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La seguridad de las campañas políticas en Estados Unidos
Dr. Pablo García Molina
Faculty Lecturer, Georgetown University
| marzo de 2020 |
Si tenemos información confidencial, tenemos que protegerla. Esto es obvio en seguridad nacional y en asuntos militares. También lo es en sectores como el industrial y el comercial. Y por supuesto es crítico en la política.
Los siguientes ejemplos de Estados Unidos lo ilustran.
En marzo del 2016, hackers comprometieron mediante phishing la cuenta de correo electrónico personal (Gmail) de John Podesta, ex profesor y mi colega en la Universidad de Georgetown, ex «chief of staff» del Presidente Bill Clinton, y «chair» de la campaña presidencial de Hillary Clinton. El ataque fue atribuido a Fancy Bear, un equipo de hackers asociado con la agencia de inteligencia militar rusa.
En octubre del 2016, Wikileaks empezó a publicar los correos de Podesta, con más de 20.000 páginas de texto. El resultado fue devastador para la campaña presidencial de Hillary Clinton y para el partido demócrata en general. Anecdóticamente, la filtración ocasionó el Pizzagate. En mi barrio de Washington DC hay una pizzería llamada Comet Ping Pong. Algunos lectores pensaron que los correos revelaban en clave que Hillary Clinton, John Podesta y otros líderes demócratas abusaban de niños en el sótano del restaurante. Un lector de conspiraciones en internet se presentó en el restaurante con un rifle y disparó. Afortunadamente nadie resultó herido.
El 7 de marzo del 2020, el diario The New York Times informaba que en el año 2016 Erik Prince lanzó campañas de espionaje contra organizaciones demócratas. Erik Prince es hermano de la actual ministra de educación de Estados Unidos, Betsy DeVoss, ex líder de la compañía de seguridad Blackwater Worldwide y asesor informal de varios cargos de la administración Trump.
Erik Prince contrató a ex espías, algunos de ellos del MI6 británico, con el objeto de espiar en la sede de Michigan de uno de los sindicatos más numerosos: el American Federation of Teachers. También espió en la campaña al congreso de Abigail Spanberger, actual congresista demócrata por el estado de Virginia.
Sabemos que los rusos interfirieron en las elecciones presidenciales de Estados Unidos del 2016. Proteger las campañas políticas es fundamental para preservar nuestra confianza en la democracia. Las campañas y los partidos políticos deben tener su ciberseguridad muy presente. Los altos cargos de esas campañas y de esos partidos deben predicar con el ejemplo. Recientemente comenté sobre este tema en medios de comunicación estadounidenses. Mi conclusión es que necesitamos más expertos:
Inteligencia desclasificada y verdad
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“Porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse». Mt, 10:26[1] |
| José Miguel Palacios, 4 de marzo de 2020 |
Los documentos de inteligencia suelen ser clasificados porque si el oponente[2] desconoce lo que sabemos (o lo que ignoramos) sobre él, entonces tenemos una ventaja competitiva[3]. La clasificación implica que solo una minoría (los “happy few”, que diría Stendhal) conozca su contenido y que aquellos muchos que lo ignoren puedan hacerse una idea exagerada acerca de su valor. Acerca, en particular, de su veracidad. Y es que algunos de ellos quizá imaginen que la desclasificación de informes de inteligencia hará que todos tengamos acceso a una verdad de orden superior, una verdad que hasta ese momento se nos había ocultado.
Por eso es inevitable que la lectura de los numerosos informes de inteligencia que ciertos países (Estados Unidos, sobre todo) han desclasificado provoque en muchos una cierta decepción. Porque bastante de lo que contienen ya estaba disponible en medios abiertos. Y porque las novedades sensacionales que incorporan son, a veces, poco más que rumores de escasa verosimilitud y difícil confirmación.
¿De verdad la inteligencia real está tan lejana de ese orden superior de veracidad que se le atribuye? Y, si es así, ¿por qué?
Está, en primer lugar, el factor del tiempo. La inteligencia se produce en apoyo al proceso de toma de decisiones y debe entregarse en el momento en que sea necesaria. Lo que, en el mundo real, supone que los servicios de inteligencia dispondrán habitualmente de menos tiempo del que se requeriría para hacer un trabajo plenamente sólido. Para llegar a conocer la verdad-verdad. La investigación técnica de un accidente aéreo puede durar varios meses y la instrucción judicial de una causa compleja, varios años. Pero los políticos tienen que adoptar decisiones trascendentales en pocas horas o días, y la inteligencia tiene que ajustarse a sus plazos para proporcionar dentro de ellos los mejores elementos de juicio que pueda obtener o elaborar. Que, evidentemente, habrían sido de más calidad si hubiese contado con más tiempo.
Un segundo problema lo representan las fuentes. En parte por su culto del secreto, en parte para evitar solapes con otros proveedores de información y análisis, la inteligencia (al menos, muchos servicios de inteligencia) tiende a basar sus informes en lo obtenido de cierto tipo de fuentes: fuentes humanas, con las que a menudo existe una relación conspiratoria, y fuentes técnicas. El problema es que tales fuentes, insustituibles para ciertos temas, tienen muchas limitaciones a la hora de iluminar otros[4]. Además, las fuentes humanas son las que se consigue captar, no siempre aquellas a las que habría que acceder para conseguir una información veraz. Los propios intereses de las fuentes, tanto económicos como políticos, influyen también en la información que proporcionan[5].
Un tercer problema es que los analistas que redactan los informes de inteligencia no son siempre grandes expertos en los temas de los que tratan. En 2004, David Ignatius aseguraba que un analista medio de la CIA apenas tenía tres años de experiencia en su puesto, un plazo que cualquier especialista universitario consideraría corto para formar a un verdadero experto[6]. Por otra parte, la compartimentación, característica del trabajo de los servicios de inteligencia, puede hacer que en ocasiones el analista tenga un buen conocimiento de su propio tema y ningún conocimiento de otras cuestiones conexas, que pueden ser responsabilidad de un equipo de trabajo diferente[7].
Dicho esto, parece claro que historiadores y otros especialistas académicos sacarán buen provecho de los documentos de inteligencia que puedan ser desclasificados. A menudo encontrarán en ellos una comprensión bastante sofisticada de lo que estaba ocurriendo, algo muy difícil de conseguir cuando se tiene que trabajar en unos plazos estrictamente limitados. En ocasiones, se sorprenderán de que las conclusiones de los analistas de inteligencia no sean sustancialmente distintas de las alcanzadas por especialistas académicos (y por algunos periodistas)[8]. En otras, descubrirán que los productos de inteligencia pueden ser netamente inferiores a las obras de los historiadores, escritas con más tiempo y perspectiva, con un mejor acceso a fuentes fiables. Así que los amigos de las conspiraciones, nuestros entrañables “conspiranoicos”, quedarán casi siempre decepcionados. La cara oculta de la Luna resulta no ser tan distinta[9].
[1] Según la traducción de Casiodoro de la Reina.
[2] La “parte contratante de la segunda parte”, según el léxico marxista.
[3] El conocido periodista portugués José Rodrigues dos Santos lo explica muy bien en su novela O Códex 632: “Os portugueses eram um povo pequeño e com recursos limitados, não seriam capazes de competir com as grande potências europeias em plano de igualdade se todos partilhassem a mesma informação. Eles perceberam que a informação é poder, e, conscienciosos, guardaram-na com grande avareza, preservando assim o monopólio do conhecimento sobre esta matéria estratégica para o seu futuro”. RODRIGUES DOS SANTOS, J. (2005). O Códex 632. Lisboa: Gradiva. Pp. 119-120.
[4] Robert Jervis ha escrito: “Although intelligence organizations do not like to recognize it, they rarely have special advantages in understanding revolutions and general political developments. CIA and its counterparts are in the business of stealing secrets, but secrets are rarely at the heart of revolutions.” JERVIS, R. (2010). Why Intelligence Fails: Lessons from the Iranian Revolution and the Iraq War. Cornell Studies in Security Affairs. P. 26.
[5] Un caso paradigmático es el de la fuente iraquí Curveball. Ver Wikipedia contributors. (2020, January 21). Curveball (informant). In Wikipedia, The Free Encyclopedia. Retrieved 10:07, March 3, 2020, from https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Curveball_(informant)&oldid=936917180.
[6] IGNATIUS, D. (2 Mayo 2004). Spy world success story. Washington Post: B07.
