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La importancia de la comunicación estratégica en momentos de crisis.

En estos momentos de crisis se ponen de manifiesto aspectos como la respuesta de un Estado para gestionarlas, tomando las medidas necesarias con oportunidad, la importancia de la respuesta de la sociedad y el papel trascendental que juega la comunicación a todos los niveles

Con este artículo no pretendo analizar este aspecto de la situación actual, que por su complejidad requeriría un estudio más amplio y profundo, pero si quiero llamar la atención sobre lo que los expertos denominamos “Comunicación Estratégica”: su importancia ante cualquier situación y la trascendencia que tiene su puesta en práctica de forma adecuada

No hay que considerar solo los resultados que se consiguen con una buena comunicación sino, también, la necesidad de contrarrestar toda la desinformación que se genera alrededor de una crisis.

La actual Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) hace referencia a que, “en el contexto actual de crisis constantes, el fomento de la resiliencia de la sociedad y de las Administraciones adquiere una importancia esencial”.

La ESN también menciona que “la Comunicación Estratégica es una de las dimensiones críticas ante este tipo de situaciones, con el objetivo de transmitir a la sociedad una información veraz, ajustada y oportuna”.

En el caso de una crisis a nivel estatal, el objetivo debe ser liderar la gestión de la información relevante y fortalecer la capacidad de recuperación, manteniendo la estabilidad necesaria para garantizar la continuidad de la acción del Gobierno, dirigida a la protección de los ciudadanos y la provisión de los servicios esenciales, para retornar al estado de normalidad en el menor tiempo posible, de modo que se minimicen las consecuencias negativas sobre la seguridad y el bienestar de los ciudadanos.

¿Qué entendemos por Comunicación Estratégica? Strategic Communication o STRATCOM. No hay una definición única, la podemos definir de forma sencilla como “un medio o un instrumento cuya finalidad es establecer un vínculo entre las organizaciones y su entorno, en línea con una estrategia global, que ayude a conseguir los objetivos de quien lo utiliza”.

La mayor parte de las crisis actuales afectan a ámbitos muy distintos y son imprevisibles en cuanto a su evolución e impacto, pudiendo requerir medidas que no hayan sido testadas previamente.

El uso de internet cobra una dimensión especial por las vías de comunicación que ofrece y, en particular, porque las redes sociales se han consolidado como el principal espacio de relación e influencia entre personas y entre organizaciones. A los aspectos generales, como salvaguardar la privacidad y la protección adecuada de los sistemas y bases de datos, hay que unir la difusión de informaciones que en situaciones de crisis pueden llegar a difuminar los mensajes de las organizaciones responsables de hacerles frente.

El uso de información dudosa es el día a día de los que se manejan en la red, por eso es importante sensibilizar sobre la necesidad de considerar cada información en función de su fiabilidad y credibilidad, con el fin de no otorgar a toda la información disponible el mismo valor.

El uso de la desinformación es muy antiguo y siempre ha estado presente en las relaciones humanas, pero su capacidad de multiplicación a partir de herramientas como las redes sociales y el acceso casi universal a internet las han convertido en “armas de influencia masiva”. El porcentaje de personas que tiene dificultades para distinguir entre noticias falsas e informaciones verdaderas es muy alto.

Es evidente que las acciones de influencia, el uso intencionado de las redes sociales y la desinformación o el uso de las fake news tienen como objetivo influir en la opinión de decisores políticos, sociales, empresariales y en la propia sociedad.

En este contexto, la Comunicación Estratégica se presenta como una de las dimensiones críticas, con el objetivo de defender los intereses generales tanto del Estado como de las organizaciones en general.

Es fundamental disponer de una estrategia de comunicación que incluya su implementación. Un parte importante de una estrategia es la forma en que se va a comunicar: la comunicación es perfecta cuando el mensaje se ha transmitido, recibido y ha causado el efecto buscado y suele ser más sencilla si utiliza el código de la emotividad.

Sin duda, una buena comunicación puede ayudar mucho a la puesta en práctica de la estrategia de una organización y también a la resolución de conflictos.

Cuando se gestiona una crisis o para resolver un conflicto, se debe elaborar un Plan de Comunicación en línea con la estrategia de actuación que se haya decidido. Son varios los factores a considerar:

  • El Plan de Comunicación debe incluir los objetivos a conseguir, los elementos esenciales a transmitir y la designación de la persona o personas que van a comunicarlo.
  • La reputación de la organización y la credibilidad de los comunicadores. La reputación, buena o mala, predispone.
  • Establecimiento de una estrategia de comunicación corporativa que incluya a todos los organismos implicados e integre todas las actuaciones en el objetivo general.
  • Elaboración de los mensajes a transmitir. Es necesario considerar su contenido, los argumentos sobre los que se sustentan y adaptarlos en cada momento a la evolución de la situación con oportunidad.

Liderar la comunicación implica ser muy ágil en los momentos y contenidos que se transmiten, ser proactivo para mitigar los efectos de las campañas en redes sociales, concienciar a la audiencia sobre la importancia de la fiabilidad de las fuentes y actuar con la máxima previsión huyendo de la improvisación.

En estos momentos, la crisis originada por el coronavirus es un buen ejemplo en lo relativo a la Comunicación Estratégica: podemos constatar su dimensión crítica, la importancia que tiene la transmisión de la información y las medidas que se están adoptando, los efectos que todo ello causa en la población y si se consiguen los objetivos informativos fijados en cada momento de su evolución.

La utilización de principios de la comunicación estratégica, como el liderazgo y la credibilidad de los comunicadores, la comprensión de sus mensajes, la coordinación de los esfuerzos de todas las  organizaciones involucradas, la oportunidad en la transmisión de las informaciones y la adaptación de los mensajes a la evolución de la crisis, son aspectos clave para minimizar sus consecuencias y las de la desinformación que inevitablemente se genera y conseguir volver a la normalidad lo antes posible.

Marzo 2020

Juan José García

intcompetitiva.jjgarcia@gmail.com

En la era de la información: desinformación. Cómo formar en el pensamiento crítico. Webinar jueves 20 de abril 18:00 horas

En la era de la información:

desinformación.

Cómo formar en el pensamiento crítico

Jueves, 30 de abril a las 18 horas 

Webinar organizado por:

Inscríbete gratuitamente en: catedra.serviciosinteligencia@urjc.es

EN LA ERA DE LA INFORMACIÓN: DESINFORMACIÓN

Se trataría de reflexionar cómo en una sociedad saturada por el volumen de información, hoy más que nunca necesitamos contrastar los hechos y la información para formar una opinión crítica y responsable. Hoy está demostrado que un número muy elevado de personas no saben distinguir entre una noticia falsa y una verdadera, una buena historia y un anuncio publicitario, distinguir entre el mundo real y el virtual. Todo ello influye ne cómo las personas piensan y se comportan, sin que ellas siquiera sean conscientes, teniendo esto consecuencias últimas en el funcionamiento de las democracias.

Todo lo cual nos lleva a la necesidad de dotar de herramientas analíticas apropiadas que sirvan para que el ciudadano genere pensamiento crítico y construya sus opiniones en base a la realidad.

Ponentes

CÁTEDRA DE SERVICIOS DE INTELIGENCIA Y SISTEMAS DEMOCRÁTICOS

Dr. Fernando Velasco Fernández

Director de la Cátedra Servicios de Inteligencia y Sistemas Democráticos de la Universidad Rey Juan Carlos y profesor Titular del Departamento de Economía Aplicada I, Historia e Instituciones Económicas y Filosofía Moral.

