George Ward (1812-1882)

Resumen: La Inteligencia ¿es arte o ciencia? Sin duda, intuición y racionalidad son dos elementos esenciales del analista de Inteligencia. Este mundo actual, en donde impera el cambio permanente y la incertidumbre, requiere de una interpretación por parte de una Inteligencia Estratégica sumamente flexible, con capacidad de reorientarse en función de poder dar respuesta a las cambiantes circunstancias que los diversos actores y las diversas problemáticas le imponen al Estado.

Palabras clave: Inteligencia, Arte, Ciencia, Intuición, Inteligencia Estratégica, Planificación Estratégica.

 

De omni re scibili

Se le atribuye al escritor, filósofo y humanista italiano Giovanni Pico de la Mirándola ―Italia, 1463 – 1494― la expresión De omni re scibili, que podemos traducir como “concerniente a todo lo que se puede conocer”. Quizás, no haya sido casualidad que esa expresión fuera escogida como lema de la Escuela Nacional de Inteligencia de la entonces Secretaria de Inteligencia de Estado, la actual Agencia Federal de Inteligencia de la República Argentina[1]. Como es sabido, la Inteligencia, de la que Walter Laqueur intentó discernir si se trataba de “arte o ciencia”, tiene una profunda avidez por el conocimiento.

La inteligencia, tras la Segunda Guerra Mundial, fue convirtiéndose en una disciplina científica a partir de la conformación de teorías y métodos que, en un principio, fueron notoriamente estructurados, habida cuenta que sus basamentos tuvieron su origen en la Inteligencia Militar. Progresivamente, la inteligencia fue adaptándose a los cambios mundiales y la emergencia de la Inteligencia Estratégica fue acompañada de una desestructuración de sus métodos de análisis, más aun cuando formó parte de un organismo civil de inteligencia.

La complejidad del mundo actual y la ocurrencia de acontecimientos no previstos, promovió una reestructuración de los organismos de inteligencia, esencial para la toma de decisiones acordes con los nuevos desafíos.

 

 https://i1.wp.com/saeeg.org/wp-content/uploads/2019/02/revista-de-la-escuela-nacional-de-inteligencia-n-3-1994-D_NQ_NP_612593-MLA28147722852_092018-F.jpgEscudo de la Escuela Nacional de Inteligencia (ENI), Argentina.

 

 

Los organismos de inteligencia requieren una constante actualización de los temas que pone en la mira, toda vez que su principal tarea es “ir delante” para evitar sorpresas; como dijo Federico “el Grande” de Prusia: “se puede perdonar ser derrotado, pero nunca ser sorprendido”. Del mismo modo, estos organismos deben proporcionarles una o unas alternativas diferentes a quienes se hallan involucrados en el proceso de toma de decisiones en la alta política. De ahí que deben comprender el contexto en el cual se encuentra el país al que sirven, produciendo un conocimiento lo más abarcador posible de la realidad.

La Inteligencia Estratégica es la inteligencia que permite la planificación de una estrategia nacional para el país, es decir, una inteligencia que debe diseñar objetivos a futuro, teniendo en cuenta las amenazas y los riesgos, como así también las oportunidades y las fortalezas, además de los recursos con que se cuentan para concretarlos. Para que ello tenga sentido y pueda plasmarse, es necesario definir claramente los objetivos nacionales, vale decir, hacia dónde se desea llevar al país, definir las metas a las que debe apuntarse.

El dilema interesante propuesto por Walter Laqueur, sobre si debemos considerar a la inteligencia como “arte o ciencia”, encuentra en Karl von Clausewitz algunos elementos conceptuales interesantes para su comprensión, desarrollados los mismos en su obra De la Guerra. En ella, plantea esta disyuntiva para la guerra, considerando que todo pensamiento constituye, en verdad, un arte y será allí donde la lógica encuentre su límite —como resultado del conocimiento— y comience a actuar el juicio. Incluso el conocimiento del espíritu es juicio y, en consecuencia, arte y finalmente lo es también el conocimiento mediante los sentidos. Motivo por el cual, resulta tan imposible imaginar a un ser humano que posea tan solo la facultad del conocimiento sin la del juicio, como lo inverso, determinando ello que el arte y el conocimiento nunca pueden separarse completamente el uno del otro. De tal forma que ello permite resumir que, allí donde se trata de creación y de producción, allí se encuentra el ámbito del arte; por el contrario, si el objetivo es la investigación y el conocimiento, allí impera la ciencia[2].