[7] En un informe redactado por la CIA en 1983 se decía que “Después de Yugoslavia, España es el país étnica y lingüísticamente más diverso de entre los principales países europeos”. Lo que indica que el autor estaba muy poco familiarizado con la situación etnolingüística de países como Francia o Italia. Ver https://arainfo.org/aragon-en-los-papeles-de-la-cia/
[8] En un artículo publicado en 2007, James D. Marchio, un veterano analista de inteligencia en la DIA y, posteriormente, en la ODNI, afirmaba que en lo relativo a la fiabilidad de las fuerzas no soviéticas del Pacto de Varsovia, “most academics came to the same conclusions as the IC did…”. Y parece que lo escribía con cierto orgullo, como prueba de que los analistas de inteligencia habían hecho bien su trabajo. Ver MARCHIO, J.D. (2007). Reliability of Non-Soviet Warsaw Pact Armed Forces, 1946-89. Studies in Intelligence Vol. 51, No. 4 (Extracts-December 2007): 40.
[9] En las viejas novelas de ciencia ficción (por ejemplo, en Esa horrible fuerza, de C.S. Lewis), la cara oculta de la Luna es presentada a veces como una región misteriosa, donde existen seres o instalaciones (en general, malignos) que no pueden verse en la cara vista. Como todos sabemos, la realidad es más prosaica. Menos novelesca.
Inteligencia Económica, una necesidad para España. Inteligencia Competitiva, una necesidad para sus empresas. 2ª parte: La necesidad de la Inteligencia Competitiva en las empresas
2ª parte.- La necesidad de la Inteligencia Competitiva en las empresas
En la parte anterior publicada en el blog dedicada a la Inteligencia Económica, se hacía referencia a la necesidad de que nuestro país disponga de un sistema más completo y coordinado que defienda con mayor eficiencia sus intereses económicos y los de nuestras empresas y finalizaba con una llamada a la necesidad de formar expertos en estas disciplinas para poder aplicarla a todos los niveles.
En España el número de empresas que están implantando un sistema de Inteligencia Competitiva está aumentando, también se han programado cursos y masters específicos en varias Universidades y hay algunas consultoras y centros de estudios que están desarrollando actividades en este ámbito. Pero no estamos en el nivel que sería deseable y necesario.
La dimensión del Estado es muy importante, pero no lo es menos lo que cada organización pueda aportar de forma individual y es, en esta parte, donde también queda aún mucho camino por recorrer en España. Con frecuencia sabemos de empresas que no conceden importancia al valor añadido que podría aportarles la Inteligencia Competitiva que pudieran desarrollar con sus propios medios y siguen actuando apoyándose exclusivamente en la calidad de sus productos y en la forma tradicional de competir en los mercados.
Muchas empresas no se creen vulnerables porque han sabido superar las crisis en el pasado y siguen obteniendo beneficios; pero, ante el panorama internacional actual, nadie sabe lo suficiente ni está suficientemente protegido. Las empresas dependen cada vez más del conocimiento para poder tomar mejores decisiones y poder abordar los retos como la globalización, la necesaria innovación y las amenazas cibernéticas que están presentes de manera permanente en su vida diaria.
Para una empresa mantenerse cuando su panorama alrededor es tan cambiante, complejo e incierto es un desafío permanente y lo peor es que nuestras empresas deben hacerlo día a día porque en muchos casos va en ello su futuro.
Las empresas españolas necesitan concienciarse de la necesidad de disponer de personal especializado y dotarse de procedimientos internos que ayuden a definir y materializar sus necesidades de información y de Inteligencia para ayudar en la toma de decisiones. La suma de las aportaciones públicas y privadas hará que nuestras empresas sean más competitivas.
Se puede afrontar la realidad económica actual de muchas maneras y la combinación de la IE y la IC es una de ellas. A través de ellas se aporta un mejor conocimiento de lo que pasa en nuestro entorno y de lo que es posible que ocurra, para así lograr ser más competitivos.
Pensemos en las consecuencias del Brexit, de la política proteccionista del Presidente Trump, de las disputas entre EE.UU. y China, los problemas con Irán…. Solo cito algunos ejemplos del panorama internacional actual (la lista podría ser muy larga) y a nadie se le escapa que todo esto tiene sus consecuencias para muchas de nuestras empresas.
¿Qué significa e implica hacer IC?. La IC es un modelo de gestión de la información que permite hacer del conocimiento una ventaja competitiva, porque ayuda a conocer mejor el entorno geográfico y empresarial, los mercados y la competencia, incrementa la capacidad de influencia, mejora la protección de los activos materiales e inmateriales, ayuda a anticipar los problemas y a identificar futuras oportunidades y, todo ello, contribuye a mejorar la competitividad de las empresas.
Ya no sirve solo con conocer el lugar en el que nos movemos, incluso disponer de un buen socio local que nos guíe, hay que entender el entorno, el significado de cada cambio que se produce, la influencia que su evolución puede tener, cómo actúan mis aliados y competidores y utilizar todas las herramientas a mi alcance para defender mis intereses. Todo ello, sin olvidar nada, se debe abordar desde la dimensión del análisis de Inteligencia.
Tener analistas, poseer profesionales de la IC en las empresas, adaptados a su tamaño y sus necesidades, se convierte en un valor determinante por diferenciador. Eso implica inversión en la formación de las personas que se dediquen a ello, en organización y planificación del trabajo, en la obtención y análisis de la información y en el uso de las herramientas informáticas adecuadas, uso de internet, redes sociales, etc,
Lo cierto es que en estos momentos la IC tiene una implantación poco homogénea en las empresas españolas. En algunos casos conocen sus bondades, pero faltan referentes de cómo llevarla a cabo y decisión para implantarla. La implantación en las PYMES es muy reducida y en el caso de agrupaciones sectoriales de empresas no suelen ponerse en práctica soluciones centralizadas que den servicio a sus miembros, o éstas tienen un alcance muy limitado
La puesta en marcha de un equipo de IC en una empresa es sencilla, requiere dimensionarlo en función del tamaño y necesidades de la misma y contar con personas con la formación adecuada, cuyo trabajo facilite la toma de decisiones estratégicas. También requiere una actuación de forma sistemática y estructurada; no puede abordarse como una actividad residual en la empresa, sino que hay que otorgarle la importancia que en cada caso requiera.
Una mayor actividad del Estado en el ámbito de la IE que le compete, una mejor coordinación con las empresas y una mayor concienciación de éstas para el uso de la IC, junto con referentes que proporcionen la formación adecuada, para disponer de expertos en las disciplinas mencionadas, deberían ser los pasos a seguir para mejorar la competitividad de nuestras empresas y poder afrontar los retos del mundo actual.
Sumando los esfuerzos de todos llegaremos a la seguridad y el bienestar de todos.
Madrid, Febrero 2020
intcompetitiva.jjgarcia@gmail.com
La muerte cerebral del concepto de seguridad
En 2019, el presidente francés Macrón en la última cumbre de la OTAN realizó el siguiente diagnóstico: “La OTAN se halla en estado de muerte cerebral.” La OTAN como “herramienta” que es, seguro que necesita ser reanimada. Lo que si se encuentra en estado de “muerte cerebral” es el concepto de seguridad vigente. Un simple repaso o acercamiento a la situación mundial lo certifica. Esta “seguridad” que hoy disfrutamos ha venido generando una falsa sensación de seguridad y de tranquilidad. Ha resultado ser bastante inoperante para muchas personas en este mundo. Desde este contexto, “algunos” se han creído que el mundo es suyo; cuando es algo que compartimos. No se puede ofrecer una seguridad creíble desde los respectivos intereses de cada país. Cuando el presidente Trump dice: “Ha llegado el momento de los patriotas y los nacionalistas.” Para los patriotas y nacionalistas americanos la seguridad es una y para los patriotas chinos, iraníes y coreanos…es otra.
No resulta muy halagador que una parte del mundo se sienta más o menos segura al mismo tiempo que otra se sienta más o menos insegura o amenazada. Entonces uno se pregunta: ¿Qué fue primero: la inseguridad o el negocio de la seguridad? Si nos fijamos nos lo han complicado tanto que cada vez nos resulta más difícil distinguir lo que es por una parte búsqueda de la justicia; trabajar por un orden internacional equilibrado, etc. y lo que es una mera actividad del interés nacional, partidista o interesada. Lo peor es incurrir en nombre de grandes ideales en pequeñas y muchas falsedades. A la verdad siempre le falta gente. En este contexto entra la narrativa del “miedo”, la retórica del “miedo”. Un “miedo” necesario para poder mantener la idea de seguridad que se nos quiere imponer. El “miedo” y todo lo que conlleva es un gran “negocio”. El miedo es el principio reactivo de la seguridad. Los “señores” del miedo no se cansan de meter miedo y de darnos miedo. Pero si preguntamos: ¿a qué se tiene miedo? La respuesta suele ser: a la enfermedad, al paro, al deterioro medio ambiental, a la pobreza, a la ignorancia, también al terrorismo… Y sobre todo tenemos miedo de lo que no sabemos y nos dicen que existe o puede existir. Entonces, ¿de qué nos alegramos? ¿Qué seguridad es esta nuestra que crea inseguridad? Si realmente queremos la paz, tenemos que cambiar el concepto de seguridad vigente. Este concepto se nos está revelando como un arma de inseguridad global. Esta seguridad nuestra tiene mucho de “fase”. Consideramos que no se puede seguir por más tiempo con ese chantaje de que pedir o plantear otra seguridad es cosa de ilusos o que esta que tenemos y de lo que disfrutamos es la mejor posible. Consideramos que se debe trabajar por vivir bajo otro concepto de seguridad si se quiere de verdad construir otro mundo donde se reduzcan las amenazas que nos destruyen.