D. Santiago Montesinos Chía

Analista de Inteligencia especializado en desinformación y propaganda. Profesor en el Máster interuniversitario de analista de inteligencia y colaborador de la Cátedra de Servicios de Inteligencia y Sistemas Democráticos

D. José Ángel González Andrés

Analista especializado en Ciberseguridad. Profesor en el Máster interuniversitario de analista de inteligencia y colaborador de la Cátedra de Servicios de Inteligencia y Sistemas Democráticos.

Moderadora

Dª. Susana Cuena Parejo

Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración, especialidad Análisis Político por la Universidad Complutense de Madrid. Graduada en Igualdad de Género por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

Los servicios de inteligencia ante pandemias como la del Covid-19

abril de 2020

Entre las misiones que tienen la mayoría de los Servicios de Inteligencias del mundo se encuentran las del seguimiento y lucha contra la proliferación de todo tipo de armas, entre ellas las llamadas NBQ, nucleares, bacteriológicas y químicas. Ello significa, en teoría, que uno de sus objetivos de trabajo englobaría, directa o indirectamente, el caso de la pandemia que padecemos de la COVID-19, sin que tengamos que confirmar, a priori, si este virus ha sido fabricado como arma por algún país, o ha sido una desdichada negligencia, de nefastas consecuencias para el mundo entero.

Los gobiernos de la mayoría de los países del mundo se han visto desbordados por la rapidez de expansión del virus y por sus repercusiones sociales, amenazando con consecuencias graves como el bloqueo de los sistemas sanitarios. La medida más eficaz encontrada en todos estos países, a falta de una vacuna o medicamento que pare la pandemia, ha sido el confinamiento, más o menos radical, de los ciudadanos, con el cierre de colegios, universidades y suspensión de todas las actividades económicas que no se consideren de primera necesidad. A nadie se le escapa las consecuencias negativas que dichas medidas están teniendo y van a tener sobre la economía de los países, así como la amenaza que representa para el sistema financiero internacional.

La dificultad de la gestión de esta pandemia y su efectos sociales y económicos, hace que el futuro más inmediato sea muy difícil de prever. Los expertos hablan de que las relaciones sociales no serán como antes y que la economía nacional se recuperará a un ritmo más lento comparado con el de su caída.

Y en toda esta crisis, ¿qué papel van a jugar los Servicios de Inteligencia?, ¿y cuáles son las adaptaciones a realizar, si es que hay que hacer alguna, a este nuevo escenario, que parece que ha llegado para quedarse entre nosotros?

Calder Walton, Director de Investigación del Proyecto de Inteligencia, de la Harvard Kennedy School, ha sido uno de los primeros en hacer unas reflexiones en este sentido, considerando la COVID-19 como una amenaza sin precedentes para la seguridad nacional e internacional. Considera que los Servicios de Inteligencia tendrán un papel importante en esta lucha.

Walton adelanta en su artículo publicado en Foreign Policy[1] cuatro ámbitos donde los servicios pueden hacer una gran contribución a la lucha contra este tipo de amenazas: el análisis y evaluaciones sobre la propagación e impacto de virus, en íntimo trabajo y colaboración con los epidemiólogos, virólogos, economistas y otros expertos; la actividad de la contrainteligencia en el seguimiento de amenazas biológicas y de países susceptibles de utilizarlas, como son China, Corea del Norte, Irán y Rusia; la contra información para neutralizar la desinformación y propaganda, con una acción centrada en las redes sociales; y por último, la vigilancia intrusiva, con desarrollo y utilización de softwares de rastreo telefónico para el control de los infectados.

Es obvio que estos cuatro ámbitos se refieren a la lucha directa contra una potencial pandemia, pero se evidencia que el panorama económico y financiero que se abre ante nosotros, tras la crisis de la COVID-19, necesita también de un análisis y seguimiento sobre los desafíos económicos y financieros que se presentan, así como las pautas que deben de seguirse en la progresiva recuperación de la normalidad.

Como se puede inferir, las capacidades y el potencial de análisis que poseen los Servicios de Inteligencia deben de ser empleados y puede ser usados en numerosos ámbitos para el apoyo al gobierno en la toma de decisiones. Es conocido que el gobierno israelí está utilizando a la Unidad de Inteligencia 8200 en colaboración con el ministerio de la salud del país, para luchar con eficacia contra el COVID-19[2]. El Mossad y el Shin Bet se encuentra muy comprometidos en esta lucha.

Las Agencias de Inteligencia de EEUU ya lo han venido haciendo, y se conocen varios informes, de los meses de enero y febrero, en los que alertaban del peligro de la pandemia[3]. En Francia, el servicio de inteligencia exterior, la Dirección General de la Seguridad Exterior, DGSE, según informa France24[4], está involucrada, en todos los frentes y desde el primer momento, en el problema de la COVID-19, con la vigilancia de la población, el rastreo de enfermos, acciones de influencia contra la desinformación y en la captación de mercados de equipos médicos, especialmente en la búsqueda de respiradores.

En general, son muchos y variados los ámbitos en los que los Servicios de Inteligencia pueden trabajar y seguirán haciéndolo en apoyo a la toma de decisiones de los gobiernos. Por citar algunos importantes, se puede nombrar desde las alertas sobre la propagación de virus en países de origen y la vigilancia del posible uso perverso de los mismos por países, a la protección y defensa de los intereses nacionales durante la pandemia y en el futuro mundo postpandemia, cuya geopolítica coinciden los expertos en que ya no será como antes.  

En España, la vigente Estrategia de Seguridad Nacional aprobada en el año 2017, ya contempla el fenómeno de la proliferación de epidemias y pandemias. La ESN es el marco de referencia para la política de Seguridad Nacional. En su capítulo 4 valora dicho fenómeno no como una amenaza, sino como un desafío, y lo recoge así:  En las últimas décadas, el número de enfermedades emergentes identificadas y de situaciones de riesgo asociadas a ellas ha aumentado. Se han identificado al menos seis alertas sanitarias globales, todas ellas con un importante impacto a nivel nacional: el Síndrome Respiratorio Agudo Grave, la gripe por virus A/H5N1, la pandemia de gripe por virus A/H1N1, la nueva diseminación internacional del poliovirus salvaje, la enfermedad por virus Ébola en África del Oeste y la infección por virus Zika.

La ESN reconoce las vulnerabilidades a las que está sometido el país y la dificultad de poder lograr un riesgo cero: Reducir la vulnerabilidad de la población a los riesgos infecciosos cuando es factible (por ejemplo, mediante la vacunación), la probabilidad de introducción de riesgos infecciosos (por ejemplo, mediante el control e inspección de mercancías en frontera), así como la probabilidad de transmisión interna de enfermedades (por ejemplo mediante buenos programas de prevención y promoción de la salud o buenos sistemas de saneamiento) es fundamental para minimizar los riesgos y su posible impacto sobre la población.

Teniendo en cuenta que el riesgo cero es casi imposible, el documento hace hincapié en la importancia de “desarrollar planes de preparación y respuesta ante amenazas y desafíos sanitarios, tanto genéricos como específicos” así como pone de relevancia el carácter multisectorial de las respuestas “de todas las administraciones implicadas tanto a nivel nacional como internacional”.