En tal sentido, la evolución de las diversas sociedades, la complejidad del mundo, la incertidumbre ―a la que con gran claridad Nassim Nicholas Taleb definió a través del concepto de “cisne negro”― o los “megacambios” a los que se refiere Ervin Laszlo, llevan a un replanteo y a una actualización de la actividad de inteligencia, ya que la misma comienza a plantear cada vez más la alternancia entre habilidad práctica y conocimiento científico. Laszlo ―en una visión más allá de la física pero que no debería ser soslayada― considera que la humanidad se encuentra en la disyuntiva “evolución o extinción”, por lo que el hombre debe transitar hacia una visión del mundo multidisciplinar, viviendo armónicamente con las tradiciones espirituales del planeta[3]. Sin embargo, quien ha puesto más en evidencia la fragilidad y la volatilidad de nuestra sociedad actual, como ya fuera mencionado, fue el sociólogo polaco Zygmunt Bauman con el concepto de modernidad líquida.

Este mundo actual requiere de una interpretación por parte de una Inteligencia Estratégica sumamente flexible, con capacidad de reorientarse en función de poder dar respuesta a las cambiantes circunstancias que los diversos actores y las diversas problemáticas le imponen al Estado.

Dicho de otro modo, no podemos ser absolutamente racionales adoptando una duda cartesiana, ni absolutamente empiristas pues, de seguir solo lo que la experiencia nos indique, alcanzaríamos el destino del “pavo de Russell”. En tal sentido, el analista veterano no debe dejar de lado la intuición pues, en alguna medida esa intuición obedece a un “ordenamiento de sus carpetas mentales”. De tal modo que la intuición debe movilizar a la razón y la razón debe disciplinar a la intuición.

Una Inteligencia Estratégica basada en un pensamiento flexible que le permita “ajustar las velas” acorde a las condiciones del viento, es el principal instrumento del que se deben valer quienes tienen la responsabilidad en la toma de decisiones.

En función de lo expuesto, vale en este punto recordar a Shinmen Musashi No Kami Fujiwara No Genshin, más conocido como Miyamoto Musashi —nacido en 1584, en la población de Miyamoto, en la provincia de Mimasaka, Japón—, autor de El Libro de los Cinco Anillos (en japonés 五輪書 [Go rin no sho]), quien afirma en su obra que comenzó a comprender el Camino de la Estrategia cuando alcanzó los 50 años de edad. Hijo de un samurái, Musashi devino en un ronin (浪人 – literalmente “hombre ola”), es decir en un samurái sin amo, durante el período feudal de Japón. En el año 1643 escribió su libro, en cuyo prólogo proporciona varios puntos a tener en cuenta[4]:

  • considera que hay que dejar de lado una estrategia “estructurada” (“depurada”) y no seguir una ley determinada;
  • alude a una “habilidad natural”, la cual es una característica destacable en un analista de inteligencia estratégico;
  • recuerda la imperiosa necesidad de buscar en todo momento (“mañana y tarde”) el conocimiento;
  • apunta a la combinación de “muchas artes y habilidades”, es decir, la apelación a un pensamiento flexible, la necesidad de la adaptación permanente al cambio y a la innovación, a la creatividad;
  • afirma que llegó a comprender el Camino de la Estrategia a los 50 años, lo que implica que un analista estratégico debe ser una persona experimentada, con amplios conocimientos y una gran apertura, es decir, un “cinturón negro” en términos de inteligencia. De ahí en más, su pericia lo llevará a escalar a través de diferentes danes, para continuar con la metáfora de las artes marciales.[5]

Si bien su libro fue orientado hacia las artes marciales, al igual que El arte de la guerra de Sun Zi —el cual contiene un capítulo titulado “El aprovechamiento de los espías”[6]—, ha sido valorado desde la estrategia, en particular la empresarial.

A partir de lo expuesto puede deducirse que un servicio de inteligencia que cuente con numerosos analistas seniors y, particularmente, con numerosos analistas estratégicos experimentados, se constituirá en un verdadero “órgano colegiado” destinado a asistir en la toma de decisiones.