Es cierto que la seguridad al cien por cien no existe. Ni existe un modelo de seguridad “pura”. Lo que sí sabemos es que esta seguridad que tenemos y que nos la presentan como la única seguridad posible no da más de sí. Es cierto que no sería justo decir que con este concepto de seguridad no se ha conseguido nada. Se ha conseguido mucho. Por eso no es de extrañar que “otros” desde sus inseguridades tengan la necesidad de venir a disfrutar de esta seguridad nuestra. Sin embargo, creemos que se necesita trabajar en un nuevo concepto de seguridad. Una seguridad “inclusiva”, “global” y “común”. Creemos que hay otra forma de plasmar la seguridad que no produzca al mismo tiempo inseguridad.
Nadie cuestiona que la seguridad es el primero de los derechos del hombre. La seguridad se constituye en el fundamento para lograr el resto de cosas. Sin seguridad no hay libertad ni bien-estar ni democracia. La seguridad es lo que nos permite tener un ámbito donde podernos desarrollar personal y profesionalmente. ¿Qué libertad hay en el miedo y en cada una de sus versiones: miedo a la pobreza, al paro, a la inseguridad…? La seguridad tiene que ir unida a la justicia. La verdadera seguridad es la que nos da protección frente a enemigos como la pobreza, la enfermedad, el medio ambiente, la ignorancia y también el terrorismo en todas sus versiones. Todo lo que no vaya en esa dirección nos lleva a donde ya estamos y nos impide salir de donde nos encontramos: la inestabilidad. Quizás, una de las cuestiones más globales sea la de la seguridad. Todos sufrimos las consecuencias de las decisiones que se toman en todos los ámbitos que afectan a nuestra vida y que crean inseguridad.
De igual forma que Goethe decía que la “libertad debe ser reinventada en cada generación.” Consideramos que la seguridad debe de ser reinventada de nuevo. Si no se puede hacer, más que lo que ya está hecho…esto resultaría demoledor. Hay conceptos como hay instituciones (quizá la OTAN sea una de ellas para Macrón) que han aprendido de los árboles: a quedarse quietos. La seguridad debe de ser repensada y reinventada de nuevo.
Sobre todo esa seguridad que se ha constituido en una cobertura de amplio espectro: hay toda una seguridad donde no existe la vergüenza, ni los reparos, ni la ética…Es esa seguridad desde donde todo está permitido y desde donde se lava casi todo: “Por seguridad nacional.” Recordamos que es la seguridad la que tiene que ser tratada con Inteligencia; que es la inteligencia la que tiene que “enseñar a la mosca a salir de la botella.”
Inteligencia Económica, una necesidad para España. Inteligencia Competitiva, una necesidad para sus empresas
1ª parte.- La necesidad de la Inteligencia Económica.
Con esta entrega en el blog se quiere trasladar una reflexión sobre la situación actual de la Inteligencia Económica en España y sobre la utilización de la Inteligencia Competitiva en las empresas españolas.
No se pretende hacer un análisis exhaustivo, sino hacer referencia a algunos conceptos necesarios para entender estos dos tipos de Inteligencia y llamar la atención sobre ellos y la necesidad de llevarlos a la práctica de manera adecuada, por tener una repercusión muy importante en la defensa de los intereses económicos de España y de sus empresas.
Se dividirá en dos partes: 1º La Inteligencia Económica y 2º la Inteligencia Competitiva.
INTELIGENCIA ECONÓMICA, UNA NECESIDAD PARA ESPAÑA.
La Seguridad Nacional en su sentido más amplio abarca la seguridad económica, en lo relativo a la dimensión gubernamental y a las grandes cifras económicas y, también, al tejido económico y empresarial como base de una gran pirámide nacional.
La Estrategia de Seguridad Nacional de 2017 menciona el objetivo de la seguridad económica y financiera y señala la inestabilidad económica como un desafío a tratar; indica la necesidad de fortalecer la proyección internacional de España, señala que vivimos en un mundo globalizado, pero también fragmentado y competitivo, donde el entorno de seguridad cambia constantemente, y también hace referencia a la responsabilidad del conjunto de las administraciones y a la sociedad en general
Todo esto se puede ver en el nivel del Estado, como aspectos a considerar por el Gobierno y los distintos organismos de la Administración Pública española, pero hay que llamar la atención sobre la dimensión más próxima a los ciudadanos de a pie y, fundamentalmente, a nuestro tejido empresarial, al que aspectos como la proyección internacional de España, la inestabilidad económica, el entorno de seguridad cambiante y el mundo competitivo que nos rodea no le resultan ajenos.
Todos podemos y debemos contribuir a la Seguridad Nacional desde la posición en la que estemos y el Estado y las empresas tienen un papel muy importante en lo relativo a la seguridad económica.
Nuestro mundo se caracteriza por su complejidad y porque siempre está en evolución, algunas veces con demasiada rapidez. Cada zona geográfica, cada país, plantea unos riesgos y desafíos y también unas oportunidades.
Algunos expertos utilizan el acrónimo VUCA para definir el panorama actual: Volatility, Uncertainty, Complexity, Ambiguity (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad), al que en el campo empresarial habría que añadirle un incremento permanente de la competencia.
Si analizamos de forma muy general la situación actual del mundo podemos estar de acuerdo en los siguientes aspectos relevantes:
- Globalización y fin de la primacía occidental (EE.UU. y UE).
- Influencia cada vez mayor de grandes potencias como China y Rusia y la aparición de otros actores geográficos relevantes.
- Existencia de conflictos regionales de gran trascendencia, no solo para la seguridad de todos, sino también con importantes repercusiones económicas. No es una novedad que la economía esté relacionada con los conflictos, siempre lo ha estado, pero ahora lo está más por la globalización.
- Aumento del proteccionismo por parte de actores económicos importantes, con graves consecuencias en mayor o menor medida para sus economías dependientes, que hacen necesaria una mayor capacidad de reacción que hasta ahora.
- La revolución de las tecnologías de la información y las comunicaciones, que implica nuevos escenarios, actores, amenazas y también oportunidades. Mención especial merece el capítulo de la ciberseguridad, por la trascendencia que puede llegar a tener la vulnerabilidad de todas las organizaciones y en particular nuestras empresas en este ámbito.
- La existencia de internet conlleva un mayor acceso a la información, un cambio importante en la forma de comunicarnos y un gran intercambio tecnológico, económico y cultural, pero también una generalización de la desinformación y de las campañas de influencia que persiguen intereses muy concretos.
Tener un campo de juego con estos condicionantes, y seguro que otros más que se podrían añadir en función de intereses concretos o de zonas geográficas de especial interés, hacen necesario disponer de los conocimientos, herramientas y apoyos imprescindibles para poder actuar con garantías o, al menos, con las mismas garantías que nuestros competidores.
En la historia, la Inteligencia como producto, es decir el uso de buena información, que ha sido elaborada y analizada, ha sido una constante que se ha aplicado a la toma de decisiones por los Gobiernos, en el ámbito militar y también en el mundo empresarial.
Inteligencia y economía se necesitan mutuamente para la salvaguarda de los intereses nacionales y los particulares.
Partiendo de la definición de la Inteligencia Económica (IE) elaborada por el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), la podemos entender como Inteligencia de contenido económico/empresarial elaborada por el Estado en apoyo a los intereses económicos del país y a la actividad de las empresas en el exterior.
De la misma forma, partiendo de la definición del CNI de la Inteligencia Competitiva (IC), podemos decir que es una herramienta de gestión o práctica empresarial que consiste en un proceso sistemático, estructurado, legal y ético por el que se recoge y analiza información que, una vez convertida en Inteligencia, se difunde a los responsables de la toma de decisiones en la empresa para facilitar las mismas, mejorando así su competitividad, su capacidad de influencia y las posibilidades para defender sus activos e intereses.
Son muchos los países que, cada vez más y mejor, organizan sus capacidades para utilizarlas en beneficio de sus intereses económicos y su competitividad y esa acción, completa y coordinada, hace que esos intereses estén bien defendidos en el plano internacional y que sus empresas dispongan de todo el apoyo institucional cuando es necesario. A ello suman la aportación de cada empresa, a título individual y con sus propios recursos, para que en cada momento su estrategia de actuación y sus decisiones sean las más convenientes para sus intereses.