Por su parte, el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), en su documento “Horizonte 2040, Panorama de Tendencias Geopolíticas”, publicado por el Ministerio de Defensa español en diciembre de 2018[5], también recoge la posibilidad de este fenómeno cuando expresa que: La salud de la población será uno de los grandes desafíos del siglo xxi, con la proliferación de epidemias y pandemias.

Incluso adelanta unas orientaciones hacia donde deben de implementarse las medidas para su lucha: La mayor frecuencia de pandemias, junto a la necesidad de atajar los brotes en su lugar de origen, requerirá un mayor uso de capacidades e instalaciones militares. También será necesario establecer más medidas de control del personal a su regreso, especialmente cuando proceda de regiones con riesgo de brotes epidémicos.

En España, el Centro Nacional de Inteligencia, organiza, estructura y legitima sus actividades basado en los objetivos que el gobierno le marca en la Directiva de Inteligencia, la cual aprueba anualmente el ejecutivo. En la próxima reunión de la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos de Inteligencia, que es el órgano de trabajo del gobierno para la redacción de la Directiva de Inteligencia, es muy posible que se le dé relevancia a la amenaza bacteriológica y, tras la triste experiencia que estamos viviendo, se integre como un nuevo objetivo independiente en la Directiva de Inteligencia, sobre el cual, el CNI organizará y estructurará su trabajo para cumplirlo.

 

[1] Calder Walton, Spies Are Fighting a Shadow War Against the Coronavirus, 3 de abril 2020, Foreign Policy, disponible en https://foreignpolicy.com/2020/04/03/coronavirus-pandemic-intelligence-china-russia/

[2] Esti Peled, Israel utiliza inteligencia militar para superar la crisis por el coronavirus, 5 de abril de 2020, disponible en https://www.enlacejudio.com/2020/04/05/israel-utiliza-inteligencia-militar-para-superar-la-crisis-por-el-coronavirus/

[3] Shane Harris, Greg MillerJosh Dawsey y Ellen Nakashima, U.S. intelligence reports from January and February warned about a likely pandemic, 21 de marzo de 2020, disponible en https://www.washingtonpost.com/national-security/us-intelligence-reports-from-january-and-february-warned-about-a-likely-pandemic/2020/03/20/299d8cda-6ad5-11ea-b5f1-a5a804158597_story.html

[4]Ali Laidi, Coronavirus : avec la pandémie, les services de renseignement sur tous les fronts, 8 de abril de 2020, France24, disponible en https://www.france24.com/fr/20200408-coronavirus-avec-la-pand%C3%A9mie-les-services-de-renseignements-sont-sur-tous-les-fronts

[5] Ministerio de Defensa, Panorama de tendencias geopolíticas Horizonte 2040, 18 de diciembre de 2018, disponible en http://www.ieee.es/Galerias/fichero/OtrasPublicaciones/Nacional/2019/panorama_de_tendencias_geopoliticas_2040.pdf

 

La inteligencia y la crisis del COVID19

“It is difficult to make predictions, especially about the future».

Atribuido a Niels Bohr

 

José Miguel Palacios, 14 de abril de 2020

Hace algunas semanas, Javier Jordán[1] pasaba revista en las páginas de El País a diversas previsiones que a lo largo de los últimos años se habían hecho, tanto en España como en otros países, sobre el posible impacto de una pandemia global. Y su conclusión, muy bien documentada, era que lo que nos ha ocurrido no ha sido una sorpresa. Que se trataba de una de las contingencias que los especialistas en prospectiva hacía tiempo que consideraban posibles. Que la pregunta real no era por qué no se previó (que sí se hizo), sino por qué no se tomaron a tiempo las medidas preventivas adecuadas.

Es este, desde luego, uno de los grandes problemas de los sistemas de alerta temprana: ¿cómo hacer que las alertas se traduzcan en respuestas políticas eficaces? La Comisión Europea explicaba muy claramente este dilema en el título de una conferencia que organizó en 2007: From Early Warning to Early Action[2]. Porque parece claro que una buena alerta temprana no siempre desencadena una acción preventiva eficaz.

Javier Jordán señala en su artículo algunos de los problemas que dificultan la adopción temprana de decisiones. Y a su análisis me remito. Aunque, sin pretender agotar el tema, yo añadiría tres más a las que él apunta:

a) Prestamos mucha atención a las previsiones correctas y mucha menos a las incorrectas. Quizá porque somos conscientes de la dificultad de predecir el futuro, lo que hace que nos impresionen más los aciertos que los errores. Quizá también porque los encargados de la inteligencia prospectiva tienden a utilizar sus pronósticos correctos como indicio de eficacia, de calidad, algo siempre muy difícil de medir con exactitud en las actividades de inteligencia. El caso es que a las mesas de los decisores llegan no solo las predicciones que más tarde se revelan exactas, sino también muchas otras que son demasiado vagas, o demasiado exageradas. O que son, simplemente, erróneas. ¿Y cómo distinguir de antemano las unas de las otras? Pues no resulta nada fácil.

b) Se ha escrito que la inteligencia, para ser eficaz, tiene que llegar a los decisores en el momento preciso. Es decir, cuando el tema esté ya sobre sus mesas y antes de que hayan tomado las decisiones[3]. Porque, si están ocupados con otras cuestiones, no van a tener tiempo (ni ganas) de dedicar demasiada atención a algo que puede suceder o no. Es lo que ocurrió con el magnífico NIE sobre Yugoslavia de la Comunidad de Inteligencia norteamericana (1990). La administración Bush estaba centrada en la crisis soviética y en la crisis de Kuwait, y no tenía demasiado interés en hacer hueco en sus agendas para una nueva crisis como la que el NIE pronosticaba[4].

c) Con todo, el mayor problema es que cualquier medida preventiva que un gobierno quiera adoptar tiene un “precio”. Un precio que el gobierno debe pagar gastando parte de su “capital político”. Está claro que en una democracia el pueblo encuentra razonable que se gaste todo lo necesario en hacer frente a una amenaza real, visible, que pueda percibir y comprender con la información de que dispone. Es el caso de la actual pandemia, de la amenaza de ETA durante tantas décadas, o del terrorismo de Al-Qaida a partir de 2001. Los ciudadanos tendrán, en cambio, más dificultades en aceptar gastos y esfuerzos encaminados a contrarrestar amenazas que no conocen y que quizá no lleguen a materializarse. Y son precisamente las amenazas de este tipo las que, supuestamente, debería detectar un sistema eficaz de alerta temprana. 

 

[1]     JORDÁN, J. (2020). ‘COVID-19’ y prospectiva en seguridad y defensa. Agenda Pública El País, 28 Marzo 2020. http://agendapublica.elpais.com/covid-19-y-prospectiva-en-seguridad-y-defensa/  (acceso: 12.04.2020).

[2]     Ver https://ec.europa.eu/jrc/en/event/early-warning-early-action-developing-eu-s-response-crisis-and-longer-term-threats-7760 (acceso: 13.04.2020).

[3]     “For intelligence to be welcomed and to have an impact, it must arrive at the right time, which is after the leaders have become seized with the problem but before they have made up their minds”. Jervis, Robert (2010). Why Intelligence Fails: Lessons from the Iranian Revolution and the Iraq War.  Cornell Studies in Security Affairs. pg. 167.

[4]     Treverton, Gregory F., and Renanah Miles (2017). “Unheeded Warning of War: Why Policymakers Ignored the 1990 Yugoslavia Estimate.” Intelligence and National Security 32, no. 4 (2017): 506–522.

 

La crisis como exégesis de la Inteligencia. Una cuestión práctica.