Finalmente, cabe citar nuevamente a Musashi: cuando has comprendido el Camino de la Estrategia, no existe una sola cosa que no seas capaz de comprender y puedes ver el Camino en todas las cosas.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires, Editorial Almaluz, 2019.

 

[1] La Escuela Nacional de Inteligencia fue creada el 5 de junio de 1967, como instituto de formación de la entonces Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE). Con la promulgación del Decreto Presidencial Nº 1536/91 fue reconocida como el instituto de mayor nivel de la especialidad en la Argentina.

[2] Karl von Clausewitz. De La Guerra. Barcelona: Labor, 1984, p. 154-157.

[3] Ervin Laszlo. El cambio cuántico. Cómo el nuevo paradigma científico puede transformar la sociedad. Barcelona: Kairós, 2009, 235 p.

[4] Musashi, Miyamoto. “Prólogo de Miyamoto Musashi”. Go Rin Kai, <http://www.gorinkai.com/textos/gorin0.htm>. [consulta: 10/06/2018].

[5] En la parte final de su prólogo, Miyamoto Musashi dice: “Cuando llegué a la treintena, miré hacia atrás contemplando mi pasado. Todas esas victorias no se debieron a tener una estrategia depurada. Quizás fue mi habilidad natural, o el deseo del Cielo, o que los luchadores de las diversas escuelas eran inferiores. Por lo tanto, estudié mañana y tarde buscando el principio, y llegué a comprender cuál era el Camino de la Estrategia cuando cumplí cincuenta años. Desde entonces he vivido sin seguir ningún camino en particular. De acuerdo con la virtud de la Estrategia he practicado muchas artes y habilidades, siempre sin un maestro. Para escribir este libro no uso la ley de Buda o las enseñanzas de Confucio, ni las antiguas crónicas guerreras o libros de tácticas marciales. Tomo mi pincel para explicar el auténtico espíritu de esta escuela ‘Ichi’, tal y como se refleja en el Camino del Cielo y de Kwannon. Este momento es la noche del décimo día del décimo mes, a la hora del Tigre. [3 a 5 a.m.]”.

[6] Sun Zi (1996). El arte de la guerra. Beijing, Ediciones en lenguas extranjeras, 1996 (2da reimp.), p. 91-96.

La inteligencia sanitaria. Una inteligencia esencial de la inteligencia estratégica.

LA INTELIGENCIA SANITARIA. UNA INTELIGENCIA ESENCIAL DE LA INTELIGENCIA ESTRATÉGICA.

Marcelo Javier de los Reyes (*)

Julio de 2020

Resumen

La Inteligencia Estratégica se nutre de la Inteligencia Estratégica Militar, de la Inteligencia Criminal y de la Inteligencia Competitiva. Dentro de la Inteligencia Militar, en los Estados Unidos, ya desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, se desarrolló la Inteligencia Médica.

Actualmente se habla de Inteligencia Sanitaria, la que debería alcanzar mayor relevancia como consecuencia de la pandemia de coronavirus que se ha expandido por el planeta. Esta Inteligencia sectorial sería de gran utilidad para el desarrollo de los países e implicaría tomar a las cuestiones sanitarias como una inversión. Por tal motivo, la Inteligencia Sanitaria debería ser considerada como parte esencial de la Inteligencia Estratégica.

Palabras clave: Inteligencia, Inteligencia Militar, Inteligencia Sanitaria, Inteligencia Estratégica, Salud.

 

Introducción

La Inteligencia Estratégica requiere de información de diversas fuentes y su producto contribuirá a la Planificación Estratégica Nacional, la que tiene por propósito el largo plazo, vinculando la información de todas las áreas de inteligencia interior y de inteligencia exterior, así como las provenientes de otras áreas sectoriales de la inteligencia, con el objetivo de poner en manos del gobierno los elementos fundamentales para la toma de decisiones.

Entre esas inteligencias sectoriales que nutren a la Inteligencia Estratégica deben mencionarse la Inteligencia Estratégica Militar, la Inteligencia Criminal y la Inteligencia Competitiva. La Inteligencia Médica se halla dentro de la Inteligencia Militar pero a los efectos de optimizar la Planificación Estratégica —y como consecuencia de la pandemia de coronavirus que se ha expandido por el planeta— la Inteligencia Sanitaria debería ser considerada como parte esencial de la Inteligencia Estratégica.