La evolución que ha seguido la IE en España durante lo que va de siglo ha sido importante y en ello la crisis económica reciente ha tenido mucho que ver. En la actualidad figura dentro de los cometidos de distintos organismos del Estado y se llevan a cabo actividades con el objetivo de favorecer los intereses nacionales en este campo.
Sin embargo, durante los últimos años son muchas las voces que han llamado la atención en España sobre la necesidad de disponer de un sistema más eficiente de IE, como una forma de paliar las carencias actuales, dedicar mayores recursos y evitar la desagregación de estos cometidos dentro de la propia Administración.
La globalización y la existencia de grandes corporaciones multinacionales hacen que el mundo de la economía y de las empresas sea cada día más complejo y competitivo. Es imprescindible contar con estrategias que utilicen al máximo los recursos disponibles a todos los niveles del Estado y de cada organización, pública o privada, para competir en las mejores condiciones en los mercados nacionales e internacionales.
Habría que finalizar esta reflexión inicial diciendo que un sistema de Inteligencia Económica debe incluir, además de una mejor organización y coordinación en el nivel del Estado, una dimensión docente que se dedique a formar expertos en las disciplinas necesarias para llevar a cabo las labores de Inteligencia, sea Económica o Competitiva, de forma que la necesaria cultura de Inteligencia aplicada al ámbito económico se expanda a todos los niveles y genere un mayor aprovechamiento de las capacidades públicas y privadas de nuestro país.
Madrid, Febrero 2020
intcompetitiva.jjgarcia@gmail.com
Los límites de la inteligencia
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“Intelligence does not drive policy. Policymakers drive policy. Intelligence forms a crucial part of their intellectual background, but competing with intelligence are their prejudices and opinions formed over lifetimes of thinking about politics and history.»
Paul D. Miller[1] |
| José Miguel Palacios, 22 de enero de 2020 |
Este mismo mes de enero, el think tank francés Geopragma, que se define a sí mismo como “polo francés de geopolítica realista”, afirmaba en un artículo sobre la crisis entre Irán y Estados Unidos que “Europa, y parece que también Francia, por sus desastrosas decisiones sobre Libia y Siria a lo largo de los últimos diez años, han perdido perdido el control en Oriente Medio… y ahora pierden la cabeza”[2]. Dos casos tremendos en los que la reacción de Europa (y de muchos países europeos) ante lo que en su momento se llamó la “primavera árabe” parece haber sido muy inadecuada. Como si aquellos acontecimientos hubieran pillado a Europa (y a los dirigentes europeos) por sorpresa, como si, además, nadie hubiera acertado en el diagnóstico.
Y de una manera natural surge la pregunta de cuál ha sido el papel de la inteligencia en este fracaso político. De por qué la inteligencia no parece haber servido de mucho. Por qué, en particular, la inteligencia no ha proporcionado una eficaz alerta temprana. O por qué no ha sido capaz de diagnosticar a tiempo lo que estaba ocurriendo. Y es que, como Fernando Velasco nos recordaba hace pocas fechas, en casos como estos los ciudadanos pueden preguntarse “por qué y para qué necesitamos la Inteligencia en un mundo en el que la información está al alcance de cualquiera”, o “cuál es el valor añadido que justifica la existencia de un Servicio de Inteligencia”[3].
Cuando un sistema falla (y tendríamos que aceptar que en este tema ha fallado lo que podríamos llamar “sistema de toma de decisiones informado por la inteligencia”) el error puede deberse al mal funcionamiento de cualquiera de sus componentes. Simplificando mucho, podríamos aventurar que el fallo puede haberse dado en la elaboración de la inteligencia por parte de los servicios, o en su uso por parte de los decisores políticos. O, quizá, en ambos.
No conocemos todavía qué inteligencia elaboraron los servicios europeos sobre la posibilidad de una “primavera árabe”, sus características y su posible evolución. Aún faltan bastantes años para que los documentos relevantes puedan ser desclasificados[4]. Podemos aventurar, sin embargo, que es difícil que su aportación haya marcado la diferencia en un tema como el que tratamos. Porque no se puede pedir peras a un olmo y los servicios de inteligencia están optimizados para elaborar otro tipo de productos:
– Los servicios suelen concentrar su esfuerzo en áreas en las que tienen una ventaja comparativa clara. Porque, como nos recordaba Paul Miller, en estos momentos no están, ni mucho menos, solos entre los proveedores de conocimiento estratégico en apoyo del proceso de toma de decisiones. Así que los servicios valoran, sobre todo, aquellos de sus productos que están elaborados con información procedente de fuentes clandestinas y de procedimientos específicos. Y, claro, estos productos pueden ser muy útiles en ciertos temas y nada útiles en otros. Si se trata de conseguir información técnica detallada acerca de un avión de combate de quinta generación, o sobre la postura negociadora de un país, entonces un buen servicio puede tener algo (o bastante) que ofrecer. Pero si se trata de prever o de estudiar procesos como el de la “primavera árabe”, entonces los servicios son menos útiles. Porque, con toda probabilidad, su desencadenamiento no fue producto de los manejos de un poderoso dirigente en cuyo círculo de confianza quizá se podría intentar el reclutamiento de una fuente.
– Los buenos servicios tienen muy asumido su papel en apoyo al proceso de toma de decisiones. Lo que implica que tienden a ignorar temas y procesos que no tienen interés para sus clientes. En los países democráticos, en que la duración de los ciclos políticos depende de los procesos electorales y raramente es mayor de cuatro años, el plazo medio-largo tiene un interés escaso para los decisores y, en consecuencia, también para los servicios.
– Los servicios de inteligencia son particularmente buenos en el conocimiento del pasado reciente y tienden a imaginar el futuro extrapolando las tendencias que son capaces de detectar en estos momentos. Como Tom Fingar ha explicado, “most of the time, the future is like the past, with certain variations, and most of the time it is ‘safe’ to predict basic continuity”[5]. Lo que explica las enormes dificultades con las que se enfrentan los servicios para detectar posibles puntos de inflexión. Como, por ejemplo, la “primavera árabe”.
Pero también puede haber habido disfunciones en el lado de los clientes. La inteligencia no es la única fuente de conocimiento de la que beben y lo que los decisores buscan en los servicios “es aquello que otras agencias no pueden suministrarles”[6]. En un problema como el descrito, en el que los servicios difícilmente pueden poner en valor sus fortalezas específicas (principalmente, en cuanto a fuentes y procedimientos), es fácil que un político de alto nivel se deje guiar, sobre todo, por su ideología, por su intuición (en muchos casos, educada por una larga experiencia) o por el “conventional wisdom” de la época.
En 2010 -2011 muchos gobernantes europeos creyeron ser testigos del comienzo de una nueva “ola de democratización”[7], como la que se desarrolló en Europa Centrooriental y los Balcanes durante los años noventa. Se equivocaron.
[1] MILLER, P.D. (2010). Working for the “War Czar”. Lessons for Intelligence Support to Policymaking during Crises. Studies in Intelligence Vol. 54, No. 2. https://www.cia.gov/library/center-for-the-study-of-intelligence/csi-publications/csi-studies/studies/vol.-54-no.-2/pdfs-vol.-54-no.-2/U-%20Miller-Working%20for%20the%20War%20Czar-19June2010-web.pdf (acceso: 22.01.2020).
[2] GEOPRAGMA (17.01.2020). Communiqué Geopragma : Dans la crise irano-américaine : l’Europe entre inconstance et suivisme. Geopragma. http://geopragma.fr/communique-geopragma-dans-la-crise-irano-americaine-leurope-entre-inconstance-et-suivisme/ (acceso: 22.01.2020).
[3] VELASCO, F. (16.01.2020). Repensar los servicios de inteligencia: aprendiendo de la sociedad. Blog Cátedra Servicios de Inteligencia y Sistemas Democráticos. http://catedra.proyectointeligenciavisualanalitica.com/blog-fernando-velasco/ (acceso: 22.01.2020).
[4] La UE sí desclasificó hace unos años un análisis estratégico sobre este tema redactado en 2007. Council of the European Union (05.07.2017). Worst Case Scenarios for the Narrower Middle East (declassified version of the confidential report SIT-6577/07, dated 12.07.2007). http://data.consilium.europa.eu/doc/document/ST-7636-2017-INIT/en/pdf (acceso:22.01.2020).
[5] FINGAR, T. (2011). Reducing uncertainty: Intelligence analysis and national security. Stanford University Press. P. 80.
[6] DÍAZ FERNÁNDEZ, A.M. (2006). El papel de la comunidad de inteligencia en la toma de decisiones de la política exterior y de seguridad de España. Fundación Alternativas: documento de trabajo OPEX 03/2006. P.61.