Daniel Terrón Santos

Universidad de Salamanca

Codirector de la Cátedra “Almirante Martín Granizo”

abril de 2020

Hasta hace no mucho era poco frecuente encontrar los términos crisis e inteligencia en el mismo párrafo. Al margen de la situación generada por el COVID-19, crisis con mayúsculas por todo lo conocido y por lo sin conocer, el término lo vamos a emplear para diferenciar ésta de aquellas situaciones que impliquen un conflicto bélico, declarado o no. Alejándonos igualmente de las épocas o momentos pre-bélicos, dado que éstos no son más que caldos de cultivo para las consecuencias posteriores, donde las intervenciones de los servicios de inteligencia están demasiado condicionados por la situación en la que desembocan estos periodos, diferenciándose en poco de la labor que desarrollarán de forma postrera.

Luego será preciso entender el concepto de crisis desde una perspectiva amplia, sin focalizarlo en un único campo y tomando en consideración factores políticos, sociales o económicos. Factores susceptibles de sufrir perturbaciones que desembocarán, de no haberse podido prever y evitar, en inestabilidad de estados o instituciones, que requerirán de actuaciones correctoras por parte de los órganos responsables, para detectar, paliar, corregir, resolver o simplemente conseguir subsistir.

Visto así, no queda si no incidir en el carácter ciertamente previsible de los cambios que se producen, crisis mediante. Todo cambio, mayor o menor, consecuencia de una crisis, es previsible. Podrá existir cierto grado de incertidumbre en cuanto a su reversibilidad o grado de profundidad, que es lo que diferencia a un cambio de una mera reacción automática. Incluso podrá arrastrar tras de sí consecuencias trascendentales, que van más allá de una crisis y que pueden culminar en revoluciones o fenómenos análogos. Pero todo esto no empece para que se postule su previsibilidad, consecuencia de los signos externos que vaticinan dicho cambio.

Pudiera parecer que hablar de crisis y revolución necesariamente implica violencia, sobre todo al hacerlo de ésta última, pero nada más lejos de la realidad. Un cambio tecnológico, uno social o un nuevo paradigma, son motores de cambio suficientes para provocar que una sociedad cambie su estructura incluso su gobierno, de forma más o menos radical. Incluso el agotamiento de un ideario político o el propio hastío en la población respecto a éste, pueden suponer cambios radicales en la sociedad y su organización.

Dicho esto, una concepción tradicional, contemplaría, incluso justificaría, únicamente la labor de los servicios de inteligencia en aquellos casos donde estuviera presente un casus belli, o se presumiera una revolución, sin embargo, esto ni puede, ni debe, ni es así, afortunadamente. Nuestra sociedad, la de hoy, que, pese a no parecerlo, es la misma en lo básico, que la de hace 50-60 años, incluso podríamos ir más atrás, sólo que, habiendo pasado por diversas crisis y sus obligatorios cambios, es fiel fedataria de lo anterior. La continua transformación en el que está inmersa la sociedad, produce que surjan nuevas realidades, unas positivas y otras todo lo contrario. Entre éstas últimas nos encontraríamos con amenazas a la Seguridad nacional e internacional a las que debemos hacer frente mediante políticas públicas de prevención adecuadas. Para esto es preciso contar con unos servicios de inteligencia actuales y modernos; especializados y capaces de poder afrontar cualquier tipo de crisis, amenaza, riego o vulnerabilidad a nuestros intereses nacionales, en sus diferentes manifestaciones y cualesquiera que éstos fueran, nuestra forma de vida y costumbres y nuestro ordenamiento jurídico.

Actualmente la sociedad se mueve en periodos de alarma y respuesta reducidos, y de ciclos de decisión cortos, siendo la clave del éxito la anticipación, que se facilita a través de la inteligencia oportuna. Los conflictos, en su máxima expresión la guerra, las crisis, o la mera defensa de los intereses nacionales tiene múltiples actores que deben trabajar integrados para dar respuesta a situaciones complejas. Estamos ante un entorno internacional de seguridad más convulso, caracterizado por la velocidad del cambio, los choques estratégicos y la proliferación de “crisis”. Se antoja fundamental comprender la motivación de los cambios, pero sobre todo anticiparse a sus consecuencias y gestionar la incertidumbre, dotándose de estructuras dinámicas y flexibles.

Pero gestionar las crisis no es algo sencillo, de lo contrario no sería crisis. Entre las distintas fases en la gestión de crisis en un arco temporal (desde la alerta temprana hasta la respuesta), cobra particular relevancia el seguimiento permanente del entorno de seguridad y sus constantes cambios, los sistemas de inteligencia e información, el desarrollo de metodologías de análisis de riesgos y de instrumentos que contribuyan a la protección contra la desinformación, así como la formación o la realización de ejercicios de gestión de crisis.

La respuesta a la crisis, implica tener mecanismos y estructuras, públicas y privadas, de gestión apropiados. Mecanismos tanto para captar la información necesaria –sensores o sondas-, desde un determinado espacio-temporal, como los precisos para trabajar en procesos intelectivos con esa información, y los que se encarguen de transmitirla, previa comparación con otras, obtenidas en situaciones similares. Sin olvidar aquellos que, al final, tras el análisis casi instantáneo de la información, sean capaces de dar una orden, adoptar una decisión, etc. con los fines pretendidos, ya sea de carácter político, económico o militar. La inteligencia se tiene que adaptar a cualquier situación, aunque no sea la ideal ni la menos conflictiva.

Conviene dar una lectura rápida a la Estrategia de Seguridad Nacional (2017), donde se reconoce la existencia de ámbitos de especial interés, como son la ciberseguridad o la seguridad energética, en los que no solo se requiere la actuación de los componentes fundamentales, sino del conjunto de las administraciones y de la sociedad en general. A esto debemos añadir la conectividad de un mundo en red, que incluye el internet de las cosas, la inteligencia artificial, la ingeniería genética y la robotización tendrán importantes implicaciones para la seguridad. Por eso, desde la perspectiva de la seguridad, nacional o incluso global, la interconectividad diluye las fronteras, habrá que dirigir esfuerzos en implementar un sistema eficaz de gobernanza sobre las nuevas tecnologías.

Uno de los factores no tradicionales es la proliferación de actores no estatales en la esfera internacional con sus consecuencias inherentes: presencia cada vez mayor de intereses contrapuestos. Este fenómeno se ve espoleado, en muchas ocasiones, por la falta de cohesión social dentro de las propias fronteras estatales, o por la lucha por hacerse con los recursos escasos –los nuevos materiales, las tierras raras, etc., que hacen depender el desarrollo tecnológico, el control de las fuentes de energía –aquí las renovables darían un giro definitivo al estado de la cuestión-, o las propias cuestiones medioambientales, sin olvidar la escasez de alimentos, que, al igual que la anterior puede generar movimientos migratorios descontrolados y de cierta envergadura. Todos ellos son riesgos de ámbito internacional, quedando fuera del control de un único actor. Además, quizá sea lo más importante, aunque no siempre se observe a primera vista, se trata de fenómenos pluridimensionales, y donde está férreamente asida la presencia de competencia entre operadores, luego se han de abordar desde una perspectiva de cooperación e interdependencia, pero manteniendo la competencia por un mejor posicionamiento.