 

La Inteligencia Médica

Jonathan D. Clemente, en su artículo Medical Intelligence nos dice que “la intersección de la medicina, la inteligencia y la seguridad nacional data de los primeros días de la Segunda Guerra Mundial”[1].

Ante la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, los oficiales médicos estadounidenses de la Subdivisión Quirúrgica de Medicina Preventiva General del Ejército (Army Surgeon General’s Preventive Medicine Subdivision) debieron abocarse a escribir sobre salud pública en los territorios ocupados para su inclusión en un manual de campo del ejército[2].

Era importante contar con una extensa lista de las principales enfermedades que podían aquejar tanto a las tropas como a la población civil. Este fue el origen del National Center for Medical Intelligence (NCMI), un componente de la Defense Intelligence Agency (DIA).

La evolución de la guerra fue incrementando el desarrollo de la Inteligencia Médica y la captura de un equipo médico enemigo y sus drogas se constituían en una fuente de información valiosa. Así fue como la antecesora de la CIA, la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) fue recabando información sobre los planes militares del adversario, sus capacidades para desarrollar una guerra biológica así como los propios conocimientos en medicina del enemigo. En verdad, la separación de las líneas de defensa entre los adversarios no significaba un obstáculo para la propagación de las enfermedades, entre las que se pueden mencionar el tifus y las ocasionadas por el piojo[3].

Creada la CIA, ya en 1947 comenzó a producir informes de inteligencia médica focalizados en el bloque comunista y durante la guerra de Corea (1950-1953), la comunidad de inteligencia reestructuró sus actividades dedicadas a la inteligencia científica y técnica para delimitar responsabilidades y evitar duplicaciones innecesarias.

En el marco de este artículo, la Inteligencia Médica es ponderada en función de las actuales circunstancias en las que la humanidad se encuentra enfrentando la pandemia de coronavirus que ha condenado a buena parte de la población, según las modalidades implementadas por cada país, a la supresión total o parcial, por tiempo no siempre determinado, de actividades sociales, laborales, etc.

Los miembros de esa unidad, profesionales de inteligencia, ciencia y medicina, son quienes monitorean y siguen las amenazas globales de salud que pudieran poner en peligro a los estadounidenses[4].

El 25 de febrero —quince días antes que la Organización Mundial de Salud definiera al brote como una pandemia global—, cuando aún había pocos casos en Estados Unidos, la unidad de Inteligencia Médica elevó su nivel de alerta, considerando que el coronavirus podía convertirse en una pandemia en 30 días[5]. No obstante, el presidente Trump tuiteaba que “El coronavirus está bajo control en Estados Unidos”.

La unidad elabora sus consideraciones utilizando fuentes públicas (Open Source Information Intelligence, OSINT) y fuentes cerradas. De este modo, la Inteligencia Médica procede a procesar la información médica, biocientífica, epidemiológica, ambiental, relacionadas tanto con la salud humana como con la salud animal, con énfasis en la actividad militar.

 

La Inteligencia Sanitaria

La amenaza de las armas biológicas, la guerra urbana y los numerosos desafíos del mundo actual, indican que la Inteligencia Médica confinada a una estructura militar para las enfermedades y traumas derivados de la guerra parecería hoy insuficiente. Sus funciones deberían ser ampliadas para convertirse en una inteligencia sectorial que suministre información a la Inteligencia Estratégica. La Inteligencia Sanitaria, como toda inteligencia, recoge información, la evalúa y procede a elaborar informes que permitan tomar decisiones con el objetivo de optimizar la salud de los pacientes y de la sociedad.

La Inteligencia Sanitaria debe poner la mira en numerosos retos que afectan a las sociedades actuales y trabajar conformando un equipo multidisciplinario de profesionales.

Desde la década de 1990 se incrementaron las migraciones y con ellas la propagación de enfermedades infecciosas. Así por ejemplo, puede mencionarse que en Nueva York, en el verano de 1999, se detectó por primera vez el virus del Nilo Occidental, enfermedad identificada en Uganda en 1937. Desde ese verano, la enfermedad se ha propagado a lo largo de los Estados Unidos.