[7] Para el concepto “ola de democratización”, ver HUNTINGTON, S. P. (1993). The third wave: Democratization in the late twentieth century. University of Oklahoma press. P. 15.
Repensar los servicios de inteligencia: aprendiendo de la sociedad
Consideramos que se trata de repensar el papel de los Servicios de Inteligencia y por tanto de la Inteligencia pero no como una mera adaptación al mundo actual a través de la transformación digital, sino como un cambio de mentalidad.
Hoy nadie duda que los problemas a resolver tienen que ser tratados de manera transversal y desde diferentes perspectivas. Los cambios a los que estamos asistiendo por la globalización están generando transformaciones que afectan no solo a nuestras vidas, sino también a los Servicios de Inteligencia y a su forma de ser y de estar en la sociedad. Sociedad donde nadie sobrevive si no se reinventa. Ante los cambios en los que estamos inmersos, nadie por sí solo y los Servicios de Inteligencia tampoco, disponen de una guía y menos de recetas únicas para actuar. Todo esto nos lleva a tener que repensar la relación entre los Servicios de Inteligencia y la sociedad y los políticos. Por un lado, los Servicios de Inteligencia han desarrollado “agorafobia”: ese miedo a salir de casa, a abrirse. Considerar a los Servicios de Inteligencia como algo de naturaleza cerrada e inmutable lleva a importantes errores de comprensión y de actuación. El creerse autosuficientes, no es una metodología suficiente para un Servicios de Inteligencia. Es seguir viviendo y describiendo el mundo de forma incompleta. Es mantener una “visión estrecha” en una “banda ancha.”
Por otro lado, también supone un error por parte de la sociedad, pensar en los Servicios de Inteligencia de forma romántica. La imagen que los ciudadanos solemos tener de los Servicios de Inteligencia oscila, entre la idealización, la seducción, la admiración que nos transmiten el cine y la literatura y, por otra parte, la que recibimos de los medios de comunicación cuando informan sobre ellos. En muchos casos, se trata de informaciones sobre actividades que dejan mucho que desear y que llevan al ciudadano a dudar y a desconfiar de la actuación y de la finalidad de sus Servicios de Inteligencia. De todas las instituciones que conforman el organigrama del Estado, una de las más ignoradas es la de los Servicios de Inteligencia de los que se desconocía y se desconoce, aunque ya menos, prácticamente todo: su funcionamiento, sus competencias y controles en un Estado de Derecho; ¿Por qué y para qué necesitamos la Inteligencia en un mundo en el que la información está al alcance de cualquiera?; ¿Cuál es el valor añadido que justifica la existencia de un Servicios de Inteligencia?; ¿Por qué necesitan el secreto y poderes especiales los Servicios de Inteligencia?; ¿Por qué tiene el ciudadano que confiar en que sus Servicios de Inteligencia actúan legal y éticamente en beneficio de la estabilidad democrática? Y se culmina la radiografía de los – Servicios de Inteligencia y sociedad- con la existencia de unos políticos poco formados y poco interesados en el ámbito de la Inteligencia.
Ante este panorama era y es esencial promover un debate sobre cómo lograr una relación positiva, sistematizada y distinta a la actual entre los Servicios de Inteligencia y la sociedad. Es fundamental y necesario un nuevo relato sobre cómo funcionan y deberían relacionarse los Servicios de Inteligencia con la sociedad. Es necesario que el ciudadano tome conciencia de la necesidad que tienen las democracias de contar con Servicios de Inteligencia, de su utilidad así como de la responsabilidad de los gobiernos en la utilización de sus Servicios de Inteligencia. Muy pocas veces se informa sobre la verdadera contribución de estos organismos a garantizar la estabilidad y la seguridad de las democracias. Es determinante el tomar conciencia de que el único modo que tiene un Servicios de Inteligencia de protegerse es dándose a conocer y formando a sus ciudadanos; es formando a la sociedad para que incluso comprenda qué quiere decir y hacer sus Servicios de Inteligencia cuando calla y actúa desde el secreto. Es clave el formar a la clase política. Y es cada vez más urgente que para tomar conciencia para nuestras sociedades conceptos como ética, transparencia, confianza, reputación etc. van a ser claves en esta nueva Cultura de Inteligencia para que nuestros Servicios de Inteligencia no sólo sean eficaces sino también creíbles.
En España este reto se ha tratado de solventar a través de la denominada “Cultura de Inteligencia” con la creación de la Cátedra de Servicios de Inteligencia y Sistemas Democráticos fruto de un convenio de colaboración entre el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) y que ha ido incorporando universidades como la Carlos III, la Universidad de Valencia, la Universidad de Barcelona, la Universidad de Salamanca, la Universidad de Cádiz…así como otras instituciones, creando un trabajo en red. Durante estos 15 años se ha trabajado para que desde la Universidad española se potencien y se consideren las cuestiones relacionadas con el mundo de los Servicios de Inteligencia y mejorar la relación entre la sociedad y Servicios de Inteligencia. Para ello nos hemos centrado en las siguientes líneas de trabajo: formación, investigación, publicaciones y divulgación (congresos, seminarios, talleres etc.). Destacar respecto a la formación el Máster de Analista de Inteligencia, en su ya undécima edición y un referente en la formación de analistas. Respecto a las publicaciones, aparte de los respectivos libros sobre Inteligencia, Servicios de Inteligencia, Inteligencia Competitiva, etc. reseñar la revista: Intelligence, Security and Public Affairs.
En este mundo de hoy tenemos la necesidad y la responsabilidad de interactuar y de intercambiar ideas, experiencias y proyectos. Y sabemos muy bien que el prejuicio es hijo de la ignorancia. Incluso, consideramos legítimo que algunos se pregunten si esta forma de abrirse a la sociedad por parte de los Servicios de Inteligencia a través de la Cultura de Inteligencia no es una forma de acabar con la esencia de los Servicios de Inteligencia. Y tenemos que decir que no. Como ciudadanos necesitamos a esos Servicios de Inteligencia eficaces y anticipativos. Pero ya no sirve aquello de: “todo para el ciudadano pero sin el ciudadano.”
Consideramos que sería bueno recordar lo que dijo en el Foro Político Mundial celebrado en Bosco Marengo (Italia) Mijail Gorbachov: “Los políticos solos (y yo añado los Servicios de Inteligencia solos) no pueden abordar ni afrontar todos los desafíos que el mundo presenta hoy. La política (y los Servicios de Inteligencia) deben interactuar con la sociedad civil y la comunidad intelectual. En consecuencia, es absolutamente necesario e indispensable, un diálogo de alto espectro que nos ayude a desarrollar enfoques audaces y factibles para ser capaces de resolver los desafíos de nuestro mundo globalizado. Si esto ya era necesario en el 2002, hoy en el 2020 lo consideramos urgente. Trabajar no solo por una Cultura de Inteligencia en España sino también europea. En esto consiste nuestro trabajo y en que no nos tengan que reprochar como “pudiendo tanto nos atrevimos a tan poco.”
Qasem Soleimani. Exceso de confianza, maniobra de engaño o fugas de información sobre su desplazamiento.
Santiago Montesinos Chía, 2020
Analista de Inteligencia,
Colaborador en la Cátedra de Servicios de Inteligencia.
Profesor en el Máster Interuniversitatio en Analista de Inteligencia.
En inteligencia, una maniobra de engaño activo (o decepción) 1 consiste, en construir un cuadro de situación que induzca a un adversario a confundir su toma de decisión. Ahora, se sabe, que la decisión de desplazarse al aeropuerto de Bagdad, que tomó Qasem Soleimani fue desacertada. Lo que no se sabe con absoluta certeza, es qué, quién, por qué o cómo exactamente se consiguió poner a Qasem Soleimani en una posición vulnerable o si se puso él mismo. En una primera instancia las primeras conjeturas apuntaban a que el patrón de viajes que seguía el desaparecido general iraní, habían sido la clave de su localización. Sin embargo, Doña Carmen Medina, la que formó parte del equipo ejecutivo de la Dirección de Análisis de la CIA 2 formuló vía Twitter una pregunta, generando nuevas alternativas, la pregunta fue: ¿tenía Qasem Soleimani la costumbre de ser recibido por autoridades en el aeropuerto de Bagdad o es que era un “tipo” confiado? 3 La citada pregunta, generó un breve debate sobre los fallos del sistema de seguridad personal de Soleimani, pero a su vez, también abrió la probabilidad de que Qasem Soleimani hubiera sido objeto de una, o una serie de maniobras de engaño, y de que hubiese fugas de información sobre su desplazamiento de ese día en concreto. De otro modo, su seguridad personal y la de su comitiva en el aeropuerto de Bagdad (Irak) no habrían estado llenas de agujeros. De hecho, es difícil argumentar que sin saberse a salvo, el finado general se hubiese desplazado hasta el lugar en el que fue alcanzando por el/los misiles lanzados por un RPA (Dron) estadounidense. Por otro lado, la hipótesis de que fuese un hombre dado a dejar en manos del azar o al exceso de confianza la seguridad de sus desplazamientos tiene también evidencias a su favor, pero, en inteligencia hay que valorar todas las opciones e hipótesis y ponerlas en competencia 4 Lo que posee menores probabilidades de ser, no por ello deja de tener opciones de poder haber sido o influido de alguna u otra manera. En una operación como la del día 3 de enero, suelen estar implicados más actores y acciones de lo que puede suponerse.