Bien hacíamos cuando planteamos no dejar fuera a los actores privados en esta cuestión, pese a la posición preponderante del Estado y sus estructuras. Como mínimo es de esperar la respuesta de las empresas estratégicas, de los operadores de infraestructuras críticas, de los centros de investigación o prospectiva y de la sociedad civil en su conjunto. En el contexto actual de crisis constantes, el fomento de la resiliencia de la sociedad y de las Administraciones adquiere una importancia esencial. Desarrollar la capacidad de superar situaciones que implican riesgos de resultados negativos, es la primera parte de la labor, completada con el mantenimiento de estabilidad necesaria para garantizar la continuidad en la acción del Gobierno, mediante la adaptación positiva a la situación adversa.

Esto supone garantizar la protección de los ciudadanos junto con la provisión de los servicios esenciales, para retornar al estado de normalidad en el menor tiempo posible. Esto no implica volver hacia atrás, sino adaptarse. Hay que tener en cuenta que no todo cambio es reversible, ni tampoco necesariamente negativo. Puede ser que el cambio, aun siendo para bien, implique, al menos en su comienzo, situaciones desfavorables debidas a la falta de previsión y anticipación, que haga más o menos difícil la adaptación de infraestructuras y servicios al mismo. En ese caso, habrá que procurar minimizar las consecuencias negativas sobre la seguridad y el bienestar de los ciudadanos, en lo que dure el proceso de adaptación. Ante este tipo de situaciones, la comunicación es una herramienta estratégica, en tanto que es el cauce idóneo para transmitir a la sociedad una información veraz, ajustada y oportuna, generando, como mínimo, una seguridad percibida.

La inteligencia es indiferente al escenario de que se trate. Le da igual que sea un campo de batalla militar, un espacio comercial o industrial, o cualquier ámbito político, tampoco estará mediatizada por los actores de esos escenarios. No prefiere a unos sobre otros, se limita a tomar en consideración los ámbitos de desempeño material y funcional, a la par que procura poner de manifiesto los objetivos e intereses de todos los actores, su capacidad y motivación. No puede ser ajena a ningún escenario y, en todos ellos, tiene que dar a conocer cómo interactúan los actores. Además, permitir al decisor tener la iniciativa, exige mirar hacia adelante, teniendo presente lo pasado, sin perder de vista a la situación actual, en definitiva, tiene un componente de prospectiva fundamental.

The end of the Internet as we know it

Jose A. Gonzalez – Especialista en Ciberseguridad y Ciber Inteligencia

correo /en/ joseangel.net

abril de 2020

Hace dos meses, podíamos leer en Forbes que Rusia está desplegando equipos en sus infraestructuras de soporte al acceso a Internet (la denominada RuNet) para permitir su aislamiento frente al mundo “Putin Begins Installing Equipment To Cut Russia’s Access To World Wide Web“ (1). Por otro lado, China siempre ha sido el país que más ha bloqueado el acceso a Internet, mientras que Arabia Saudi controla qué puede ver su población en Internet e Iran bloquea sistemáticamente servicios y contenidos que no pueden controlar. Todo esto está complementado por otros países como Corea del Norte donde simplemente el libre acceso (o el simple acceso) a Internet por parte de la población no parece “estar permitido” a todos, por los sabios dictámenes del “Gran Líder”.

Curiosamente, algunos de estos países que bloquean el libre acceso a sus ciudadanos (sin tener en cuenta la dificultad idiomática), han utilizado y explotado Internet para diferentes actividades ilícitas como el robo de información, ataques a terceros y campañas de desinformación a otros países:

  • China:
    • En la que el nombre APT-1 (Advanced Persistent Threat) fue acuñado a través del informe de Mandiant(2) de proincipios de 2013, en el que se involucra directamente al Ejército de la República Popular China en acciones de ciberataques.
    • Desde entonces, diferentes APT se han identificado con origen en China.
    • Este país cuenta con una de las mayores capacidades ofensivas de ciberataque y penetración a objetivos para la obtención de información estratégica, como ya se indicaba en 2013(3). Un claro ejemplo es el asombroso parecido entre el caza del ejército chino Shenyang J-31 y el caza del ejército de EEUU F-35C, con el que China pasó de disponer de aviones de guerra de cuarta generación (como el Chengdu J-10) a aviones -supuestamente- de quinta generación (Shenyang J-31 y Chengdu J-20) adelantándose a otros países (como Europa-Typhoon-, Suecia -Grippen- o Francia -Rafalle-)(4).
  • Rusia:
    • La (supuesta) acción de desinformación por la agencia Rusa IRA, como indica el Senate Intelligence Committee de EEUU(5), en las últimas elecciones de ese país.
    • Su APT más famoso (Fancy-Bear) está detrás de ataques altamente sofisticados que incluye malware de desarrollo propio y adquirido en mercados clandestinos de Internet.
  • Corea del Norte:
    • Con su grupo APT más famoso denominado Lazarus, cuyo ataque más publicitado fué la venganza contra Sony por la creación de la película The Interview, en la que se ridiculiza a Kim Jong-un. Sus miembros (supuestamente) se forman en China(6).
    • Informes de grandes consultoras de ciberseguridad indican que Lazarus tiene como objetivo prioritario a Corea del Sur.
  • Irán:
    • APT 34, 35 y 39 (denominado este último como “Turla”), estando detrás de múltiples ciberataques y robos de información, con su nueva versión de malware denominada “Topinambour”(7).

Desde luego no hay que eliminar de la ecuación a otros estados (EEUU, Alemania, Francia y otros) que también realizan este tipo de acciones, pero al menos su población puede usar libremente Internet dentro de su marco legal democrático.

La pregunta obvia es si el resto del mundo seguirá permitiendo el acceso libre a recursos en Internet o creará nuevas “vallas” a “su” Internet, llevándose probablemente por delante algunos de los derechos de libre acceso a la información a los que los ciudadanos de estos Estados hemos incorporado a nuestra forma de obtener información.

Otro efecto colateral podría darse en el control que las autoridades ejerzan sobre los recursos de Internet en un Estado. Este es el concepto más complejo de tratar, ya que una de las facilidades de Internet es la ubicuidad y el fácil acceso a recursos desde otros países, ya que en Internet el concepto de frontera queda totalmente diluido. Un claro ejemplo de ello es el hecho de que cualquiera puede “simular” acceder desde EEUU a través de Internet, contratando una VPN (red privada virtual en Castellano) por un coste muy bajo, mientras el mismo ejercicio desde China pasa a ser extremadamente complicado para un ciudadano.

Estas capacidades a su vez abren la puerta a un diálogo sobre la posibilidad de uso de cifrado en las comunicaciones por parte de los ciudadanos, derecho que muchos grupos como EFF (Electronic Frontier Foundation) y un sinnúmero de ciudadanos y asociaciones luchan por mantener.

Cabe pensar si estas iniciativas (como la de Rusia antes citada) que apenas se citan en un medio pueden llegar a limitar nuestro acceso a Internet como ciudadanos, puedan llegar a producir un efecto dominó provocado por la protección de nuestras infraestructuras, aunque vivamos en un marco democrático (como el caso de España(8)). Quizás el efecto mencionado por N. Klein en su Teoria del Shock pueda calar desde entornos de defensa y protección del Estado hacia sus estructuras de gobierno democráticas, produciendo un (justificable o injustificable) cambio de narrativa del término de “libertad en Internet” hacia el ciudadano, limitando y/o condicionando su uso. O quizás las tecnologías avanzadas y procedimientos de protección puedan frenar este hecho y proteger de forma eficaz al Estado?.