En 2016, también en Nueva York, se ha documentado el primer caso de transmisión sexual de mujer a hombre del virus de Zika, lo cual aumenta las posibilidades de que la enfermedad pueda extenderse mucho más allá de los países en los que ya es endémica y donde los mosquitos son la fuente de contagio más importante[6].

La pandemia de COVID-19 ha demostrado cómo, debido a la interconexión global, una enfermedad se puede propagar con rapidez, ocasionando una saturación de los servicios de salud, provocando serias dificultades tanto para los estados afectados como para las empresas de transporte y las sociedades en general.

Del mismo modo, esa pandemia, como los ataques con ántrax en septiembre de 2001, despertaron las sospechas de que estas enfermedades pueden ser producto de creaciones de laboratorios, con lo cual deben ser objeto de análisis más minuciosos de la inteligencia.

Los alcances de una Inteligencia Sanitaria como la que se propone son amplios, en el sentido de salvaguardar la salud pública tanto de una región como del territorio nacional y debería incluir cuestiones fundamentales como:

  • el acceso al agua,
  • una educación sanitaria que permita la adquisición de conocimientos, aptitudes e información acerca de opciones saludables y
  • contemplar qué elementos debe producir el país para estar preparado ante situaciones dramáticas pero previsibles.

 

Algunas consideraciones finales

La Inteligencia Sanitaria debe considerarse como una inversión necesaria para evitar costos mayores. La pandemia de coronavirus ha expuesto la insuficiencia de los servicios de salud en numerosos países y la falta de producción de elementos imprescindibles para la protección no solo del personal de la salud sino también de la población en general. Una de las recomendaciones es lavarse las manos, pero en muchas zonas las personas carecen de acceso al agua. ¿Servirá esta triste experiencia para que los tomadores de decisión asuman qué significa “inversión” en estos casos? Porque las enfermedades, los lisiados y las muertes implican un costo para el Estado. Esto bien vale para aquellos que están involucrados en el debate “economía o vida”.

Es en estos casos en que se debe aprender de las experiencias y cambiar el rumbo. Nuevamente el costo de la prevención puede resultar menor que el de intentar dar soluciones cuando ya es tarde.

Dicho esto y a partir de esta coyuntura, entonces, se hace necesario repensar en que es necesario desarrollar una Inteligencia Sanitaria abarcativa. Sólo se precisa de un equipo reducido de personal multidisciplinario, que participe de una comunidad ampliada de Inteligencia que se vincule con numerosas oficinas gubernamentales (municipales, provinciales y nacionales), con empresas privadas como así también con asociaciones científicas.

La información recabada a partir de esa comunidad coadyuvaría en la Planificación Estratégica regional y nacional, es decir, en la adopción de una correcta política sanitaria y en la toma de decisiones —el curso de acción a seguir— ante situaciones de emergencia.

Se trata de ponderar lo que se denomina el capital humano de la Nación, recurso tan importante como los naturales.

Por todo lo expresado, la Inteligencia Sanitaria debería sumarse a las otras inteligencias sectoriales que nutren a la Inteligencia Estratégica para favorecer y aportar a la toma de decisiones políticas.

 

 

* Licenciado en Historia egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (1991). Doctor en Relaciones Internacionales, School of Social and Human Studies, AIU, Estados Unidos. Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires, Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

 

[1] Jonathan D. Clemente. “Medical Intelligence”. The Intelligencer Journal of U.S. Intelligence Studies, volumen 20, number 2, Fall/Winter 2013, Association of Former Intelligence Officers (AFIO), [consulta: 13/08/2015].

[2] Ídem.

[3] Ídem.

[4] “EEUU: Unidad de inteligencia médica advirtió de coronavirus”. Infobae, 17/04/2020, <https://www.infobae.com/america/agencias/2020/04/17/eeuu-unidad-de-inteligencia-medica-advirtio-de-coronavirus/>. [consulta: 20/04/2020].

[5] Ídem.

[6] Marc Santora. “Twist in Zika Outbreak: New York Case Shows Women Can Spread It to Men”. The New York Times, 15/07/2016,<https://www.nytimes.com/2016/07/16/nyregion/zika-virus-female-to-male-sexual-transmission.html>, [consulta: 12/06/2020].