Mr. Powers: I don’t want any more economists, sages, or oracles bombinating over our cables. I want a reporter! Somebody who doesn’t know the difference between an -ism and a kangaroo. A good, honest crime reporter. That’s what the Globe needs. That’s what Europe needs!.

Foreign Correspondent, Alfred Hitchcock (1940)

 

José Miguel Palacios, 18 de septiembre de 2023

La comunidad occidental de inteligencia llegó al final de la Guerra Fría con una buena comprensión del mundo soviético y un importante número de analistas especializados en su estudio. El llamado “dividendo de la paz”[1] la afectó y, poco a poco, el conocimiento acumulado durante décadas, la sobresaliente capacidad analítica alcanzada, se fueron degradando. Con el tiempo, los analistas sovietólogos se fueron retirando o se reconvirtieron hacia otros temas o regiones (por ejemplo, la exYugoslavia en los años noventa; Afganistán, Iraq, Siria y el terrorismo en la década siguiente).

 

En los últimos años, Rusia ha vuelto a ser un objetivo importante para la comunidad occidental de inteligencia[2]. Y esta tiene que hacerle frente con unos medios humanos e intelectuales mucho más modestos que los que poseía hace tres décadas. Probablemente, ha sido posible recuperar a algún viejo kremlinólogo. Probablemente, un cierto número de analistas expertos en otras áreas o temáticas ha pasado a trabajar sobre temas rusos. Irremediablemente, una parte sustancial de los analistas que están encargándose del trabajo deben de ser jóvenes con escasa experiencia.

 

En las próximas líneas, ofrezco una breve discusión (personal y, por tanto, discutible) de las ventajas e inconvenientes de estos tres grandes grupos de analistas.

 

Los viejos kremlinólogos (Cold War Warriors)

Algunas de las ventajas asociadas con una larga experiencia como analistas, con décadas dedicadas al conocimiento de Rusia y del mundo postsoviético son:

 

  • Memoria: excelente conocimiento de los antecedentes.
  • Contexto: buena comprensión del entorno en que viven y actúan los líderes que investigamos, del espacio en el que desarrollan los procesos que nos interesan.
  • Capacidad para seguir líneas de investigación muy variadas en temas que, a primera vista, no resultan obvios.

 

No todo son ventajas, sin embargo. Algunos problemas de los que frecuentemente adolecen analistas de este tipo son:

 

  • Resistencia a reconocer señales de cambio. Tienden a interpretar todos los hechos que observan de acuerdo con los esquemas explicativos que su larga experiencia les ha hecho adoptar. Esquemas que, con frecuencia, se resisten a modificar.
  • Tendencia a invadir el campo de acción del cliente político. Convencidos de que saben más y/o mejor que otros participantes en el proceso de toma de decisiones, algunos de ellos caen en la tentación de dar el siguiente paso: desarrollar una preferencia marcada por determinadas líneas de acción y valerse de su conocimiento especializado para intentar imponerlas.

 

Analistas experimentados, sin buen conocimiento de la zona

El uso de este tipo de analistas experimentados suele estar asociado a importantes ventajas:

 

  • El haber tenido que enfrentarse a lo largo de su carrera con temas diversos les ha hecho (al menos, en muchos casos) prestar más atención a la metodología del análisis, a perfeccionar el uso de una serie de técnicas que les permiten abordar con éxito cuestiones muy distintas. Por el contrario, los superespecialistas, dedicados durante décadas al mismo tema, pueden tener una tendencia excesiva al uso de métodos intuitivos, no sistemáticos.
  • La experiencia en diversos temas les puede permitir establecer conexiones transregionales o utilizar las lecciones aprendidas en uno de ellos para mejorar la comprensión de otro[3].

 

Su principal desventaja es producto de su larga experiencia (exceso de confianza en su propia capacidad), unida a su insuficiente conocimiento del tema concreto que están analizando. Esta combinación puede llevarlos a minusvalorar lo que cada país, región o tema, tienen de específico y a intentar reconducir el análisis de personajes, decisiones y situaciones hacia esquemas ya conocidos, que les han dado buenos resultados en otras circunstancias.

 

Analistas noveles

En una disciplina como la inteligencia, en la que la experiencia suele considerarse una parte importante del bagaje intelectual de los analistas, pueden obviarse algunas de las ventajas comparativas que poseen los más noveles. Por ejemplo:

 

  • Entrenamiento más reciente y moderno.
  • Mayor familiaridad con técnicas y herramientas actuales (en particular, con las proporcionadas por la inteligencia artificial).
  • Humildad: en la mayor parte de los casos, no creerán que “se las saben todas”.
  • Ímpetu: tienen que luchar para “hacer carrera”.
  • Facilidad para reconocer elementos de cambio, novedades en la actuación de líderes o en la evolución de temas. 