Como última reflexión cabe pensar que si estos augurios se llegan un día a cumplir e Internet continua limitándose como efecto de la protección y el bien común (nuestras vidas dependen cada vez más de ella), qué pasará con la libertad de información y la penetración de las narrativas generadas por medios afines a los estados en el “corralito” informativo en el que viviremos?. Cómo de mermadas quedarán las capacidades OSINT en Internet de los profesionales de Inteligencia?.

 

(1) https://www.forbes.com/sites/zakdoffman/2019/09/24/russia-begins-installing-equipment-to-cut-its-access-to-world-wide-web/

(2) https://www.fireeye.com/content/dam/fireeye-www/services/pdfs/mandiant-apt1-report.pdf

(3) https://www.idga.org/government-defense-it-communications/news/pentagon-admits-f-35-data-theft-is-a-major-problem

(4) http://www.aerospaceweb.org/question/history/q0182.shtml

(5) https://www.nytimes.com/2019/10/08/business/senate-report-russia-election.html

(6) https://www.scmp.com/news/world/article/2131470/north-korea-barely-wired-so-how-did-it-become-global-hacking-power

(7) https://threatpost.com/turla-apt-malware-anti-censorship/146472/

(8) https://boe.es/boe/dias/2019/11/05/pdfs/BOE-A-2019-15790.pdf

 

La seguridad de las campañas políticas en Estados Unidos

Dr. Pablo García Molina

Faculty Lecturer, Georgetown University

 

marzo de 2020

Si tenemos información confidencial, tenemos que protegerla. Esto es obvio en seguridad nacional y en asuntos militares. También lo es en sectores como el industrial y el comercial. Y por supuesto es crítico en la política.

Los siguientes ejemplos de Estados Unidos lo ilustran.

En marzo del 2016, hackers comprometieron mediante phishing la cuenta de correo electrónico personal (Gmail) de John Podesta, ex profesor y mi colega en la Universidad de Georgetown, ex «chief of staff» del Presidente Bill Clinton, y «chair» de la campaña presidencial de Hillary Clinton. El ataque fue atribuido a Fancy Bear, un equipo de hackers asociado con la agencia de inteligencia militar rusa.

En octubre del 2016, Wikileaks empezó a publicar los correos de Podesta, con más de 20.000 páginas de texto. El resultado fue devastador para la campaña presidencial de Hillary Clinton y para el partido demócrata en general. Anecdóticamente, la filtración ocasionó el Pizzagate. En mi barrio de Washington DC hay una pizzería llamada Comet Ping Pong. Algunos lectores pensaron que los correos revelaban en clave que Hillary Clinton, John Podesta y otros líderes demócratas abusaban de niños en el sótano del restaurante. Un lector de conspiraciones en internet se presentó en el restaurante con un rifle y disparó. Afortunadamente nadie resultó herido.

El 7 de marzo del 2020, el diario The New York Times informaba que en el año 2016 Erik Prince lanzó campañas de espionaje contra organizaciones demócratas. Erik Prince es hermano de la actual ministra de educación de Estados Unidos, Betsy DeVoss, ex líder de la compañía de seguridad Blackwater Worldwide y asesor informal de varios cargos de la administración Trump.

Erik Prince contrató a ex espías, algunos de ellos del MI6 británico, con el objeto de espiar en la sede de Michigan de uno de los sindicatos más numerosos: el American Federation of Teachers. También espió en la campaña al congreso de Abigail Spanberger, actual congresista demócrata por el estado de Virginia.

Sabemos que los rusos interfirieron en las elecciones presidenciales de Estados Unidos del 2016. Proteger las campañas políticas es fundamental para preservar nuestra confianza en la democracia. Las campañas y los partidos políticos deben tener su ciberseguridad muy presente. Los altos cargos de esas campañas y de esos partidos deben predicar con el ejemplo. Recientemente comenté sobre este tema en medios de comunicación estadounidenses. Mi conclusión es que necesitamos más expertos:

https://www.law.com/legaltechnews/2020/01/23/experts-presidential-hopefuls-cant-afford-to-skim-on-ciso-role/

 

 

 

 

 

Inteligencia desclasificada y verdad

“Porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse».

Mt, 10:26[1]

 

José Miguel Palacios, 4 de marzo de 2020

Los documentos de inteligencia suelen ser clasificados porque si el oponente[2] desconoce lo que sabemos (o lo que ignoramos) sobre él, entonces tenemos una ventaja competitiva[3]. La clasificación implica que solo una minoría (los “happy few”, que diría Stendhal) conozca su contenido y que aquellos muchos que lo ignoren puedan hacerse una idea exagerada acerca de su valor. Acerca, en particular, de su veracidad. Y es que algunos de ellos quizá imaginen que la desclasificación de informes de inteligencia hará que todos tengamos acceso a una verdad de orden superior, una verdad que hasta ese momento se nos había ocultado.

Por eso es inevitable que la lectura de los numerosos informes de inteligencia que ciertos países (Estados Unidos, sobre todo) han desclasificado provoque en muchos una cierta decepción. Porque bastante de lo que contienen ya estaba disponible en medios abiertos. Y porque las novedades sensacionales que incorporan son, a veces, poco más que rumores de escasa verosimilitud y difícil confirmación.

¿De verdad la inteligencia real está tan lejana de ese orden superior de veracidad que se le atribuye? Y, si es así, ¿por qué?

Está, en primer lugar, el factor del tiempo. La inteligencia se produce en apoyo al proceso de toma de decisiones y debe entregarse en el momento en que sea necesaria. Lo que, en el mundo real, supone que los servicios de inteligencia dispondrán habitualmente de menos tiempo del que se requeriría para hacer un trabajo plenamente sólido. Para llegar a conocer la verdad-verdad. La investigación técnica de un accidente aéreo puede durar varios meses y la instrucción judicial de una causa compleja, varios años. Pero los políticos tienen que adoptar decisiones trascendentales en pocas horas o días, y la inteligencia tiene que ajustarse a sus plazos para proporcionar dentro de ellos los mejores elementos de juicio que pueda obtener o elaborar. Que, evidentemente, habrían sido de más calidad si hubiese contado con más tiempo.

Un segundo problema lo representan las fuentes. En parte por su culto del secreto, en parte para evitar solapes con otros proveedores de información y análisis, la inteligencia (al menos, muchos servicios de inteligencia) tiende a basar sus informes en lo obtenido de cierto tipo de fuentes: fuentes humanas, con las que a menudo existe una relación conspiratoria, y fuentes técnicas. El problema es que tales fuentes, insustituibles para ciertos temas, tienen muchas limitaciones a la hora de iluminar otros[4]. Además, las fuentes humanas son las que se consigue captar, no siempre aquellas a las que habría que acceder para conseguir una información veraz. Los propios intereses de las fuentes, tanto económicos como políticos, influyen también en la información que proporcionan[5].

Un tercer problema es que los analistas que redactan los informes de inteligencia no son siempre grandes expertos en los temas de los que tratan. En 2004, David Ignatius aseguraba que un analista medio de la CIA apenas tenía tres años de experiencia en su puesto, un plazo que cualquier especialista universitario consideraría corto para formar a un verdadero experto[6]. Por otra parte, la compartimentación, característica del trabajo de los servicios de inteligencia, puede hacer que en ocasiones el analista tenga un buen conocimiento de su propio tema y ningún conocimiento de otras cuestiones conexas, que pueden ser responsabilidad de un equipo de trabajo diferente[7].