De entrada, sería un error pensar que Qassem Soleimani era un General de División de la estructura militar de Irán, sin más. Existen informaciones suficientes para argumentar que Soleimani acumulaba gran poder y era una de las figuras más relevantes dentro del esquema de poder iraní, las informaciones sostienen que era una de entre las personas que más influían en las tomas de decisión de Hasán Rohaní. Entre los logros de Qasem Soleimani estaba el haber extendido -y consolidado- el área de influencia de Irán hacía Siria e Irak (se hace necesario apuntar que había heredado la infraestructura de poder de Hassan Shateri 5) El general Soleimani comandaba la Fuerza Al Quds 6 de Irán. La rama Al Quds, tampoco puede ser considerada una rama menor en la estructura estatal de Irán.
La llamada Fuerza Al Quds es considerada como una mezcla entre una unidad dotada de fuerzas especiales, el brazo de la propaganda ideológica, está al cargo de poner en acción las operaciones encubiertas y a su vez, es considerada como un servicio de inteligencia exterior muy efectivo. Y este aspecto, es importante de valorar, por el siguiente motivo: Qasem Soleimani, supuestamente, debía ser conocedor, y de una manera muy minuciosa, de los diversos protocolos de seguridad y de las distintas medidas que se siguen para esquivar el ser objeto de localización y convertirse en un objetivo asequible de terceros. Para evitar ser un objetivo fácil, existen los protocolos. En un sistema de seguridad de autoridades, los protocolos están compuestos por medidas de protección, por contramedidas de vigilancia tecnológica y física (por parte de personas), por la seguridad de equipos de avanzada y resto de medidas de contravigilancia, amen de otras suplementarias de acción inmediata y en las que interviene un número importante de personas y medios técnicos. Además, generalmente, no sería lógico estimar que una figura de poder, como lo era el jefe de Al Quds, no fuera altamente protegido, o sostener que no contara con los recursos técnicos más sofisticados en seguridad de los que tiene en su amplio directorio Irán. Del mismo modo, la medidas de seguridad también se encaminan para ocultar de manera exhaustiva todo tipo de información sobre movimientos para no ser detectados, incluso se realizan acciones de contrainteligencia para detectar posibles handler de servicios de inteligencia externos que alienten a traicionar o bien, para detectar ventas, fugas o intercambios de información sensible. Por tanto, en un primer eje se hace algo difícil sostener, que alguien que conocía perfectamente que era un objetivo a perseguir, -además realizado manifiestamente público por los Estados Unidos- que sabía cómo funcionan los protocolos, los sistemas técnicos y los distintos procedimientos, y que su perfil, en cierta medida avalaba, que era una persona desconfiada no evitara el haber tomado la mala decisión de desplazarse al lugar donde fue objeto de seguimiento, localización y ejecución, que concluyó el operativo desplegado por los Estados Unidos, después de haber sido autorizado por el presidente de Estados Unidos Donal J. Trump, la madrugada del día 3 de enero. El aviso de que algo había o iba a suceder lo fijó el Presidente de Estados Unidos Donald J. Trump con una bandera estadounidense en su cuenta de Twitter, a las 03:32 GMT (zona horaria de España)7Sin embargo, otro aspecto llamativo, es que al General Soleimani le acompañaban y recibieron una comitiva de personas con elevados grados de autoridad en Irán y figuras del grupo Hashed al-ShaabiIrak 8 Lo que huelga decir, hizo del operativo estadounidense un “éxito” mayor. En lo que respecta a este sentido, se asocian y soportan en cierta medida las preguntas analíticas y las hipótesis planteadas. Eso sí, sin descartar que las costumbres de viaje de Soleimani le hubieran vuelto confiado. Según el comunicado, emitido por el Departamento de Estado y la información del periódico el País 9 el ataque que acabó con la vida de Soleimani se efectuó mediante DRON modelo MQ-9 Reaper (DRON-RPA nave no tripulada) que lanzó los misiles -cuya tipología se especuló, eran hipersónicos, pero en realidad lo que se lanzó fue un misil Hellfire guiado por láser a 230 mph- Sean como fueran los misiles, lo importante es que alcanzaron a la comitiva de Qassem Soleimani, compuesta por diez personas. Sin embargo, los misiles de algún modo tuvieron que ser guiados con informaciones bien fueran técnicas o humanas para alcanzar su objetivo dual: a Soleimani y a las personas que estaban en la comitiva, cuya relevancia no era menor. De hecho, dentro de la comitiva iban cinco iraquíes de la red paramilitar proiraní Hashed al-Shaabi 10, cuyo líder también fue abatido. Su nombre era, Jamaal Jafaar Mohammed Ali Al Ebrahim, conocido como Abu Mahdi al-Muhandis 11 un iraquí de Basora, comandante de la Fuerza de Movilización Popular (PMF) también una figura de poder dentro del organigrama construido por Soleimani para extender la influencia externa de Irán. Es importante anotar que Jamaal Jafaar, era el segundo de Abdul Wahab Al-Saadi, quien comanda las citadas Popular Mobilization Units (PMU) en ingles. Las restantes identidades, que se saben con seguridad, son: la de un General de brigada de nombre Hossein Pourjafari, la de un Coronel llamado Shahroud Mozafarinia, la de un Mayor con el nombre Hadi Taremi y el Capitán Vahid Zamanian.
Pero, para el propósito de este artículo la pregunta con dos vectores que se desprenden es ¿qué información hizo que el operativo estadounidense haya sido una intervención tan certera y “exitosa”? Para este primer vector, existen informaciones que apuntan a que la operación Soleimani, ha sido un acierto, pero fue una elección de última hora, como argumenta Rukmini Callimachi corresponsal y analista de The New York Times, de la NBC (National Broadcasting Company) y de la NSNBC (Microsoft National Broadcasting Company) Dicha corresponsal, manifestó vía Twitter, que la información la había conseguido de fuentes de la inteligencia estadounidense, sin precisar quién era su fuente, solo que era funcionario de inteligencia. También anotar, que según Netherlands Radar una veintena de Boeing C17A Globemaster III de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos se movieron previamente en Alemania 12 Hecho, cuanto menos singular por llamativo y una evidencia más que se debe tener en cuenta.
Sea como fuere la fase ejecutiva, no se debería descartar del todo el segundo vector ¿quizá hubo una maniobra de engaño previa? No se debe descartar esta posibilidad. ¿Por qué? porque no podemos abstraernos de valorar cada una de las hipótesis y ponerlas en competencia. Y debiera ser así, en base a los siguientes argumentos.
Es de lógica empírica que los Estados no democráticos -y los democráticos- se soportan en las figuras públicas de poder, con su desaparecieron los estados no se desvanecen, pero si sufren situaciones de inestabilidad temporal, llegado el caso hasta se vuelven inestables por un largo periodo de tiempo. En el caso de los estados no democráticos, las figuras de poder son más relevantes si cabe, por poseer una mayor cuota y formas de activar el poder. Extrapolando lo anterior, en los organigramas de poder la estabilidad de cualquier país, lo que no excluye a Irán, dependen en gran media de la seguridad y de la protección efectiva de sus autoridades y resto de figuras relevantes dentro del sistema estatal. En cualquier circunstancia o país eliminar a una figura con autoridad es un acto complejo de llevar a cabo, sin contar que habrá múltiples impedimentos para conseguir llevar a buen término el objetivo. Y la seguridad de autoridades está más adherida a obtener y evaluar la información de lo que a primera vista puede parecer.