 

En la parte negativa, resulta obvio que la escasa profundidad de su conocimiento específico del tema objeto de análisis, así como la falta general de experiencia, pueden llevarles en algunas ocasiones a cometer errores analíticos graves[4].

 

 

¿Qué hacer?

 

Al final, el trabajo hay que hacerlo con los medios (humanos y materiales) de los que se dispone. En el caso concreto del actual conflicto de Occidente con Rusia, los gestores de organizaciones y equipos de inteligencia se enfrentan al reto de optimizar el uso de los recursos que tienen en sus manos (o que pueden movilizar en un plazo de tiempo necesariamente breve) a fin de ofrecer el mejor producto posible. Algunas ideas:

 

  • Para aquellas cuestiones de inteligencia estratégica en las que resulte fundamental poseer (y ser capaz de transmitir) una buena compresión del contexto, así como de las motivaciones de los actores principales, siempre es bueno contar con analistas veteranos que posean un amplio y profundo (también en el tiempo) conocimiento del tema. Y si la organización no posee (o no posee ya) este tipo de analistas, tendrá que buscarlos en las llamadas “reservas de inteligencia”.
  • Para inteligencia estratégica, cuando se trata de ver el “juego global” y trascender el problema concreto que nos ocupa, es bueno confiar en analistas veteranos con experiencia en varias regiones o temas. Aquellos que, además, hayan trabajado en estrecho contacto con los clientes políticos (o dentro de estructuras políticas) estarán particularmente bien preparados para ofrecer un buen producto de este tipo.
  • Cuando se trata de formular predicciones acertadas, tanto a nivel estratégico como operacional o táctico (alerta temprana), hay que contar con “superpronosticadores”, es decir, con analistas con una capacidad especial y probada para prever la evolución de la situació. No siempre los analistas expertos son buenos pronosticadores[5].
  • Para análisis táctico y operacional, particularmente cuando se realiza sobre la base de un potente sistema de obtención, los grandes expertos de área tienen pocas ventajas; el trabajo se puede hacer perfectamente con generalistas bien entrenados (incluso noveles), sobre todo si tienen una buena comprensión de los medios y técnicas más modernos.

 

La inteligencia, como disciplina, puede compararse a una buena paella. Admite todo tipo de ingredientes, siempre que se combinen con arte y se añadan a una base sólida. Un buen “coupage”, con aportaciones de origen muy diverso, es a menudo la solución óptima para dar una respuesta adecuada a los problemas con los que la inteligencia debe enfrentarse.

 

[1]     De hecho, la aparición de este concepto es anterior a la desintegración del bloque soviético. Las discusiones sobre el “dividendo de la paz” eran ya muy populares en 1989, tanto en publicaciones académicas como en otros textos especializados. Véase, por ejemplo, Treverton, G.F. (1989/1990). The defense debate. Foreign Affairs, Vol. 69, No. 1. Pp. 183-196. https://doi.org/10.2307/20044294.

[2]     Aquí, estamos dando por supuesto que la “comunidad occidental de inteligencia” existe. Quizá se trate de una cuestión que merezca una consideración más detallada, sobre la base de una sólida definición de “comunidad de inteligencia”.

[3]     El Embajador norteamericano Robert C. Frasure, enviado especial a Bosnia-Hercegovina en 1995 (falleció el 19 de agosto, en un accidente de automóvil cerca de Sarajevo), había desarrollado gran parte de su carrera en diversos países de África. Por aquellos meses, se decía en Belgrado (medio en broma, medio en serio) que quizá no fuese mala idea que un experto en cuestiones tribales africanas intentara encontrar una salida al conflicto de la antigua Yugoslavia.

[4]     Durante el conflicto de la antigua Yugoslavia, una parte sustancial de los funcionarios internacionales desplegados en la zona rotaba rápidamente, lo que se traducía en una pérdida casi irrecuperable de “memoria histórica”. En 1995-96, se comentaba en Belgrado que algunos personajes locales habían utilizado este continuo cambio de interlocutores para “reinventarse”, alterando partes importantes de su biografía (en particular, de sus ideas, conexiones y posturas pasadas). Un ejemplo bastante jocoso puede encontrarse en la película Gori Vatra, de Pjer Žalica, una versión bosnia del Bienvenido Mister Marshall de García Berlanga. Véase https://es.wikipedia.org/wiki/Gori_vatra.

[5]     Philip Tetlock ha demostrado empíricamente que en algunas cuestiones, buenos analistas con una gran experiencia ofrecen predicciones que apenas son mejores que las que ofrecería un juego puro de azar. Véase Tetlock, P. E. (2005). Expert political opinion, how good is it? How can we know. Princeton, NJ: Princeton University Press. También Scoblic, J. P.; Tetlock, P. E. (2020). A Better Crystal Ball. Foreign Affairs. Vol. 99 Issue 6. Pp. 10-18.