Dicho esto, parece claro que historiadores y otros especialistas académicos sacarán buen provecho de los documentos de inteligencia que puedan ser desclasificados. A menudo encontrarán en ellos una comprensión bastante sofisticada de lo que estaba ocurriendo, algo muy difícil de conseguir cuando se tiene que trabajar en unos plazos estrictamente limitados. En ocasiones, se sorprenderán de que las conclusiones de los analistas de inteligencia no sean sustancialmente distintas de las alcanzadas por especialistas académicos (y por algunos periodistas)[8]. En otras, descubrirán que los productos de inteligencia pueden ser netamente inferiores a las obras de los historiadores, escritas con más tiempo y perspectiva, con un mejor acceso a fuentes fiables. Así que los amigos de las conspiraciones, nuestros entrañables “conspiranoicos”, quedarán casi siempre decepcionados. La cara oculta de la Luna resulta no ser tan distinta[9].

 

[1]     Según la traducción de Casiodoro de la Reina.

[2]     La “parte contratante de la segunda parte”, según el léxico marxista.

[3]     El conocido periodista portugués José Rodrigues dos Santos lo explica muy bien en su novela O Códex 632: “Os portugueses eram um povo pequeño e com recursos limitados, não seriam capazes de competir com as grande potências europeias em plano de igualdade se todos partilhassem a mesma informação. Eles perceberam que a informação é poder, e, conscienciosos, guardaram-na com grande avareza, preservando assim o monopólio do conhecimento sobre esta matéria estratégica para o seu futuro”. RODRIGUES DOS SANTOS, J. (2005). O Códex 632. Lisboa: Gradiva. Pp. 119-120.

[4]     Robert Jervis ha escrito: “Although intelligence organizations do not like to recognize it, they rarely have special advantages in understanding revolutions and general political developments. CIA and its counterparts are in the business of stealing secrets, but secrets are rarely at the heart of revolutions.” JERVIS, R. (2010). Why Intelligence Fails: Lessons from the Iranian Revolution and the Iraq War. Cornell Studies in Security Affairs. P. 26.

[5]     Un caso paradigmático es el de la fuente iraquí Curveball. Ver Wikipedia contributors. (2020, January 21). Curveball (informant). In Wikipedia, The Free Encyclopedia. Retrieved 10:07, March 3, 2020, from https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Curveball_(informant)&oldid=936917180.

[6]     IGNATIUS, D. (2 Mayo 2004). Spy world success story. Washington Post: B07.

[7]     En un informe redactado por la CIA en 1983 se decía que “Después de Yugoslavia, España es el país étnica y lingüísticamente más diverso de entre los principales países europeos”. Lo que indica que el autor estaba muy poco familiarizado con la situación etnolingüística de países como Francia o Italia. Ver https://arainfo.org/aragon-en-los-papeles-de-la-cia/

[8]     En un artículo publicado en 2007, James D. Marchio, un veterano analista de inteligencia en la DIA y, posteriormente, en la ODNI, afirmaba que en lo relativo a la fiabilidad de las fuerzas no soviéticas del Pacto de Varsovia, “most academics came to the same conclusions as the IC did…”. Y parece que lo escribía con cierto orgullo, como prueba de que los analistas de inteligencia habían hecho bien su trabajo. Ver MARCHIO, J.D. (2007). Reliability of Non-Soviet Warsaw Pact Armed Forces, 1946-89. Studies in Intelligence Vol. 51, No. 4 (Extracts-December 2007): 40.

[9]     En las viejas novelas de ciencia ficción (por ejemplo, en Esa horrible fuerza, de C.S. Lewis), la cara oculta de la Luna es presentada a veces como una región misteriosa, donde existen seres o instalaciones (en general, malignos) que no pueden verse en la cara vista. Como todos sabemos, la realidad es más prosaica. Menos novelesca.

Inteligencia Económica, una necesidad para España. Inteligencia Competitiva, una necesidad para sus empresas. 2ª parte: La necesidad de la Inteligencia Competitiva en las empresas

2ª parte.- La necesidad de la Inteligencia Competitiva en las empresas

En la parte anterior publicada en el blog dedicada a la Inteligencia Económica, se hacía referencia a la necesidad de que nuestro país disponga de un sistema más completo y coordinado que defienda con mayor eficiencia sus intereses económicos y los de nuestras empresas y finalizaba con una llamada a la necesidad de formar expertos en estas disciplinas para poder aplicarla a todos los niveles.

En España el número de empresas que están implantando un sistema de Inteligencia Competitiva está aumentando, también se han programado cursos y masters específicos en varias Universidades y hay algunas consultoras y centros de estudios que están desarrollando actividades en este ámbito. Pero no estamos en el nivel que sería deseable y necesario.

La dimensión del Estado es muy importante, pero no lo es menos lo que cada organización pueda aportar de forma individual y es, en esta parte, donde también queda aún mucho camino por recorrer en España. Con frecuencia sabemos de empresas que no conceden importancia al valor añadido que podría aportarles la Inteligencia Competitiva que pudieran desarrollar con sus propios medios y siguen actuando apoyándose exclusivamente en la calidad de sus productos y en la forma tradicional de competir en los mercados.

Muchas empresas no se creen vulnerables porque han sabido superar las crisis en el pasado y siguen obteniendo beneficios; pero, ante el panorama internacional actual, nadie sabe lo suficiente ni está suficientemente protegido. Las empresas dependen cada vez más del conocimiento para poder tomar mejores decisiones y poder abordar los retos como la globalización, la necesaria innovación y las amenazas cibernéticas que están presentes de manera permanente en su vida diaria.

Para una empresa mantenerse cuando su panorama alrededor es tan cambiante, complejo e incierto es un desafío permanente y lo peor es que nuestras empresas deben hacerlo día a día porque en muchos casos va en ello su futuro.

Las empresas españolas necesitan concienciarse de la necesidad de disponer de personal especializado y dotarse de procedimientos internos que ayuden a definir y materializar sus necesidades de información y de Inteligencia para ayudar en la toma de decisiones. La suma de las aportaciones públicas y privadas hará que nuestras empresas sean más competitivas.

Se puede afrontar la realidad económica actual de muchas maneras y la combinación de la IE y la IC es una de ellas. A través de ellas se aporta un mejor conocimiento de lo que pasa en nuestro entorno y de lo que es posible que ocurra, para así lograr ser más competitivos.

Pensemos en las consecuencias del Brexit, de la política proteccionista del Presidente Trump, de las disputas entre EE.UU. y China, los problemas con Irán…. Solo cito algunos ejemplos del panorama internacional actual (la lista podría ser muy larga) y a nadie se le escapa que todo esto tiene sus consecuencias para muchas de nuestras empresas.

¿Qué significa e implica hacer IC?. La IC es un modelo de gestión de la información que permite hacer del conocimiento una ventaja competitiva, porque ayuda a conocer mejor el entorno geográfico y empresarial, los mercados y la competencia, incrementa la capacidad de influencia, mejora la protección de los activos materiales e inmateriales, ayuda a anticipar los problemas y a identificar futuras oportunidades y, todo ello, contribuye a mejorar la competitividad de las empresas.

Ya no sirve solo con conocer el lugar en el que nos movemos, incluso disponer de un buen socio local que nos guíe, hay que entender el entorno, el significado de cada cambio que se produce, la influencia que su evolución puede tener, cómo actúan mis aliados y competidores y utilizar todas las herramientas a mi alcance para defender mis intereses. Todo ello, sin olvidar nada, se debe abordar desde la dimensión del análisis de Inteligencia.

