Yvan Lledo-Ferrer[1] |
José Miguel Palacios, 3 de mayo de 2023 |
Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la serie de conflictos que, directa o indirectamente, derivaron de ellos (Irak, Afganistán, Siria, etc.), la inteligencia occidental ha estado orientada preferentemente hacia temas de seguridad[2]. Para los gobiernos, la lucha contraterrorista se convirtió en una prioridad absoluta y los servicios de inteligencia de todas las “familias” temáticas (exteriores, interiores, militares y técnicos) intentaron poner una parte substancial de los medios y recursos de que disponían al servicio de este objetivo común. Nuevas amenazas que a lo largo de estas dos últimas décadas fueron cobrando importancia (lucha contra el crimen organizado, ciberseguridad, contraproliferación, etc.) tienen también un carácter preferentemente securitario.
Pero nada es eterno. Nuevos desafíos inducen cambios importantes en las organizaciones. Yvan Lledo-Ferrer[3], un experto francés en cuestiones de inteligencia, acaba de compartir con los interesados en estas cuestiones una reflexión sobre la forma en que la guerra de Ucrania está afectando a nuestra visión de la disciplina. Lo ha hecho en un artículo corto que vale la pena leer con atención.
Mis dos peniques
Con independencia de que Yvan Lledo-Ferrer nos ofrezca algunas respuestas, su artículo es, ante todo, una invitación a que participemos en el debate que él nos propone, a que pongamos encima de la mesa nuestros dos peniques, que dirían los ingleses. Se trata de pensar cómo puede/debe ser la inteligencia en ese futuro que ya está aquí[4]. A la luz de la experiencia del conflicto de Ucrania, podemos avanzar algunas tendencias:
- a) La inteligencia militar, táctica y operacional, tendrá mayor importancia y en los países más avanzados absorberá una parte sustancial de los recursos económicos disponibles. Las modernas armas de alta precisión pueden marcar la diferencia en el campo de batalla, pero para que ello sea así el sistema debe ser alimentado con informaciones precisas (sobre localización de objetivos y amenazas), obtenidas y difundidas en tiempo real. En este terreno, estar a la altura de los tiempos terreno exige una altísima inversión en tecnología avanzada, que, además, hay que renovar de manera periódica.
- b) La inteligencia política clásica volverá a primer plano, tras dos décadas en que muchos servicios de inteligencia adoptaron un perfil casi policial. Cuestiones como las intenciones de líderes clave, el comportamiento de la población y la evolución de la economía (en los países objetivo) volverán a ser vistas como extremadamente relevantes.
- c) Mucha de la inteligencia de mayor interés para los decisores tendrá carácter prospectivo. Esto creará una paradoja insoluble para los interesados en el “control de calidad”: por la propia naturaleza de la prospectiva, será muy difícil determinar si el trabajo de la inteligencia es correcto o no, ya que las medidas preventivas que nuestro liderazgo político adopte modificarán necesariamente el futuro que la inteligencia había previsto[5]. Sin una gran confianza de los decisores en sus servicios de inteligencia, los productos de estos no tendrán más peso en el proceso político que las opiniones de fuentes alternativas de valoraciones estratégicas, como son asesores o periodistas.
- d) El apoyo a la comunicación estratégica (o “propaganda”) del propio bando pasa a ser una de las funciones principales de la inteligencia estratégica. Para que sea efectiva, para que la postura del servicio resulte convincente para la población, es importante que el gobierno realice un gran esfuerzo para cuidar el perfil público de su inteligencia, es decir, su prestigio profesional ante la sociedad a la que sirve[6]. Ello requeriría la reorientación, al menos parcial, de las prioridades de la llamada “cultura de inteligencia”: en lugar de centrarse en conseguir que los ciudadanos apoyen los presupuestos que se asignan a los servicios, debería buscar que acepten como buenas las informaciones y análisis que proceden de ellos.
¿Vamos en esa línea?
En una comparecencia pública desarrollada el 17 de abril de 2023, el Director de Inteligencia del CNI “explicó las cuatro áreas en las que se centra actualmente la inteligencia: inmigración ilegal, contraterrorismo, contrainteligencia y contraproliferación de armas no convencionales”[7]. Se trata de cuatro objetivos de carácter parapolicial que encajan perfectamente en el paradigma de inteligencia surgido tras los atentados del 11 de septiembre. No son reflejo de la inteligencia que viene, sino de la que hemos conocido durante las dos últimas décadas.
En cualquier caso, hay que tener en cuenta que, por la propia naturaleza de la inteligencia, las directivas y otras órdenes que los servicios reciben del gobierno no pueden ser conocidas en todos sus detalles. Y, como en la mencionada comparecencia se indicaba, “la pandemia de la covid-19, (…) y la ‘agresión’ a Ucrania por parte de la Federación Rusa han intensificado el ritmo de los cambios en los tres últimos años”[8].
En cualquier caso…
El gran problema de cualquier ejercicio, formal o informal, de “lecciones aprendidas” es que está enfocado a ganar la última guerra, no la próxima. Y podemos estar seguros: cualquier conflicto futuro será diferente del creado por la guerra de Ucrania (y, por cierto, también de la llamada “guerra contra el terror”, desencadenada a raíz de los atentados de las Torres Gemelas). Seguir ciegamente las lecciones del conflicto actual nos conducirá a estar mal preparados para el próximo.
Como ha ocurrido tantas veces a lo largo de la historia, la clave del éxito está en estudiar lo que ocurre, pero hacerlo con objetividad, desapasionamiento y, también, imaginación. Porque de este estudio debería surgir una reforma de nuestra inteligencia que la prepare no solo para hacer frente a los desafíos de ayer y de hoy, sino también para los que puedan surgir en el futuro.
[1] Lledo-Ferrer, Y. (2023, 21 de marzo). The transformation of intelligence services in light of the war in Ukraine. IRSEM Strategic Brief 57,
[2] “Seguridad” en sentido estricto, es decir, lo que en algún momento se ha llamado “seguridad interna”, un concepto que no se adapta bien a las realidades del mundo globalizado. En un sentido amplio, todo el trabajo de los órganos policiales, militares y de inteligencia está orientado a garantizar la seguridad.
[3] Para una corta biografía profesional, véase https://be.linkedin.com/in/yvan-lledo-ferrer-868a5bb.
[4] Radio Futura, 1980.
[5] Yvan Lledo-Ferrer hace referencia a este problema en el texto que abre este post.
[6] Por desgracia, es frecuente en medios de prensa de las más variadas tendencias políticas comparar a los miembros de la inteligencia española con Mortadelo y Filemón, lo que sirve para minar la fe del público en el producto que elaboran. Véase, por ejemplo, el encuentro digital del diario El Mundo con Manuel Cerdán y Antonio Rubio, 18 de septiembre de 2001. https://www.elmundo.es/encuentros/invitados/2001/09/114/ (acceso: 02.05.2023).
[7] Ver Heraldo de Aragón, 18.04.2023. https://www.heraldo.es/noticias/nacional/2023/04/18/cni-culmina-reorganizacion-interna-reforzar-seguridad-nacional-1645602.html (acceso: 29.04.2023).
[8] Ibídem.