Los sistemas de seguridad autoridades poseen una dependencia directa de obtener, evaluar y analizar la información disponible para establecer o bien, el nivel riesgo, o bien, el tipo de amenazas más plausibles en los desplazamientos internos y externos para hacerlos lo más seguros posible. En los desplazamientos externos, de hecho, se amplían y aumentan exponencialmente las medidas de seguridad que se citaron anteriormente. Los lugares se examinan antes y durante, mediante visualización, monitorización y obtención de toda la información necesaria de diversos tipos de fuentes. Si la información que se obtiene es fiable y se analiza bien, la teoría dice que en la práctica, salvo incidencia inesperada, el escenario será seguro y fiable. Sin embargo, es sabido que la información se puede contaminar o fabricar para engañar con el objetivo de alterar las decisiones, y pasan de ser acertadas a ser erróneas. A lo que hay que añadir, que es poco frecuente no aumentar más las medidas a la hora de viajar a un escenario de inestabilidad como lo era Bagdad el día 3 de enero, fecha en la que sucedieron los hechos, pues los días previos en Bagdad, la inestabilidad e inseguridad habían aumentado con el asalto a la embajada estadounidense y las repetidas protestas estaban muy presentes haciendo de la capital de Irak, una ciudad altamente peligrosa a la que desplazarse para mantener una reunión como se argumenta que fue el motivo de Soleimani de acudir a Bagad. También, es un hecho que se puede cotejar, que los Estados Unidos habían desplazado tropas y diversos efectivos a la zona tras el asalto. Consecuentemente, en este marco, y por pura coherencia, no es descabellado deducir que las medidas de seguridad de Soleimani debían de haber sido muy sofisticadas y extremas, o también, cabe que hubiese fugas de información no detectadas que hicieran que tanto Soleimani, como la comitiva reunida dieran el lugar como seguro, sin serlo, basándose en informaciones fabricadas, aunque fuesen acciones ideadas previamente y puestas en práctica a última hora. Y he aquí la segunda vuelta al tema que se está tratando de visualizar. La mayoría de la veces se descarta la visión y previsión que poseen las personas que componen los servicios de inteligencia, no se debiera hacer, pero se hace. Existen multitud de casos de referencia en los que se puede sustentar este argumento, se da por sentando que no se ha realizado ninguna acción encubierta y el tiempo demuestra que sí fueron puestas en práctica con discreción y sin hacerlas públicas. Las personas que se dedican a ejercer labores de inteligencia suelen diseñar estrategias por anticipado, llegado el momento se reelaboran -si procede- se adaptan con precisión y pasan a su fase de acción para cumplir con su objetivo, en el lugar y en el tiempo justo más idóneo. No podemos olvidarnos, que las acciones de inteligencia son un sistema de ideas en progresión constante. Pero, no se trata de confirmar la hipótesis del engaño por ser la más deseable, este articulo ha tratado de no descartarla por resultar coherente con el escenario.
Para finalizar, solo añadir que si bien, inicialmente se ha prestado una mayor atención a los aspectos relacionados con la fase ejecutiva de la operación Soleimani, se ha tratado menos la fase de preparación, aspecto muy relacionado con el escenario: quizá el exceso de confianza se basó en una maniobra de engaño para influir en su toma decisión, quizá no. Es pronto para confirmarlo o descartarlo. Las evidencias señaladas, cuanto menos, llaman la atención como para no ser tenidas en cuenta.
Por lo expuesto, es por lo que nos ha parecido conveniente mencionar, en primer lugar, que tuvo que haber una diversidad de factores implicados, medios técnicos, medios humanos, sin descartar que pudiera haber habido alguien que estuviera aportando unas informaciones muy valiosas acerca de los desplazamientos del comandante de Al Quds.
Y también, pudo haber quienes hicieron concebir a Soleimani que su decisión era la más acertada, sin serlo. Con ello, a su vez, ponemos de manifiesto la diversidad de concepciones detectadas, lo que nos sirve para apreciar diferentes perspectivas y niveles de involucración en una operación de estas características. En la que, la inteligencia, con alta seguridad, tuvo que formular e idear diversos productos que hicieron del conocimiento en inteligencia un eje principal en la operación.
Otras fuentes de interés.
https://www.newyorker.com/magazine/2013/09/30/the-shadow-commander
Inteligencia: impacto y transparencia
“Porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse».
Mt, 10:26
| José Miguel Palacios, 13 de diciembre de 2019 |
No sé si es positivo o negativo, pero en nuestro mundo actual estamos asistiendo a una creciente “comercialización” de la inteligencia estatal (governmental intelligence, en terminología anglosajona). Si hace cuarenta años Sir Humphrey, el inefable Secretario Permanente de la serie británica Yes Minister, se refería a sus superiores políticos como “Lords and Masters”, en la inteligencia actual se habla de clients (clientes) y de customers (usuarios). Y se busca un beneficio, que, ante la dificultad de monetizarlo, se suele identificar con el “impacto” que la inteligencia (sus productos y actividades) puede tener sobre el proceso de toma de decisiones.
Y aquí nos enfrentamos a una doble paradoja. La inteligencia, tal y como se ha concebido hasta ahora, está estrechamente relacionada con el secreto, pero el impacto de un producto de inteligencia puede ser mayor cuando es filtrado (leaked), es decir, cuando alguien viola el secreto que debería protegerlo. Por otra parte, la inteligencia actúa en apoyo de los escalones superiores del proceso de toma de decisiones (el “cliente”), pero cuando se filtra un documento de inteligencia el que lo hace suele intentar perjudicar al “cliente”, dejando claro que sus decisiones no se adaptaban a la inteligencia que había recibido. Algunos ejemplos:
– En octubre de 1990, un NIE de la comunidad de inteligencia norteamericana (Yugoslavia transformed) predecía la desintegración de Yugoslavia un año antes de que tuviera lugar[1]. Aunque el documento no tuvo ninguna influencia real sobre las decisiones que adoptaría la administración Bush, fue ampliamente leído y comentado en Washington. Es decir, resultó ser una contribución importante a la discusión pública del problema (tuvo impacto). Y ello se debió, sobre todo, al hecho de que su contenido fuera filtrado rápidamente al New York Times, quizá por alguien que no estaba de acuerdo con la política que Estados Unidos estaba adoptando.
– Un análisis de inteligencia estratégica de la Unión Europea, Worst Case Scenarios for the Narrower Middle East, anticipaba en 2007 lo que más tarde sería la “primavera árabe”[2]. Hasta la desclasificación del documento en 2017 su contenido era desconocido y no parece haber ejercido ninguna influencia directa o indirecta sobre la percepción por parte de los líderes europeos de los procesos que se estaban desarrollando en diversos países árabes a finales de la primera década del siglo XXI. Más impacto tuvo un informe de alcance mucho más modesto (current intelligence), producido el 13 de octubre de 2015, en el que se sostenía que “el atentado suicida del 10 de octubre de 2015 contra una manifestación pacífica ante la estación de ferrocarril de Ankara puede haber sido cometido por orden del partido gobernante AKP”[3]. Quienquiera que lo filtró pudo utilizar sus conclusiones como munición argumental contra el gobierno turco, en contra de los deseos del “cliente” (el EEAS) para el que se había escrito el informe[4].
– El buen trabajo analítico realizado por el CNI en los meses anteriores al comienzo de la Segunda Guerra del Golfo (marzo de 2003) es conocido, en parte, a través de filtraciones efectuadas a la prensa. Los filtradores fueron, en la mayor parte de los casos, miembros de la oposición que buscaban desacreditar la postura adoptada por el gobierno de entonces[5].
Las sociedades modernas piden cada vez más transparencia, algo que está reñido con la forma tradicional de funcionamiento de la inteligencia. El ejemplo de bastantes democracias avanzadas sugiere que es posible ser más transparente de lo que en el pasado se creía. Pero también que hay límites. En la sociedad contemporánea conocemos no pocos ejemplos de actividades en que el secreto está celosamente protegido. Es así, por ejemplo, en las comunicaciones, en la labor de los medios de comunicación, en las relaciones entre abogados y clientes, etc. De esta manera se ayuda a proteger bienes públicos tan estimables como la privacidad de los ciudadanos o su derecho a la información. Y también debería considerarse normal y democrático que (en determinadas circunstancias, con determinados controles) pueda hacerse uso del secreto para proteger la integridad y el buen funcionamiento del sistema de toma de decisiones.
Transparencia y confidencialidad son importantes, aunque cada sociedad y cada época requieren que ambos criterios se combinen en proporciones diferentes. Y parece demasiado aventurado sacrificar por completo la una a la otra. Aunque sea en nombre del ahora tan valorado “impacto”.
[1] Ver Treverton, Gregory F. y Renanah Miles. Unheeded warning of war: why policymakers ignored the 1990 Yugoslavia estimate. Washington DC: Centre for the Study of Intelligence. Central Intelligence Agency, Octobre de 2015. https://www.cia.gov/library/center-for-the-study-of-intelligence/csi-publications/books-and-monographs/csi-intelligence-and-policy-monographs/pdfs/unheeded-warning-yugoslavia-NIE.pdf.
[2] Council of the European Union, Worst Case Scenarios for the Narrower Middle East (SIT-6577/07), 12 julio 2007. http://data.consilium.europa.eu/doc/document/ST-7636-2017-INIT/en/pdf.
[3] Ankara Bombing. Ver https://ahvalnews.com/terrorism/ahval-reveals-top-secret-eu-report-akp-commissioned-isis-ankara-massacre.