Tener analistas, poseer profesionales de la IC en las empresas, adaptados a su tamaño y sus necesidades, se convierte en un valor determinante por diferenciador. Eso implica inversión en la formación de las personas que se dediquen a ello, en organización y planificación del trabajo, en la obtención y análisis de la información y en el uso de las herramientas informáticas adecuadas, uso de internet, redes sociales, etc,

Lo cierto es que en estos momentos la IC tiene una implantación poco homogénea en las empresas españolas. En algunos casos conocen sus bondades, pero faltan referentes de cómo llevarla a cabo y decisión para implantarla. La implantación en las PYMES es muy reducida y en el caso de agrupaciones sectoriales de empresas no suelen ponerse en práctica soluciones centralizadas que den servicio a sus miembros, o éstas tienen un alcance muy limitado

La puesta en marcha de un equipo de IC en una empresa es sencilla, requiere dimensionarlo en función del tamaño y necesidades de la misma y contar con personas con la formación adecuada, cuyo trabajo facilite la toma de decisiones estratégicas. También requiere una actuación de forma sistemática y estructurada; no puede abordarse como una actividad residual en la empresa, sino que hay que otorgarle la importancia que en cada caso requiera.

Una mayor actividad del Estado en el ámbito de la IE que le compete, una mejor coordinación con las empresas y una mayor concienciación de éstas para el uso de la IC, junto con referentes que proporcionen la formación adecuada, para disponer de expertos en las disciplinas mencionadas, deberían ser los pasos a seguir para mejorar la competitividad de nuestras empresas y poder afrontar los retos del mundo actual.

Sumando los esfuerzos de todos llegaremos a la seguridad y el bienestar de todos.

Madrid, Febrero 2020

intcompetitiva.jjgarcia@gmail.com

La muerte cerebral del concepto de seguridad

La muerte cerebral del concepto de seguridad

En 2019, el presidente francés Macrón en la última cumbre de la OTAN realizó el siguiente diagnóstico: “La OTAN se halla en estado de muerte cerebral.” La OTAN como “herramienta” que es, seguro que necesita ser reanimada. Lo que si se encuentra en estado de “muerte cerebral” es el concepto de seguridad vigente. Un simple repaso o acercamiento a la situación mundial lo certifica. Esta “seguridad” que hoy disfrutamos ha venido generando una falsa sensación de seguridad y de tranquilidad. Ha resultado ser bastante inoperante para muchas personas en este mundo. Desde este contexto, “algunos” se han creído que el mundo es suyo; cuando es algo que compartimos. No se puede ofrecer una seguridad creíble desde los respectivos intereses de cada país. Cuando el presidente Trump dice: “Ha llegado el momento de los patriotas y los nacionalistas.” Para los patriotas y nacionalistas americanos la seguridad es una y para los patriotas chinos, iraníes y coreanos…es otra.

No resulta muy halagador que una parte del mundo se sienta más o menos segura al mismo tiempo que otra se sienta más o menos insegura o amenazada. Entonces uno se pregunta: ¿Qué fue primero: la inseguridad o el negocio de la seguridad? Si nos fijamos nos lo han complicado tanto que cada vez nos resulta más difícil distinguir lo que es por una parte búsqueda de la justicia; trabajar por un orden internacional equilibrado, etc. y lo que es una mera actividad del interés nacional, partidista o interesada. Lo peor es incurrir en nombre de grandes ideales en pequeñas y muchas falsedades. A la verdad siempre le falta gente. En este contexto entra la narrativa del “miedo”, la retórica del “miedo”. Un “miedo” necesario para poder mantener la idea de seguridad que se nos quiere imponer. El “miedo” y todo lo que conlleva es un gran “negocio”. El miedo es el principio reactivo de la seguridad. Los “señores” del miedo no se cansan de meter miedo y de darnos miedo. Pero si preguntamos: ¿a qué se tiene miedo? La respuesta suele ser: a la enfermedad, al paro, al deterioro medio ambiental, a la pobreza, a la ignorancia, también al terrorismo… Y sobre todo tenemos miedo de lo que no sabemos y nos dicen que existe o puede existir. Entonces, ¿de qué nos alegramos? ¿Qué seguridad es esta nuestra que crea inseguridad? Si realmente queremos la paz, tenemos que cambiar el concepto de seguridad vigente. Este concepto se nos está revelando como un arma de inseguridad global. Esta seguridad nuestra tiene mucho de “fase”. Consideramos que no se puede seguir por más tiempo con ese chantaje de que pedir o plantear otra seguridad es cosa de ilusos o que esta que tenemos y de lo que disfrutamos es la mejor posible. Consideramos que se debe trabajar por vivir bajo otro concepto de seguridad si se quiere de verdad construir otro mundo donde se reduzcan las amenazas que nos destruyen.

Es cierto que la seguridad al cien por cien no existe. Ni existe un modelo de seguridad “pura”. Lo que sí sabemos es que esta seguridad que tenemos y que nos la presentan como la única seguridad posible no da más de sí. Es cierto que no sería justo decir que con este concepto de seguridad no se ha conseguido nada. Se ha conseguido mucho. Por eso no es de extrañar que “otros” desde sus inseguridades tengan la necesidad de venir a disfrutar de esta seguridad nuestra. Sin embargo, creemos que se necesita trabajar en un nuevo concepto de seguridad. Una seguridad “inclusiva”, “global” y “común”. Creemos que hay otra forma de plasmar la seguridad que no produzca al mismo tiempo inseguridad.

Nadie cuestiona que la seguridad es el primero de los derechos del hombre. La seguridad se constituye en el fundamento para lograr el resto de cosas. Sin seguridad no hay libertad ni bien-estar ni democracia. La seguridad es lo que nos permite tener un ámbito donde podernos desarrollar personal y profesionalmente. ¿Qué libertad hay en el miedo y en cada una de sus versiones: miedo a la pobreza, al paro, a la inseguridad…? La seguridad tiene que ir unida a la justicia. La verdadera seguridad es la que nos da protección frente a enemigos como la pobreza, la enfermedad, el medio ambiente, la ignorancia y también el terrorismo en todas sus versiones. Todo lo que no vaya en esa dirección nos lleva a donde ya estamos y nos impide salir de donde nos encontramos: la inestabilidad. Quizás, una de las cuestiones más globales sea la de la seguridad. Todos sufrimos las consecuencias de las decisiones que se toman en todos los ámbitos que afectan a nuestra vida y que crean inseguridad.

De igual forma que Goethe decía que la “libertad debe ser reinventada en cada generación.” Consideramos que la seguridad debe de ser reinventada de nuevo. Si no se puede hacer, más que lo que ya está hecho…esto resultaría demoledor. Hay conceptos como hay instituciones (quizá la OTAN sea una de ellas para Macrón) que han aprendido de los árboles: a quedarse quietos. La seguridad debe de ser repensada y reinventada de nuevo.

Sobre todo esa seguridad que se ha constituido en una cobertura de amplio espectro: hay toda una seguridad donde no existe la vergüenza, ni los reparos, ni la ética…Es esa seguridad desde donde todo está permitido y desde donde se lava casi todo: “Por seguridad nacional.” Recordamos que es la seguridad la que tiene que ser tratada con Inteligencia; que es la inteligencia la que tiene que “enseñar a la mosca a salir de la botella.”

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