[4] Según otra filtración, un informe del INTCEN fechado el 24 de agosto de 2016 consideraba que no podía atribuirse a Gülen la responsabilidad del intento de golpe de estado de julio de aquel año. Ver Gultasli y Rettman, “Leaked document sheds light on Turkey’s ‘controlled coup’”, EU Observer, 11 marzo 2019. https://euobserver.com/foreign/144366.
[5] Ver Palacios, J.M., “Coalitional Intelligence: The Strategic Role of Minor Partners”, Journal of European and American Intelligence Studies 2:1 (June 2019), 7-20.
From beancounting a presuming (English version)
When Stansfield Turner became head of the CIA in 1977, and thus of the entire American intelligence community, he told his family that he had now become ‘Chief Bean Counter’.[1] During the Cold War intelligence was very much about missing pieces of a puzzle, pieces that had the shape of facts which preferably could be quantified. Intelligence analysis amounted to, what Roscoe H. Hillenkoetter, head of the CIA, in 1948 called ‘endlessly putting fact on fact, until the whole outline appears’, and intelligence dissemination was, in his words, ‘providing the factual basis for high-level policy decisions affecting our national security’.[2] Typical intelligence questions of the Cold War would be how many medium or long range missiles the Soviet Union had, how big their nuclear payload was, how many of them would be along the Soviet-Union’s western border and how fast missiles along its eastern border could be transferred to the west.
Sometimes there would be intelligence issues that could be characterized, as Greg Treverton does, not as puzzles, but as mysteries. [3] They concerned for instance the likely evolvements during the so-called Prague Spring of 1968 or the developments in Poland after the labor union Solidarnosc entered the scene in 1980. Such events could not easily be quantified, but there were historical examples or analogies that analysts could use to gain some foreknowledge about ongoing processes and future events.
Today however many issues present themselves in unprecedented ways. We have known terrorism for quite some time but today’s islamist terrorism is original because of the numbers of people involved, its almost global presence and new means of communication. The same would hold true for the new caliphate called Islamic State. Treverton calls such issues complexities.[4] More often they are called wicked problems. Typical characteristics of wicked problems are:
- It is difficult to give an unambiguous definition of the problem that is acceptable to all stakeholders concerned.
- There is no single root cause for the problem, but a multitude of causes.
- Many actors are involved in combating the problem, and they use different interpretations and ways of combating the problem.
- The fighters of the problem must take into account different reactions from part-audiences.
- The problem mutates over time.
- The interpretation must therefore also be a continuous process and evolve with the problem.
- The problem shows the tendency to connect with other (wicked) problems.
- There is no real solution. Stakeholders often exacerbate the problem through their so-called solutions. While they are fighting the problem, they must continue to discussing the phenomenon. Thinking, talking and doing must be done simultaneously. It is a process of trial and error. The only real ‘solution’ seems to be to change the social perception of the phenomenon. This requires a so-called discursive or narrative approach, in which the problem is mutated into something seemingly more harmless.
An example of such a wicked problem or complexity is radicalization or contemporary Islamist terrorism. Various views on terrorism are possible. One can see it as a form of crime, as war, as a threat to national security or the democratic order, as a social issue or as a security problem. Depending on the interpretation, various government bodies are involved in the fight against it: the police, the judiciary, the armed forces, intelligence and security services, education, housing or integration authorities or public and private security agencies. All these organizations have an approach that is determined by their mission, their mandate, their powers, their interests, their values, their doctrines and their disciplines. It is difficult to coordinate these different perspectives, although in many countries this has been attempted in recent decades.
The causes of radicalization and terrorism can be sought in so-called root causes, such as economic or socio-cultural discrimination, in the relationship of the radicals or terrorists with their socio-political environment (which tolerates or legitimizes a certain degree of violence). or in the interaction between the radicals and governments, which through their respective actions may create a spiral of violence. Consequently, when taking measures against radicalization and terrorism, attention must be paid to the effect on the radicals and potential terrorists, on their direct environment, on separate population groups and on a foreign public.
Meanwhile, what radicalization is can only be determined in the context of time and space. Radicalization in 2004, which directly led to terrorism, was a different kind of radicalization than the one in 2013, which led to participation in the internal conflict in Syria and at most indirectly, after further radicalization processes to terrorism. The approach to radicalization that was conceived after events in 2004 and the ensuing years that followed immediately could therefore could not simply be used in 2013.
In discourse discussions about radicalization and terrorism tend to get tied in with other rather elusive issues such as globalization, migration, integration, crime and the relationship between religion and state. In the 1970s it was still possible for the Dutch government to define the forms of terrorism at that time, as long as they did not lead to deadly attacks, as politically violent activism. This was possible at a time when the government was still able to more or less organize the national discourse on the issue, but today, now thanks to social media every individual more or less acts as a journalist, it has become much more difficult for a government to give direction to the public debate.
It is already strenuous for governments to reach a common perception amongst themselves. Wicked problems ask for sense-making. There is not one way to look at them. Empirical approaches will have to give way to social constructivism. Today there still remain intelligence issues that take the shape of puzzles and ask for bean counting such as: how many Humvees does Islamic State have or how large is their production of explosives carrying drones? However, at a more strategical level there are no simple truths. And it is here that intelligence world is more and more handicapped by its own ethos of so-called truth-seeking. In 2018 James Clapper still writes that intelligence’s mission is to ‘“tell it like it is” – straight, objective, unpoliticized’,[5] a position which had been tenable in 1948, but which is eroding today. In the main lobby of CIA headquarters in Langley, Virginia, one can still see the bible verse telling personnel and visitors that ‘the truth shall set ye free’. And the ethos of analysts is still: ‘telling truth to power’.
However, intelligence has never intended to deliver truth in the way scholars aspire for truth. Intelligence has always been practical wisdom for practical decision-making. In a world where different perceptions of the same phenomenon exist, practical intelligence support for decision-making will require that intelligence producers and consumers will sit at the same table at a very early stage. The wall between intelligence producers and consumers, that ‘sacred curtain’ that became ‘the catechism of the intelligence officer’, has to be taken down.[6] One can no longer expect an consumer to catch the report that is thrown over the wall and use it as the basis for his decision-making. Not only do the intended consumers have more and more information and intelligence of their own available, but also, while the analysts are busy producing their reports, the consumers make their own sense of the phenomena that are at stake. If e.g. an intelligence consumer has already reached the conclusion, based upon his own findings, that Islamic State is a group of religious fanatics it will be hard for them to accept a report that sketches Islamic State as a criminal organization. In order to be effective intelligence producers and consumers will therefore have to sit together and make sense of intelligence targets as part of a collaborative effort. The division between producers and consumers will start to blur to the extent that both groups will tend to converge into prosumers.
Logical as this may sound from the perspective of the changing threat and work environment of intelligence organizations, the question remains whether the intelligence organizations’ value environments (politicians, overseeers, the media and the public at large) will accept such change. Especially if the intelligence consumers are elected officials the question will be whether their voters will accept the continuous presence of princes of darkness in their neighborhood, leading to decision-making processes in which the actual contribution by intelligence officials will leave a much more difficult to trace audit trail than the classis intelligence report. Therefore, intelligence organizations that traditionally have been rather bad in managing expectations with the public should, while adapting to an increasingly transparent environment, start preparing the broader audience for this transition.
[1] P.G. Kivett Esq., Intelligence Failures and Decent Intervals, Bloomington, IN/Milton Keynes: Author-House, 2006, 44.
[2] Quoted in R. Hilsman, ‘Intelligence and Policy-making in Foreign Affairs’, World Politics, 5, 1 (October 1952), 3 (1-45).
[3] G.F. Treverton, ‘Addressing “complexities” in homeland security’, in: L.K. Johnson (ed.), The Oxford Handbook of National Security Intelligence, Oxford etc.: Oxford University Press, 2010, 343-358’; idem, ‘Estimating Beyond the Cold War’, Defense Intelligence Journal, 3, 2 (Fall 1994), 5-20; idem, Intelligence for an Age of Terror, Cambridge etc.: Cambridge University Press, 2009, 16-21
[4] Ibidem.
[5] J.R. Clapper, Facts and Fears. Hard truths from a life in intelligence, New York: Viking, 2018, 358, 398.
[6] G.J. Schmitt, ‘Truth to Power? Rethinking Intelligence Analysis’, in: P. Berkowitz (ed.), The Future of American Intelligence, Stanford, CA: Hoover Institution Press, 2005, 53 (41-64); H. Heyman, ‘Intelligence Policy Relationships’, in: A.C. Maurer, M.D. Turnstall and J.M. Keagle (eds.), Intelligence. Policy and Process, Boulder, CO/London: Westview Press, 1985, 57 (57-66).